CAPITULO LXIV NI PRINCIPE NI PRINCESA CON FUTURO

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Esperanza corría de un lado para el otro mientras empacaba en pequeñas cajas su ropa y la de su hijo René,  había dejado el negocio en manos de su hermana y con ello la casa, solamente planeaba llevarse lo que le serviría, se sentía como una loca cambiando su vida para irse con un hombre que tenía un par de días de conocer, una nueva vida, una ciudad, era atractivo pero lleno de incertidumbres, pero después del horrible engaño que había sufrido todo le parecía inofensivo y poca cosa.

-          Doña Esther en serio es muy importante, yo no me puedo ir de la hacienda sin hablar con Victoriano, no entiendo

-          Mira hijo, yo no sé nada, solamente que recibió un telegrama de que había pasado algo con un pedido de lácteos en el norte, y que si lo perdía era mucho dinero, salió hoy de madrugada con uno de los muchachos, no sé más

-          No dejo nada para mí? Algún sobre lo que sea

-          No muchacho, no dejó nada

-          Tampoco le mencionó algo de papeles que estuviera buscando para mi

-          No, yo no me involucro en esos asuntos sabes, yo solo veo la casa, no toco nada de él, no me gusta encontrar cosas que no entiendo

-          Si claro

-          Qué te tenia que dar

-          Pues unos papeles viejos que nada importante

-          Si no son importantes porque estas tan preocupado

-          Bueno es que si son importantes pero para mí nada más

-          Ya entiendo

-          Bueno doña Esther mis agradecimientos, ya me voy, debo volver a mi tierra

-          Muchacho puedo preguntarte algo muy personal

-          Diga

-          Es verdad que te vas con la prostituta del pueblo, Esperanza

-          Cuidado señora, mida sus palabras, recuerde que tiene hijas

-          Como te atreves, mis hijas son unas señoritas decentes, he hecho de ellas todas unas damas de buena sociedad y de buena cuna

EL ALMA QUE ACOMPAÑA A LA MUERTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora