51 | El enemigo.

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Yo no daba crédito a lo que estaba mirando. Los ojos de la morena estaban enrojecidos, claro que no tanto como debían de estar los míos. Ella forcejeó con los hombres que la tenían, pero cedió el control, desmoronándose en llanto. La sacaron con fuerza y la llevaron por el pasillo de la izquierda. Me cerraron la puerta en la cara y yo quedé dentro. Con mi respiración por mil y mi corazón martillando mi pecho.

Tomé asiento en la esquina de la cama y vi el piso, sin verlo en realidad. Estaba confundida, mi cabeza palpitó dolorosamente y al tragar saliva, mi garganta ardió.

Todo el tiempo, ella fue uno de ellos. Todo el tiempo ella estuvo vigilándome. Ella conoció a César incluso antes que yo. Y a pesar de todo ello, él no me había mentido. Siempre se había dirigido a ella como "Nana", nunca mintió. Sí me ocultó información, mucha información. Pero no me había mentido.

Me acosté boca arriba y contemplé las aspas del ventilador. Iban tan despacio que la brisa que creaban no se sentía.

Torturándome una vez más, busqué el baúl dentro del armario y contemplé las fotografías de César. De un César que jamás volvería a ver con vida.

Me pregunté si le harían sepultura a su cuerpo, si al menos habían podido rescatar el cuerpo de la calle, en lugar de dejarlo allá a que chismosos fueran a hablar acerca de él. Aunque pasaba de las doce de la noche, encendí el televisor y con una fotografía de mi ex escolta en mano, sintonicé un canal de noticias, que repetía los titulares de las siete de la noche.

Por un momento, luego de escuchar discusiones acaloradas entre senadores o disputas de tierras con la guerrilla, pensé que no iban a hablar del tiroteo. Pero obviamente estaba equivocada.

"Esta tarde se presentó un enfrentamiento entre bandas criminales en la ciudad de Medellín, donde resultó muerto un integrante del grupo conocido como Titanes, Sector 7. El hombre identificado como César Pinzón Montoya, alias Águila fue el jefe de sicarios del difunto Jorge Jaramillo alias Jake, a quien se le atribuyen más de una docena de homicidios, cinco desapariciones forzadas, múltiples extorsiones, entre otros..."

Apreté los dientes, soportando la irritante voz del periodista. La pistola descansaba a un lado de la cama, con dos o tres balas nada más. Y cuando les preguntaron a las personas lo que habían visto, la sangre me hirvió dentro de las venas.

"Yo estaba comiendo algo y una muchacha estaba sentada sola en una mesa, entonces llegó un tipo a llevársela, pero la estaba secuestrando. Entonces aparecieron dos hombres armados y el tipo que estaba con la muchacha les disparó".

"El tipo es un cobarde, apenas miró que venían los otros armados se escondió detrás de una muchacha, por eso lo mataron. Por cobarde".

Grité al televisor, lanzándole la pistola, la cual partió el vidrio del mismo y posteriormente lo hizo explotar. Se desprendió de la pared y cayó.

***

No me paré de la cama en todo el día. Estaba lanzada allí, medio muerta. El plato con el desayuno estaba en el piso, cerca de la puerta cerrada y esta se abrió nuevamente y me dejaron el plato del almuerzo. Sólo se alcanzaba a ver el brazo y ya.

No tenía hambre. Incluso, sentía que estaba entrando en una siniestra depresión.

Había dormido tanto que me dolía la cabeza y la espalda. En la mañana, Rafael había golpeado a la puerta para decirme que podía salir a desayunar, pero como no salí, me metieron el desayuno como si fuera una prisionera.

Y quizá eso era. Era prisionera de la mafia.

Sabía que una guerra urbana como esa, donde estaba metida, se podía llevar muchas vidas. Pero jamás pasó por mi cabeza, que una de esas vidas fuera la de César. Él había tenido razón. Uno podía perder la vida en un segundo, no importaba si se llevaba años en eso.

SANGRE Y PÓLVORA │COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora