CAPÍTULO... o5.

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En el momento que pude hacerme responsable de mis actos pude darme cuenta de mi acción, pero ya era tarde; mis labios estaban junto a los de Camilo. Retiré rápidamente mis labios de los suyos, lo miré fijamente a los ojos, él trasmitía asombro, confusión.
Coloqué mis manos sobre su pecho y me puse de pie. Lo primero que pude hacer fue irme corriendo y alejarme de mi profesor de literatura.

* * *

Cuando llegué por Alex, pude ver que estaba junto a su maestra. Al parecer mi pequeño hermano estaba llorando y al ver eso corrí hacía donde estaba él.

—¡Alex! —me arrodillé a su lado—. ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras? —no me contestó, sólo me abrazó y lloró con más fuerza en mis brazos.
—Tuvo una discusión con un compañero —habló la maestra.
—¿Una discusión? ¿Por qué?
—Se burlo de mí —entre llanto, Alex susurró en mi oído.
—¿Por qué se burlo de ti?
—Se burlo al saber que Alex no tiene padre —la maestra contestó a mi pregunta.
—Alex, mírame —lo retiré de mí y dirigí su mirada con la mía—. No hagas caso de lo que digan con respecto a papá o a mamá, recuerda que tienes padres. No aquí pero desde el cielo te cuidan.
—Pero no los conocí.
—Oye, los has visto en fotografías. Además tú conociste a mamá y papá aunque no los recuerdes.
—¿Me querían?
—Claro que te querían, es más te amaban —le sonreí y sequé sus lagrimas—. Siempre te amaran, no lo olvides.
—Te amo, Mía —sonrió y me abrazó.
—Te amo más, Alex —lo aferré a mí y besé su mejilla—. Siempre lo haré mi pequeño.

De caminó a casa traté que alex olvidara ese mal momento y regresara a ser ese niño inquieto y feliz que es. Al final todos mis intentos funcionaron y al llegar a casa fue como siempre. Entró a casa corriendo y gritando a mi abuela su típica frase... «Abuelita ya estoy en casa. »

Después de cenar y que Alex se había ido a su habitación, le dije a mi abuela lo que había sucedido. Pensamos que lo correcto era ir a hablar con ese niño, su madre y la maestra; pero al final le dije que no hiciéramos nada por ahora. Pero si lo volvía a molestar, sería yo la primera en defender a mi hermano.

Al terminar de lavar los trastes sucios subí a mi habitación, acomodé mis cosas para el día siguiente, me puse el pijama y me recosté en mi cama con la intención de dormir. Pero mis pensamientos no me dejaban, el beso que le había dado a Camilo rondaba todos mis pensamientos.
¿Por qué lo besaste? Di un giro completo en mi cama y me quedé boca abajo, hundí mi cara en la almohada y di un gritó, no tan fuerte para que no me escucharan. Mordí un extremo de la almohada y la aventé hacia el pequeño armario. Cerré los ojos y me exigí dormir.

A la mañana siguiente la alarma sonó a las cinco y medía, hice una mueca de mal genio y sin pensarlo di un brinco fuera de mi cama y me fui a bañar. Al terminar mi rutina mañanera me despedí de mi abuela, quien seguía recostada en su cama. Entré a la habitación de Alex, seguía dormido así que besé su frente y me fui.
Todo el camino hacia el instituto me fui durmiendo ya que la noche anterior no pude dormir bien, gracias a mis recuerdos. Si cerraba los ojos la imagen del beso a Camilo aparecía; sería mucho decir que sólo dormí cinco horas.
En cuanto entré a el aula deje caer mi mochila a un lado de mi asiento, me senté y con mis manos sobre la mesa dejé caer mi cabeza.

—Parece que alguien se desvelo anoche —al momento de oír la voz levanté mi cabeza y pude ver a Lina sonriendo.
—No fue mi intención desvelarme —froté mis ojos y me incorporé en mi asiento.
—¿Por qué te desvelaste? ¿Algo mal?
—Tuve una mala noche. Sólo es eso.
—Está bien —sonrió y fue sentarse a su lugar—. Puedo darte de mi maquillaje para que cubras esas ojeras.
—No —negué con la cabeza —, sabes que el maquillaje y yo no somos amigos.
—¡Hola niñas! —giré mi cabeza y pude ver a Alicia caminando hacia nosotras.
—Hola —dijimos Lina y yo al mismo tiempo.
—¿Cómo están? Bueno, creo que a ti no tengo que preguntar.
—Tuve una mala noche —contesté—. Eso es todo, el insomnio se apoderó de mí.
—Odio cuando sucede eso porque al día siguiente me veo muy fea —en ese instante cerró la boca y miró a Lina—. No digo que te veas fea, Mía. Sólo con un poco de maquillaje...
—No te preocupes Alicia —me puse de pie—. Voy al baño.
—Te acompañamos —dijo Lina, poniéndose de pie.
—No. Quiero ir sola, no tardaré.
—Las chicas siempre vamos juntas al baño —habló Alicia.
—No todas las chicas necesitamos ir en grupo al baño—comencé a caminar. Después me detuve y me volví hacia ellas—. Y antes de que pregunten, no. No estoy enojada con ustedes. Sólo tengo sueño.

