1. Extraña herencia

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La habitación estaba perfectamente iluminada. Ninguna sombra podía ocultarse, pero ese no era mi mayor temor.

-esta noche, es la noche

Abracé mis piernas para mantener cualquier parte de mi alejada de aquellas criaturas tan espeluznantes y siniestras que venían a visitarme cada noche desde que tengo memoria. Todos iguales de groseros y mandones, llenos de retorcidas fantasías donde me poseen y hacen de mí su marioneta. Mi sentido común me pedía a gritos que hiciera algo para apartarlos, ¿pero cómo apartas a los únicos que siempre han estado contigo?

-no me toques Nathaniel

El sujeto con cabello fino y ropajes de los años veinte sonrió con malicia y dio un paso hacia mí. Lo miré de forma retadora, cosa que no había aprendido a hacer hasta hace dos años, y pude ver en su oscuro mirar lo divertido que le parecía la situación.

-Nathaniel no juegues con fuego

Los ojos de mi contrincante se desviaron hacia Frederick, un hombre de veintinueve años con la pinta de gánster de los años cuarenta. Aunque yo poco sabía de esas épocas.

A diferencia de Nathaniel, que me miraba como un juguete que él podía desechar en cualquier momento, Frederick era simplemente más amable, aunque sabía que no solo era la pinta de gánster lo que tenía, podía verse en su mirada fría y vacía.

-ya lo hice y fue divertido

En algunas ocasiones Nathaniel se comportaba demasiado infantil con respecto a las advertencias de Frederick, lo cual me preocupaba a veces. Si peleaban no sabría qué hacer para que no se mataran entre ellos.

-todos lo hicimos Nathaniel, no debéis presumiros como si se tratase de una hazaña digna de leyenda

-oh, disculpéis majestad, no he querido ofenderos con tal vago recuerdo

La mirada asesina de Antoni se dirigió a Nathaniel, quien ahora se encontraba recargado en el muro de la pared como si se tratase de una conversación tan común para cualquiera, pero no era así. Cualquiera que entrara a la habitación me encontraría sentada a la mitad de la cama hecha un ovillo y paseando la mirada en tres direcciones distintas de la habitación sin que haya nada en realidad.

-no oséis mirar a Casandra con tus sucios ojos de plebeyo. Si alguien es su dueño, ese soy yo

Ese era Antoni, el autoritario duque caprichoso

-Casandra es de mi propiedad, la he conocido desde antes que ustedes dos, par de idiotas

Nathaniel el busca pleitos sin la capacidad de hablar sin decir alguna obscenidad

-la señorita Cavallari, es tan libre de elegir a su dueño, ¿cierto cariño?

Y por último, Frederick el gánster amable y bomba de tiempo

Tres pares de ojos oscuros y carentes de emoción alguna me miraron directamente. Mis brazos abrazaron con más fuerza mis piernas y la necesidad de escapar de aquella habitación aumento. Cerré los ojos y me recosté en la cama.

-os pido, no traten de proclamaros mis dueños

-tu no decides eso

Eran de las pocas veces que los tres estaban de acuerdo, pero he de decir que siempre me resultaba asombroso la coordinación con la que expresaban sus ideas similares, pero escalofriante la voz que resultaba de eso.

Era triplemente más arrogante, más autoritaria y más oscura, pero nunca era fácil vivir con tres sujetos cuyo castigo eterno era vagar por el mundo de los vivos sin rumbo fijo.

Estúpida herencia familiar

KENNINGAR: A las Sombra De Sus Alas #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora