CAPÍTULO... 15.

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—¿Qué es esto? —preguntó Lina, para sí misma.
—¿Tú has hecho esto? —me preguntó Alicia.

No dije nada, sólo asentí.

—¡Es hermoso! —exclamó Alicia. Comenzó a caminar hacia mí, pero Lina la detuvo.
—Espera —le dijo al mirarla y luego volteó a verme a mí—. ¿Por qué has hecho todo esto?
—Porque quiero pedirles disculpas. Quiero que ya no estén enojadas conmigo. Y quiero que sepan que las extraño.

Sí, había dicho que las extrañaba.
Sé que teníamos un día sin hablarnos pero en verdad, cuando alguna de las tres nos enojábamos con las otras dos, no podíamos estar ni cinco minutos sin hablarnos. No podíamos estar enojadas entre nosotras.

Lina, no dijo nada solamente me miró a los ojos. Por otra parte, Alicia sonrió y comenzó a llorar; lo que hizo que yo también lo hiciera.

—Las extraño —susurré y lloré aun más.
—Yo también te extraño —Alicia corrió a mí y me abrazó.

Mientras la abrazaba, miré a Lina, pensando que ella también se uniría al abrazo. Pero no fue así.

Lina dio la vuelta y salió del aula.

—No piensa perdonarme, ¿verdad? —me separé de Alicia.
—Está muy enojada.
—La entiendo —sequé mis lágrimas—. Lo que dije ayer no tuve que decirlo, pero no lo pensé.
—Tienes que pensar antes de hablar. Pero ya veras que a Lina pronto se le pasara el enojo.
—Eso espero —susurré y la volví a abrazar.

Las primeras horas de clase, fueron las peores.
Lina se sentó al otro extremo del aula dejándome sólo con Alicia. Y aunque estuve a punto de hablarle, no lo hice. No quería hacer crecer su odio hacia mí.

—Lina... —me paré a lado de su asiento para impedir que se levantara y se fuera—, ¿podemos hablar?
—No me gusta hablar con personas a las que tengo hartas.
—Pues conmigo harás una excepción.
—Mía...
—Somos mejores amigas desde el preescolar, me conoces mucho más que nadie. Mucho mejor que Alicia y sabes que siempre hablo sin pensar en mis palabras.
—Tienes que aprender a hacerlo —se puso de pie—. Tienes que aprender a pensar antes de herir con tus palabras.
—Juro que lo intentare, pero perd... —en ese momento Lina se abalanzó a mí y me abrazó para llorar en mi hombro.
—Perdóname por haberte tratado mal pero tenias que aprender la lección.
—No —negué con la cabeza—. La que tiene que perdonar, eres tú.
—Perdonémonos las dos —sonrió Lina y secó sus lágrimas—. Las dos nos equivocamos.
—No más peleas, ¿ok?
—No más peleas.

En ese momento mi día nublado, se convirtió en soleado. Y mis preocupaciones desaparecieron o al menos la mayoría de ellas.

***

—¿Y hoy nos dirás que paso el lunes?—preguntó Lina, metiendo una papa frita a su boca.
—Sí —aunque tenga que mentirles, fue lo que quise decir.
—Somos todo oídos —sonrió Alicia.
—Bueno, el lunes pensé ir a la biblioteca por un libro pero cuando me subí al autobús me dejé ir y cuando me di cuenta ya estaba en un parque, leyendo.
—¿Qué parqué?
—No lo sé, Alicia —me encogí de hombros—. Nunca había estado allí, de hecho no sabía de su existencia, hasta el lunes.
—¿Y por qué no nos pediste que te acompañáramos?
—Quería ir sola a la biblioteca.
—Bueno, no siempre vamos a salir juntas —sonrió Lina—. Pero te recomendaría que nos avisaras, porque luego tu abue nos habla y no sabemos que decir.
—Lo haré.
—¿Tu abuela no se enojó?
—Si les dijera —dejé mi jugo en la mesita—. Se enojó porque le mentí y además llegué tarde a casa.
—Me imagino lo enojada que sigue.
—Ya me perdonó. Pero a dicho que no vuelva a mentirle.
—Te recomiendo que le hagas caso.
—Créeme que ya no le mentiré.
—Cambiando de tema —Alicia se inclinó hacia al frente para hablar despacio—, ¿cómo van las cosas con Café?

¡Sabía que Camilo y yo éramos novios! ¿Acaso éramos tan obvios?
Disimula, Mía, me dije. Disimula.

—¿A qué te refieres?
—¿No le has dicho que te gusta?
—Como crees que le voy a decir eso.
—¿Y por qué no? —sonrió Lina.
—Es como decirle a un anciano que coma carne cuando sabes que no tiene dientes.
—Tú y tus ejemplos tan perfectos.
—Amo los ejemplos de Mía —sonrió Alicia.
—Mis ejemplos son lo mejor.

No sé si es amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora