Sabía que esta semana sería lo peor, ya que sería la más larga, aburrida y triste.
¿Y por qué? Muy fácil: esta semana solo estaría en casa y como no haría nada lo cual la convertía en una semana larga y aburrida. Y sería triste ya que mi abuela estaría enojada conmigo y eso era lo peor.
Me merecía que estuviera enojada, merecía el castigo, pero sobre todo merecía odiarme a mí misma por mi comportamiento.
A la mañana siguiente me desperté temprano y preparé el desayuno. No era para pedir perdón, simplemente era para decir un “lo siento, sé que mi comportamiento no fue el mejor”.
Mi abuela seguía seria conmigo y para ser sincera no quiso que llevara a Alex al preescolar. En verdad entendía su enojo hacia mí.
Mientras estaba sola en casa y en mi habitación me puse a pensar en todo y llegué a la conclusión: Mi comportamiento fue de lo peor y nunca tuve que golpear a Laura aunque me insultara. Yo tenia la mejor educación y no podía comportarme de esa manera.
***
—Abuela, por favor perdóneme —llevaba toda la mañana pidiéndole perdón y ella me ignoraba—. Sé que me comporté mal pero no pensé.
—Ese es el problema, Mía —dio la vuelta y me miró—. El no pensar tus acciones te pude traer problemas.
—Lo sé y lamento todo esto pero ya no quiero que estés enojada conmigo —no contestó, sólo me miró.
—Ven acá —extendió sus brazos hacia mí—. Lo único que quiero es que no seas agresiva.
—Prometo que me comportare mejor.
—Confió en ti, Mía.
El que mi abuela ya no estuviera enojada conmigo me había quitado un peso de encima, ahora tenia que estar en contacto con Alicia y Lina para que me pusieran al corriente de las tareas. Y así lo hice día tras día. Les hablaba, ellas me decían que tarea teníamos y yo trataba de hacerlas aunque al final me rendía, no hacía nada y mejor dormía.
Unos días más y ya podría regresar a clases. Mi castigo terminaba y podría ver a mis amigas y a él.
—¿Puedo pasar? —escuché una vocesita al otro lado de mi puerta.
—Sí —dejé mi libro a un lado y me senté en la cama.
—¿Podemos hablar?
—Claro Alex, ¿de qué quieres hablar? —di pequeños golpes a mi cama para que se sentara a mi lado.
—De mi nuevo amigo —se sentó a mi lado.
—¿De tu nuevo amigo? —Alex todos los días tenia un amigo nuevo.
—Sí, de Camilo —y en ese momento pude ver la alegría en el rostro de mi hermano.
—¿Y qué me quieres decir sobre él?
—Hoy lo miré en la escuela y te envió algo.
—¿Me envió algo? ¿A mí? —pregunté confundida. ¿Qué podía enviarme a mí?
—Sí y me dijo que te lo entregara —en ese momento detrás de él sacó una bolsa de plástico color negro y me la tendió—. Toma.
—Gracias Alex —tomé la bolsa y miré lo que era. Una libreta con apuntes de todas las clases. Apuntes escritos por su puño y letra.
—También dijo que ya te extrañaban en el instituto.
Todos en casa ya estaban dormidos y yo seguía mirando detenidamente la libreta, leyendo palabra por palabra esperando a que hubiera una palabra clave donde Camilo me dijera “Te amo”. Pero no fue así. Sólo había apuntes de todas mis materias.
Quería que los días pasaran rápido. Quería estar en el instituto para bromear, gritar, ver a mis mejores amigas pero sobre todo verlo a él.
***
El volver a mi rutina mañanera, era genial. Nunca pensé que el ir en el transporte publico hacia el instituto se podría convertir en algo especial. Algo que ya extrañaba. De verdad ya extrañaba ir en el autobús con mis auriculares.
—¡Mía! —gritaron mi nombre y al dar la vuelta me di cuenta que era Alicia.
—¡Alicia! —corrí hacia ella y la abracé.
—Te extrañé
—Yo te extrañé a ti y a Lina.
—La escuela sin ti no era lo mismo.
—Lo sé —sonreí—, nada es lo mismo sin mí.
Caminamos hasta nuestra aula y ahí me di cuenta que en realidad me habían extrañado. Al entrar todos corrieron hacía mí a excepción de Laura y su grupo de amigas.
Decían que me extrañaron, que las clases no eran lo mismo y un sin fin de cosas que me hicieron pensar en volver a golpear a Laura para que me extrañaran.
—Ves como todos te extrañaron.
—Y yo los extrañé a todos, pero ya estoy aquí.
—¿Puedo preguntar algo? —asentí—. ¿Qué se sintió golpear a Laura?
—Fue genial —sonreí—. De verdad me sentí feliz de golpearla.
—Espero algún día golpearla.
—No digas eso Lina, luego te meterás en problemas.
—¿Te metiste en problemas con tu abuela?
—Sí. Dejo de hablarme pero al final me perdono y ya estamos bien.
—Lo bueno es...
—Jóvenes, tomen asiento.
Al momento de escuchar la voz, miré hacia la puerta y allí estaba él. Tan lindo como sólo él podía serlo. ¡Dios, ¿cómo puede ser tan hermoso?!
Lo miré caminar hasta su escritorio y en ese instante nuestras miradas chocaron y una corriente eléctrica corrió todo mi cuerpo.
—Señorita Ve... —se quedo en silencio. Luego sonrió un poco y prosiguió—. Bienvenida, señorita Mía.
—Gracias profesor Camilo —sonreí.
—¿Mía, no harás alguna travesura al profesor? —susurraron.
—No —me puse de pie y miré a todos—. Desde hoy no haré ninguna travesura.
—¿Por qué no? —comenzaron a preguntar todos. Creo que en realidad ya los había acostumbrado a mis travesuras.
—Porque no. Ya me aburrí de las travesuras —miré a Camilo y seguí hablando—. Y quiero pedirle disculpas por los malos ratos que lo hice pasar.
—No te preocupes Mía —sonrió y yo sonreí porque él lo hacía—, ya es cosa del pasado.
Dos horas transcurrieron. Dos horas de la clase de literatura, clase de Camilo. Esas dos horas pasaron rápido pero a la vez muy lentas y puedo decir que por primera vez disfruté la clase.
Al momento en que la clase terminó todos comenzaron a salir pero yo me quedé dentro y al darme cuenta que ya no había nadie me acerqué al escritorio donde estaba Camilo.
—Profe, aquí tiene la libreta que me envió con mi hermano —le extendí la libreta—. Gracias por tomarse el tiempo de tomar los apuntes.
—No agradezcas. No quería que una de mis alumnas favoritas fuera a reprobar sólo por un castigo.
¿Una de sus alumnas favoritas? ¡Era una de sus alumnas favoritas! ¿Pero quiénes eran las otras?
En el momento en que Camilo tomó la libreta nuestras manos rozaron y sentí de nuevo esa corriente eléctrica correr por todo mi cuerpo... ¿Es eso lo que se siente cuando alguien te gusta?
—De nuevo gracias —retiré mis manos rápidamente de la libreta—. Fue de mucha ayuda los apuntes.
—No fue nada.
Quise darle un beso en la mejilla pero me contuve y lo mejor que pude hacer fue sonreír y comenzar a caminar fuera del aula pero me detuve antes de salir.
—Me hace feliz saber que a pesar de todas mis travesuras me considera una de sus alumnas favoritas —Camilo sonrió y yo hice lo mismo—. Usted también es uno de mis profesores favoritos —de hecho quise gritar que era el único maestro favorito, que no había otro, pero me quedé callada; sonreí y salí del aula.
No lo sé pero mi regreso al instituto había sido increíble. La semana que falté a la escuela no me afectó en nada todo gracias a que mi querido maestro se había tomado la molestia de pedir los apuntes y agradecía eso, en verdad. Llevaba más puntos a su favor.
A la hora del receso Lina, Alicia y yo nos sentamos en una de las escaleras y ahí me pusieron al tanto de todo.
—Te lo juro —Lina se puso de pie—, cuando todos miramos entrar a Laura con collarín y muletas comenzamos a reír.
—Pero no le lastimé una pierna como para usar muletas.
—Lo sé pero ya sabes como es de exagerada la “princesita”.
—Pero lo que debes saber —la interrumpió Alicia—. Alguien te extraño mucho.
—¿Quién?
—Nosotras.
—Lo sabía, yo también las extrañé.
—El profe sexy también te extrañó. Estuvo muy triste toda la semana.
—Yo también lo extrañé —sonreí y me di cuenta que mis amigas me miraban extrañadas—. ¿Qué sucede?
—¿Tú extrañaste al profesor de literatura? —preguntó Alicia algo confundida.
—Creí que te caía mal.
—Bueno... Ya no me cae mal —me encogí de hombros y sonreí—. Ya todo es diferente.
—¿Diferente? ¿De qué forma?
—No lo sé, ya no lo odio.
—¿A qué se debe ese cambio?
—No sé —me puse de pie—, sólo todo a cambiado.
—A mí se me hace que sientes algo por el profe.
—Claro que no, Lina.
—Yo pienso lo mismo que Lina, y la prueba de eso es que ahora lo miras y los ojos te brillan.
—Bueno... —la miré a ambas y pude ver la gran sonrisa y curiosidad en sus rostros—. Ok, tengo que admitir que es guapo.
—¡Lo sabía! —gritó Alicia—. ¡El profe te gusta!
—No grites. Y no, no me gusta el profesor.
—Mía, somos tus amigas, puedes confiar en nosotras.
—Siganme.
Comenzamos a correr a la parte del instituto donde nadie iba. Era la parte más vieja de todo el instituto. Me gustaba ir a ese lugar. Era un patio el cual al centro tenia un pequeño salón lleno de cajas con libros viejos.
Bajamos las escaleras que nos llevaban al aula solitaria y entramos. Cerré la puerta y abrí un poco la cortina para que entrara un poco de luz.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Alicia.
—Mía sabes que no me gusta venir aquí, hay arañas.
—Sí —fue lo único que dije.
—Sí ¿qué? —preguntaron las dos.
—Sí me gusta Camilo. Creo que lo amo.
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No sé si es amor
Teen FictionCuando el amor es puro y verdadero lo que menos importa es la edad.