A la mañana siguiente desperté gracias al canto de los pájaros.
Abrí lentamente los ojos y no pude evitar sonreír al recordar lo que había sucedido la noche anterior.
Me hubiese encantado que lo primero que mirara fuese Camilo, pero no fue así. Lo primero que miré fue la puerta de mi habitación. Estaba dando la espalda a Camilo.Así que con una enorme sonrisa en mi rostro, di lentamente la vuelta para poder verlo dormir.
Me sorprendí al no verlo a mi lado.
Lo primero que pensé fue en que podría estar en el baño, así que me senté y tomé un extremo de la sabana roja para poder cubrirme todo el cuerpo.
Al momento de ponerme de pie, sentí algo raro en mí. Me dolía el cuerpo. Era ese tipo de dolor que tienes cuando no haces ejercicio en mucho tiempo y cuando por fin decides hacerlo terminas con un dolor de cuerpo horrible. Bueno algo así era como me sentía.
El dolor no era tan fuerte, pero sí se sentía en casi todo el movimiento que hacía.
Ignorando lo raro que me sentía, comencé a caminar al baño. Por un momento pensé en llamar primero antes de entrar pero, ¿por qué debería de hacerlo? Yo ya lo había visto sin ropa, no era como si fuese a ver algo nuevo en él.Sin importarme abrí la puerta para después hacer una mueca. Camilo tampoco estaba en el baño.
—¿Estará en la planta baja? —me pregunté.
A paso lento regresé a mi habitación, pero me detuve en la entrada para ir a la planta baja. Antes de que yo pudiese seguir mi camino algo llamó mi atención. Una rosa roja estaba sobre mi escritorio.
No pude evitar sonreír y correr hacia ella.
Tomé la rosa —que por cierto, era del rosal que mi abuela tenía en el patio trasero— con mi mano izquierda y la pegué en mi pecho. En ese momento comencé a recordar de nuevo lo que había sucedido la noche anterior.
—Fue mágico —dije mientras me sentaba en la silla que estaba frente a mi escritorio y cerraba los ojos—. Fue hermoso.
Al momento en que abrí mis ojos algo más robó mi atención. Era una hoja doblada a la mitad que se encontraba a lado de una taza bacía, así que sin pensar tomé la hoja para leer.
La letra escrita con tinta negra, era perfecta. Era hermosa.
Al leer no sabía lo que tenía que hacer. ¿Tenía que lloras, reír o gritar? Lo único que pude hacer fue recoger mi ropa del suelo y ponérmela lo más rápido que pude para después salir corriendo de casa.
***Por un momento pensé en tomar el autobús, pero al final decidí en correr. No era una atleta pero sabía que llegaría más rápido si corría.
No me detuve hasta que estuve fuera del edificio café. El edificio donde Camilo vivía.
Abrí la puerta principal y seguí corriendo por todo el pasillo hasta llegar al tercer piso. No me importó que el guardia me hablara.
Desesperadamente toqué el timbre y le di golpes a la puerta. Quería que abriera la puerta rápido.
—¿Mía? —preguntó confundida la mujer que acababa de abrir la puerta.
—Hola —traté de sonreír.
—¿Qué haces... ?
—¿Está Camilo? —con mis ojos lo buscaba desesperada dentro del departamento.
—¿Camilo? ¿Para qué buscas a mi hermano?
—Es urgente. ¿Dónde está?
—Mía, mi hermano no está.
—¿Dónde está? —pregunté desesperada.
—¿Para qué lo nece... ?
—¡¿Dónde demonios está?! —grité.
—Él se fue.
—¿Adónde?
—Fue al aeropuerto.
—¿Al aeropuerto? ¿Para qué fue al aeropuerto?
—Mía, mi hermano se va de aquí.
No sabía que hacer o decir. Simplemente escuchar esa frase me había dejado sin palabras.
Camilo no podía irse. No después de lo que había sucedido entre nosotros la noche anterior.
—No —negué con mi cabeza y di unos pasos al frente para entrar al departamento—. ¿Dónde está Camilo?
—Mi hermano no está aquí.
—¡¿Cómo demonios no va a estar aquí?! —grité—. ¡Sé que él está aquí! ¡Sal, Camilo!
—Mía…
—¡Camilo!
—Mía, Camilo se fue —su voz a penas fue un susurro.
—¡CAMILO! —grité entre llantos.
Camilo no podía irse.
—Mía…
—Él no puede irse. No después de lo de anoche —negué lentamente y me dejé caer en un sofá que estaba cubierto con una sabana blanca—. Camilo no puede dejarme.
—Oh, Mía, eres tú —se sentó lentamente a mi lado y puso su mano sobre mi hombro—. ¿Tú eres la alumna por la que Camilo… ?
—Yo soy la alumna que ama con locura a Camilo —sollocé.
—Mía, sé que esto es duro pero, mi hermano…
—¡No! —me puse rápidamente de pie—. Camilo no se va a ir.
Y sin dejar que la profesora Flor dijera algo más, salí corriendo del edificio para tomar un taxi e ir directamente al aeropuerto. Tenia que detener que Camilo se fuera y me dejara sin él. No iba a permitirle que se fuera sin mí.
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No sé si es amor
Teen FictionCuando el amor es puro y verdadero lo que menos importa es la edad.