Salí del aula y comencé a caminar al baño. Al estar en mi destino, me puse frente al espejo y me miré detenidamente. Era cierto, mis ojeras me hacían ver mal pero no me pondría maquillaje. Prefería que miraran mis grandes y horribles ojeras a poner una gota de maquillaje.
Tomé un poco de agua en mis manos y salpiqué agua en mi rostro, esperando que por arte de magia mis ojeras desaparecieran pero no fue así. Miré mi reloj y pude ver que sólo faltaban cinco minutos y la primera clase comenzaría; así que sequé mi rostro y corrí hacia mi aula.
En mi camino me detuve rápidamente al ver a alguien que se aproximaba a mí. Era Camilo. Sentí un gran hueco en mi estomago y miré hacia todas partes. Sin saber que hacer al ver que Camilo ya estaba muy cerca, me puse a lado de un grupo de chicos —que ni conocía—, y me puse en acción.

—Sigan la corriente —dije en susurro y comencé a reír—. Hubieran visto su cara. Tal vez creyó que lo sucedido fue real.
—¿En serio? —dijo uno de los chicos. Él también reía.
—Sí. Así que gané la apuesta y deben pagarme.

Pude ver cuando Camilo pasó a mi lado y escuchar su respiración. Y me di cuenta que al escuchar lo que dije caminó mucho más rápido. Al ver que se alejó di un gran suspiró y noté como todos los chicos del grupo me miraban raro.

—Gracias por la ayuda —sonreí y me fui corriendo a mi aula.

Sí, había hecho que Camilo escuchara eso porque simplemente quería que no supiera que lo había besado porque quería hacerlo. Y bueno esa también era una de mis travesuras ¿o no?

Las clases trascurrieron y no podía dejar de imaginar cual había sido la cara de Camilo al escucharme decir lo de la “apuesta”. Lina y Alicia se habían dado cuenta que algo andaba mal conmigo e insistían en que les contara pero era obvio que no lo haría; así que les decía una y otra vez que sólo tenia sueño.

Últimas dos horas... Sí, eran dos horas de la clase de literatura. Miré entrar a Camilo, el cual iba serio y sin ninguna expresión en su cara.


—Buenos días jóvenes. Abran su libro en la pagina treinta y contesten las preguntas —dejó caer su maletín en el escritorio.
—Pero no hemos visto ese tema —dijo uno de mis compañeros.
—Lo tuvieron que haber visto el año pasado —se sentó en su silla.
—Su deber es explicarlo —dije mientras me ponía de pie—, no importa si ya lo vimos o no.
—Guarde silencio señorita Vega —me miró directamente a los ojos—, y comience a trabajar.
—¿Esta enojado? —preguntó Mirna.
—No. Me siento un poco mal.
—Entonces vaya a la enfermería.
—Creo que eso haré —se puso de pie y comenzó a caminar hacia la puerta—. Chicos lean el libro de este mes y por favor no salgan del aula a menos que sea una urgencia. Ya vuelvo.

Al momento que Camilo desapareció de la puerta esperé unos minutos para comenzar a caminar a la salida.

—¿Mía, a dónde vas? —preguntó Alicia.
—Tengo que hacer algo urgente —le sonreí y me fui.

Si digo que estuve fuera del aula por diez minutos la verdad les mentiría. Veinte minutos después ya estaba de camino al aula y cuando estuve a punto de entrar me di cuenta que Camilo ya había llegado. ¡Mierda!

—¿En dónde estaba señorita Vega? —su voz era seria y sus ojo tenían un brillo. Un brillo de enojo.
—Estaba en —comencé a caminar a mi lugar—, estaba en la cafetería.
—¿Qué hacía allí? Está son horas de clase no es receso.
—A ver, usted dijo que saliéramos si teníamos una urgencia —me detuve y lo miré—. Yo tenia hambre, era una urgencia —sonreí y me senté en mi asiento.
—Esa no es una urgencia.
—Para mí, sí. Y mejor guarde la calma o se sentirá mal.
—Mía...
—No se enoje o le saldrán arrugas y se vera muy mal —sonreí y fijé mi vista en mi libro.

Sólo me miró y después siguió dando la clase.
Hora y medía sonó la campana para avisar que ya era la hora de salida. Todos comenzaron a guardar sus cosas y a salir del aula, Camilo seguía sentado.

—Hasta mañana profe —dijo Alicia.
—Hasta mañana, Murillo.
—Hasta mañana profe —le sonreí—. Que sueñe con Chabelo.
—¿Chabelo? —preguntó confundido.
—Sí. Dicen que si sueña con él gozara de una larga vida —le guiñé el ojo y salí del aula, no sin antes ver la hermosa sonrisa que había aparecido en el rostro de Camilo.

No sé si es amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora