Con el tenedor, arrastré el arroz de un lado a otro del plato, negándome a llevármelo a la boca. No tenía hambre y mi cabeza martilleaba con fuerza. Sentía un vacío de tiempo, como si me hubiera desmayado.
Estaba sola en el salón en el que había estado bebiendo la noche anterior. Me habían llevado el desayuno hasta abajo. Mi oportunidad de estar arriba se había acabado. La había desperdiciado, terminando con Mario.
Había una mesa desportillada junto a la barra, que estaba cerrada y sola. Un par de sillas se veían manchadas con cerveza y el piso estaba sucio. No sabía bien si había alguien que aseara en el lugar o que colocara todo en orden.
Mis dudas se disiparon cuando apareció en escena una jovencita de unos diecisiete años con ropa desgastada y raída, con una escoba y un recogedor. Levantó las sillas y barrió todo el salón. Yo seguía empujando los granos de arroz. Finalmente me bebí la última gota de jugo y empujé el plato al centro de la mesa.
La chica terminó de barrer y se dispuso a limpiar las sillas y las mesas. En ningún momento hizo contacto visual conmigo. Ni siquiera de reojo. Comencé a dudar de si realmente yo estaba ahí o era invisible.
César hizo su tan acostumbrada aparición y cuando saludó, la chica se sacudió, dejando caer la escoba. Él la miró y alzó ambas cejas, luego tomó asiento frente de mí. Definitivamente no era invisible.
— ¿Cómo está la niña el día de hoy? ¿Se siente mejor?—Me quedé mirándolo sin expresión alguna y él sonrió. Miró de reojo a la muchachita y ella le quitó la mirada de encima, para ponerla nerviosamente sobre la mesa que limpiaba. —Las traigo locas a todas.
—No estás tan bueno. —Le dije refunfuñando y él frunció los labios, asintiendo.
—Eso no fue lo que dijiste anoche.
— ¿Qué?
— ¿No te acuerdas?
— ¿De qué?—Esas dos palabras le arrancaron una carcajada cargada de mucha gracia. Me sentía mal porque había algo que había hecho y que no recordaba ¡Y con César! Mis mejillas se incendiaron. — ¿Qué pasó anoche?
—Nada, digamos que enloqueciste y fuiste el centro de atención por primera vez en tu vida. Lo disfrutaste mucho. —Eso sí lo recordaba. Respiré aliviada, pero con atisbo de duda. Había algo más que yo había hecho y César no me quería decir.
Miré la chica, por encima del hombro de César y la hallé mirándonos. Era curioso. No me había visto mientras estuve sola, por lo que deduje que ella miraba a César. Con un gesto, le trasmití el mensaje a mi escolta, quien sonrió y se puso de pie. La chica siguió limpiando la barra.
Su piel palideció cuando él saludó cerca. Evitó el contacto visual, pero él le levantó la barbilla y la obligó a mirarlo. Le susurró algo y ella negó con la cabeza, con mirada asustada.
—Buena chica. —Dijo César. Ella tragó saliva y se escabulló de sus brazos, huyendo por el pasillo.
— ¿Qué le hiciste a la pobre?—Indagué curiosa y él suspiró, deslizándose en su asiento.
—No recuerdo la verdad. Debí de haberme acostado con ella en algún momento, pero no sé bien. —Se miraba orgulloso hablando de lo que le causaba a una niña. Entonces sacudió la cabeza, entregándome el collar con la llave. —Anoche se te cayó esto. No te separes de esta llave.
— ¡Una llave!—Exclamó Rafael, apareciendo de la nada. César y yo nos pusimos de pie, en reacción. Él se hizo detrás de mí — ¿Para qué sirve?
— ¿Para qué?—Repetí, ganando tiempo de pensar. — ¡Ja! Para qué sirve una llave. Pues, ehm... César, dile para qué.
Él se vio apretujado en algún momento, sus ojos bailaron de un lado a otro y respiró hondo.
![](https://img.wattpad.com/cover/74378003-288-k141833.jpg)
ESTÁS LEYENDO
SANGRE Y PÓLVORA │COMPLETA
AçãoElla está en peligro. Quieren asesinarla y no sabe el por qué. Tiene ocho meses para huir de la muerte, mientras descubre la identidad de sus enemigos y el motivo por el que quieren matarla. Sin embargo, hay algo que debe saber: Todos le mienten. ...