CAPÍTULO... 22.

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—Mía. Mía.
—Mmm...
—Levántate, es hora del desayuno.
—No quiero. Déjenme dormir —di un gran tirón de la sabana y me cubrí completa.

Tal vez Lina y Alicia llevaban como quince minutos tratando de despertarme, pero yo las ignoraba; simplemente quería dormir.

—¡Mía, levántate! —gritó Lina, mientras jalaba la sabana.
—No grites —susurré—, me duele la cabeza. Creo que voy a enfermarme.
—Ajá, eso se llama resaca y es la consecuencia de beber alcohol.
—Pero sólo bebí tres vasos de cerveza —rápidamente coloqué mis brazos en la almohada y en el hueco que estos formaban, metí mi cabeza para cubrirme del sol.
—Eso no importa. No estás acostumbrada a beber.
—Ya déjame dormir, Lina. Alicia, dile que me deje dormir.

No hubo respuesta por parte de Alicia, y llegué a pensar que estaba molesta.

—Ya levántate.
—Lina —bufé.
—¡Mía, levántate! —su voz era seria y sabía que estaba molesta; pero el dolor de cabeza era muy fuerte, así que no me importó—. Levántate a hora, báñate y vamos a desayunar.
—Lina...
—Levántate, o tu abuela se enterará de...

Y sin dejar que terminara de hablar me senté en la cama mientras presionaba mis sienes.

—Okay, tú ganas.
—Bien —me dedicó una sonrisa triunfal—, ahora ve a tomar un baño y después desayúnamos.

Simplemente asentí, y me fui arrastrando por la cama hasta llegar al final de ésta.

Caminé lentamente hasta donde Lina, Alicia y yo habíamos dejado nuestras mochilas y comencé a buscar lo que usaría ese día.
Un short de mezclilla, una blusa negra de tirantes y un sweater blanco con cremallera y capucha.

—Estás de broma, ¿verdad? —dijo Lina, caminando a donde yo estaba hincada.
—¿Por qué?
—¡Cómo piensas ponerte sweater con capucha! ¡En la playa!
—¿Qué tiene? —susurré y me puse de pie.
—Mía, estás en la playa. Mar, sol, calor. ¡En la playa nadie usa sweater!
—El sweater es de tela fresca. No me va a dar calor.
—Ay, Mía... ponte lo que quieras pero ve a bañarte.
—Okay —comencé a caminar al baño pero me detuve para ver a Lina—. ¿Alicia dónde está?
—Alicia está apartando la mesa en donde tomaremos el desayuno.

Simplemente asentí y me encerré en el baño.


Yo no soy de las personas que tardan horas en bañarse, pero en ese momento deseaba quedarme horas bajo el agua fría que caía de la regadera.
No lo hice porque Lina me apresuraba.

***

—Nunca más voy a beber —susurré mientras bebía de mi jugo de naranja.
—Espero.
—Cambiando de tema —dijo Alicia—, ¿recuerdas qué sucedió ayer?
—Sí.
—¿Todo?
—Sí, no bebí tanto alcohol como para perder el conocimiento.
—¿Entonces por qué no has preguntado por Alejandro?

Al momento de escuchar que Alicia pronunció el nombre de Alejandro, no pude evitar sentir un gran hueco en el estomago.

—¡Alejandro! —dije, al instante me puse de pie, pero volví a caer en la silla, gracias a que Lina me tomó del brazo—. ¿Qué?
—No puedes ir.
—¿Por qué no?
—Porque él no quiere hablarte.
—¡¿Por qué?!
—Mía, después de todo lo de anoche, él no desea hablar contigo.
—Pero...
—Dale tiempo.
—Sí, claro —retiré mi plato de comida—, como vamos a quedarnos por mucho tiempo aquí.
—Mía, entiende. Anoche Alejandro recibió un buen golpe, todo por querer defenderte y, tú no hiciste nada.
—Lina, ¿estás diciendo qué es mi culpa? —pregunté, pero al instante me sentí estúpida, pues era obvio que sí lo era. Así que evité que Lina contestara—. Mejor no contestes. Sé que es mi culpa.
—No es tu culpa —dijo Alicia—, tú no sabías que eso iba a suceder.
—Sé que debí quedarme y ayudar a Alejandro —dije mientras miraba a Lina y Alicia—, pero si me quedaba, Camilo iba a tratar de hablar conmigo.
—Mía...
—Decidí que lo correcto era irme de ahí, y pensé en que podría disculparme después... Corrí lo más rápido que puede, pero Camilo me alcanzó —mis amigas me tomaron las manos y en ese momento me di cuenta que comenzaba a llorar—. Me dijo muchas cosas...
—Mía...
—Me dijo que me amaba y que todo lo hizo por mi bien… —en ese momento sentí un nudo en mi garganta, ya no pude seguir hablando.

Rápidamente, Lina y Alicia se pusieron de pie para abrazarme y consolarme.
En ese momento agradecí que estuviesen conmigo.

—Nena —dijo Alicia—, no llores.
—¿Cómo no llorar si todo esto me está matando?
—Hermosa —dijo Lina—, mírame.

No quería mirarla, así que me negué a verla. Pero Lina tomó mi barbilla y alzó mi cabeza.

—Mía.
—¿Qué? —susurré.
—Quiero que me contestes algo, ¿puedes? —asentí—. ¿Lo amas en verdad?
—¿A quién?
—A café. ¿Lo amas en verdad?
—No lo sé —me encogí de hombros.
—¿Crees qué lo que dijo es verdad?
—No lo sé.
—Sé que lo sabes —dijo con tanta seguridad que me hizo recordar que ella era una de las personas en el mundo que mejor me conocía—, así que contesta.
—Sí —susurré y torpemente sequé una lágrima que se me acababa de escapar—. Sí creo que me dijo la verdad, pero no sé si me ama en verdad.
—Mía, sé que esto es difícil para ti, pero... piensa bien en lo que harás.
—No pienso hacer nada.
—Sabes que tienes que hacer algo —dejó de abrazarme y se sentó a mi lado para tomar de nuevo mi mano—, y tienes que hacerlo ya.
—Lina tiene razón —dijo Alicia—. Tienes que hacer algo.
—Pero no sé qué es lo que debo hacer.
—Confió en que pronto sabrás qué debes de hacer.
—¿Y si no sé?
—Entonces habrás perdido la oportunidad.
—¿Oportunidad? ¿Qué oportunidad?
—Mía, eres tú la que debe saber cuál es la oportunidad, no yo.

No dije nada más, solamente di un asentimiento y me puse de pie.

—Ahora vuelvo.
—¿A dónde vas? —preguntó Alicia.
—Voy a caminar, a pensar.
—Te acompañamos —se ofreció y se puso de pie.
—No, no. Quiero ir sola.
—Pero...
—Alicia —Lina sujetó la muñeca de Alicia y la detuvo—, déjala.
—Pero...
—Déjala —dirigió su mirada a mí y sonrió—. Ve a pensar.

Asentí y comencé a caminar para salir del pequeño restaurante.
Antes de alejarme mucho de la mesa, pude escuchar a Lina decir: “Ella va a hacer lo correcto. A eso va”.
Sin verlas, di un pequeño asentimiento y salí directo a la playa.

No sé si es amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora