—¡Más! —extendí mi brazo y le di el vaso de color rojo a Alejandro.
—¿Vas a estar así toda la noche? ¿Podrías comportarte?
—¡Frank, dame otra maldita bebida! ¡Ahora!
Alejandro miró a Lina y ella se encogió de hombros, indicándole que hiciera lo que fuera mejor.
Él dio un suspiro hondo y se puso de pie para caminar a la barra.
En pocos minutos regresó con el vaso lleno y extendió el brazo para dejarlo frente a mí. Inmediatamente lo tomé y lo llevé frente a mi rostro, pero antes de beber contemplé a mis amigas quien me miraban preocupadas.
Bajé la cabeza y comencé a susurrar.
—¿Saben? Yo no soy así. Yo no bebo alcohol —levanté la cabeza y la fijé en las tres personas que me acompañaban—. Odio el alcohol.
—Si lo odias deja de beber —dijo Alejandro.
—La cerveza sabe asquerosa.
—Mía...
—¿Saben qué? Lina tiene razón —seguía hablando mientras ignoraba a todos en la mesa. Sonreí y dejé el vaso—. Ya no quiero beber.
—¡Aleluya! —dijo Alicia mientras alejaba el vaso de mí.
—Él no va a arruinar mi noche. Nosotros vamos a arruinar su noche —sonreí torpemente y me puse de pie pero al instante volví a caer en la silla.
—¿Estás bien? —preguntó Alejandro.
—Sí, solamente me siento un poco mareada.
—Es mejor llevarte al hotel, no quiero que caigas aquí.
—¡No! Tengo que cumplir mi propósito.
—Mía...
—No quiero irme.
Alejandro negó con la cabeza.
—Chicas, llévenla al baño. Que se moje muy bien la cara y el cuello y después regresan.
—Okay.
Ambas se pusieron de pie y me tomaron de las manos para comenzar a guiarme al baño.
Podría apostar que me miraba ridícula.
—¿Me vio en este estado?
—¿Quién? —dijo Lina.
—Camilo.
—Ah, no. Él salió hace una hora.
—¿Solo o acompañado?
—Solo.
Sólo asentí y seguí con la vista fija en el suelo.
Di gracias a Dios porque no me había visto así.
—Moja bien tu rostro y cuello —exigió Alicia.
—Es lo que hago.
—Pues no parece —bufó.
—No puedo creer que hayas bebido alcohol —dijo Lina mientras lavaba sus manos.
—Yo tampoco, pero no lo volveré a hacer.
—Eso espero.
—Listo —dije mientras secaba mi cara—. Regresemos.
Cada una se puso a mis costados para así poder tomarme del brazo.
Les agradecía la ayuda, aunque siendo honesta, yo podía caminar bien... bueno, digamos que tenía el sesenta por ciento de mi razonamiento.
Cuando por fin salimos del baño pude ver que había aun más gente de la que había cuando llegamos, eso me hizo sentir incomoda y rara.
—¿Debería disculparme? —pregunté, mirando a la razonable del trió: Lina.
—¿Con quién?
—Con Alejandro.
—Querida, eso no se pregunta, es obvio que tienes que pedirle disculpas.
—Okay —di un pequeño asentimiento y fijé mi vista al frente. No quería ser golpeada por alguien.
Cuando faltaba muy poco para llegar a nuestra mesa, Alejandro apareció frente a nosotras y me tomó de la mano para comenzar a jalarme lejos de mis amigas.
Él les hizo una seña al que yo entendí como un “Ahora regreso con la alcohólica”.Mis amigas asintieron y mientras Alejandro me llevaba a no sé dónde, ellas tomaban asiento.
—Toma asiento.
—¿Para qué?
—Siéntate —ordenó.
Al ver que Alejandro no tenía ni una sola expresión en su rostro decidí obedecer. No quería alterarlo.
—Bebe —dijo mientras me acercaba un gran vaso oscuro.
—¿Qué es?
—No preguntes y bebe.
—No pienso tomar algo qué no sé lo que es —alejé el vaso de mí y miré al chico que estaba tras la barra.
—Es algo para ayudarte a mantenerte lo más sobria posible.
Simplemente lo miré, seguía sin expresión alguna, tal vez estaba molesto por mi comportamiento.
Lo sabía, no debía haber bebido alcohol.
—¿Piensas beberlo o no? —solamente asentí y él volvió a tomar el vaso para acercarlo a mí—. Entonces bebé.
Sujeté el vaso con ambas manos, y sin pensarlo comencé a beberlo.
Gracias a la luz neón que iluminaba el lugar, no pude ver el color original de la bebida y mi olfato en ese momento no me ayudaba tanto, así que no podía saber qué era lo que bebía.
—Lo siento —dije al momento de dar el último trago—. Siento haberte obligado a darme bebidas alcohólicas cuando le dijiste a tu primo que no lo harías.
—Mía...
—Perdóname, en verdad.
Alejandro sólo sonrió y sin decir nada, se inclino hacia mí y me abrazó.
—No tengo nada que perdonarte —susurró a mi oído y me abrazó aun con más fuerza.
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No sé si es amor
Teen FictionCuando el amor es puro y verdadero lo que menos importa es la edad.