CAPITULO XXVI LA FUERZA DEL CORAZON

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- Buen día señorita, vengo a buscar a la señora Minerva

- Permítame por favor, le iré a avisar, ayer tuvo un pequeño incidente en la cocina, y ha tenido que guardar reposo, no estoy segura pueda recibir visitas el día de hoy,

- Gracias, dígale que es importante, que la busca el Licenciado Izaguirre

-  Con todo gusto, pase y póngase cómodo mientras tanto

-          Señora vino a buscarla un Licenciado Izaguirre, dice es muy importante que lo reciba

-          Maldita sea, ese desgraciado no me piensa dejar tranquila, ahora que podrá querer,

-          Dijo era importante

-          Si ya lo dijiste no estoy sorda, ve por mis cosas para arreglarme y dile a ese inoportuno que espere

-          Claro señora

-          Dice Doña Minerva que bajará en un momento, estaba indispuesta

-          Claro, lo imagino

Mientras Izaguirre se acomodaba y revolvía a cada instante con un sobre entre las manos, miraba a cada momento su viejo reloj, había pasado más de media hora, seguramente la dama quería hacerse esperar, casos en los que la paciencia era por vieja amistad y no por decoro, todo aquello la parecía más una falta de respeto que una galantería femenina de querer tiempo para arreglarse.

-          Buen día caballero, ya le han atendido?

-          Hola linda niña, debes ser Leonor verdad

-          Cómo sabe quién soy?

-          Fui el mejor amigo de tu abuelo, el papá de Minerva, a tu mamá y a ti las conocí antes de que nacieran, soy un anciano querida niña, he visto ya tres generaciones de tu familia, poco menos que un dinosaurio a punto de extinguirme en la modernidad de estos nuevos tiempos.

-          Lo puedo imaginar, ya lo han atendido

-          Si linda, ya me atendieron, tu madre espero tenga a bien bajar pronto, llevo casi una hora en esta sala

-          Lamento no poder ayudarle más pero voy de salida por una medicina que mi mamá debe tomar hoy por un accidente que tuvo ayer en la cocina, espero ella baje pronto a atenderlo.

-          Descuida, estaré bien, no imaginas el placer que tuve de poder conocerte, toma mi tarjeta, deseo vengas a visitarme, quisiera vengas a verme, tengo algunas cosas que me gustaría comentarte y seguramente van a ser de tu interés,

-          Cómo que cosa señor Izaguirre? – interrumpió Minerva con un tono mordaz

-          Buen día Minerva,

-          Buen día,  qué le quiere decir a mi hija, no tiene por qué esperar, hágalo ahora mismo

-          Minerva, no me molestes ahora, o también diré lo que a ti te corresponde, esos son los modales que heredaste de tu hermosa madre, ella era una dama, y el Coronel, bueno tu debes recordarlo,

-          Ya te ibas Leonor

-          Si mamá, que tenga buen día señor Izaguirre, con su permiso

EL ALMA QUE ACOMPAÑA A LA MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora