—¿Qué vamos hacer ahora? —preguntó Alicia.
—No sé —me encogí de hombros y cubrí mi rostro con mis manos—. No sé que haré.
—Pensemos en algo que nos solucione este problema—habló Lina.
—Mía piensa en algo, eres excelente para pensar en soluciones.
—Toda la noche pensare en algo —tomé mi mochila y me puse de pie—. Ahora vámonos, tengo que ir por Alex.
***
Y así lo hice. Toda la noche estuve pensando en una solución, algo que me ayudara a salir de este problema sin que Camilo o yo saliéramos afectados.
Algo se me ocurriría.
—¿Y ahora por qué la enviaron a dirección, Vega?
—Primero, buenos días directora —me senté en la silla que se encontraba frente a ella—. Y segundo, nadie me envió a dirección. No he hecho nada.
—¿Y entonces a que debo su visita?
—Quiero pedirle ayuda —al ver que me miró raro traté de explicar mejor—. Quiero decirle algo que está sucediendo con uno de los alumnos.
—Muy bien. Hable.
—Bien —tomé aire y comencé a hablar—. Hay un alumno de nombre Víctor Garcia y me está molestando, de hecho me está amenazando.
—Sé quien es Víctor Garcia pero ¿por qué te está molestando y amenazando?
—Víctor a querido que sea su novia desde hace tiempo pero yo me he negado y ahora él me exige ser su novia y si no acepto le dirá a usted que el profesor Camilo y yo nos besamos.
—¡Qué! —dio un pequeño grito y se levantó de su asiento—. ¿Cómo que se besaron? Eso no está permitido.
—No directora, no nos besamos —quería gritarle en su cara que yo lo había besado pero no lo dije—. Nunca haría eso y sé que el profesor Camilo tampoco lo haría.
—¿Entonces por qué el joven Garcia dice eso?
—Como ya le dije, Víctor me amenazo y la amenaza consta en eso. En decirle a usted sobre un beso que nunca paso. Yo sé que es difícil creerme ya que no soy ángel de su devoción pero le pido que me crea y tengo testigos que vieron cuando Víctor me jaló del brazo para amenazarme.
Por unos minutos la directora no dijo nada, sólo daba pequeños golpes a su escritorio.
Yo estaba nerviosa pero no debía demostrarlo, debía estar tranquila para que mi plan funcionara.
—Hablare con el joven Garcia.
—Gracias directora —le di una pequeña sonrisa. Esa sonrisa de nervios.
—Si eso es todo, ya puede retirarse.
Sonreí y me puse de pie. ¡Sí, me había creído! Caminé hacia la puerta pero la voz de la directora me detuvo.
—¿Lina y Alicia vienen con usted? —asentí—. Pídales que pasen.
Volví a asentir y salí de la oficina.
¿Para qué quería a mis amigas? ¿Las iba a torturar para que dijeran la verdad?
—¿Todo bien? —preguntó Lina.
—Eso creo. Sólo que quiere hablar con ustedes.
—¿Con nosotras? ¿De qué?
—Si supiera no estaría nerviosa. Así que vayan y traten de no perjudicarme a Café o a mí.
—Está bien —dijeron las dos y caminaron a la oficina de la directora.
Me senté en una de la sillas y me quedé a hacer lo único que podía hacer... Morirme de nervios, comerme las uñas, esperar a que la directora apareciera por la puerta y gritara un “Está expulsada”.
Tal vez torturaría a mis amigas y al darse cuenta de que mentían... No Lina sabe mentir muy bien, las clases de teatro le sirvieron de algo. Alicia... bueno Alicia no pertenece a la gente que miente y si lo hace sale perjudicando a alguien.
¡Dios! Si tan sólo hubiera tenido todo a la mano ya hubiera encendido una veladora y rezado a todos los santos que existieran.
—¡¿Hiciste qué?! —rápidamente comencé a caminar por toda el aula—. Alicia... No puede ser.
—Lo siento pero la directora estaba haciendo muchas preguntas y no supe que hacer.
—Mía, tranquilízate. Alicia hizo lo que pudo.
—Pero... —me volví a sentar.
—Al menos la directora lo creyó.
—Tienes razón —sonreí y las tomé de la mano—. Gracias por ayudarme, en verdad gracias.
—Para eso son las amigas.
—Ahora tengo que hablar con café y decirle la verdad o al menos la mayoría de ella.
Las clases prosiguieron y yo sólo podía pensar en... ¿Cómo le diría a Camilo que Víctor miró cuando lo besé? ¿Cómo le diría que el besarlo no fue ninguna apuesta y que lo hice porque me gusta? ¿Cómo reaccionaria él ante mi confesión? ¿Se enojaría?... ¿Qué tenia que hacer?
En verdad, creo que hacer que todo mundo dejara de decir que ahora todo es moda era mucho más fácil que solucionar mi problema.
La clase de Camilo era la última así que tenia suficiente tiempo para pensar en un “plan”.
Lo solucionaría, lo sabía. Todo iría bien y con la ayuda de la directora, Víctor me dejaría en paz.
—Muy bien jóvenes, la clase a terminado. Nos vemos mañana.
Todos comenzaron a guardar sus cosas y a salir del aula.
Camilo se levantó de su silla y comenzó a borrar todo lo del pizarrón. De mi parte me quedé sentada en mi asiento y con la mano me despedí de Lina y Alicia.
Era ahora o nunca... Lo que sucediera lo iba a aceptar.
Camilo dio la vuelta y al verme se quedó sorprendido.
—Hola.
—¿Qué hace aquí señorita Mía?
—Yo... Bueno... —contrólate. Me dije a mí misma—. Le quería decir algo.
—Dígame.
Él comenzó a meter sus cosas a su maletín y sin pensarlo me puse de pie y me dije «Ahora o nunca» para dejar salir de mi boca un:
—La directora sabe que lo besé.
Camilo dejó caer sus cosas al escritorio y me miró fijamente.
—¡¿Qué?!
—Un compañero miró esa escena y bueno... Me amenazó con ser su novia y si yo rechazaba se lo diría a la directora. Tuve que ir y decirle yo misma.
—Pero... —se pasó la mano por su cabello y bufó—. ¿Qué te dijo? ¿Qué hará al respecto?
—Ella me creyó que es una mentira de Víctor así que todo está bien. Pero hay un problema.
—¿Qué problema?
—La directora pidió hablar con Lina y Alicia —me encogí de hombros—. Alicia no sabe mentir y al sentirse presionada dijo que usted me está dando clases extras y que por eso estábamos juntos... la directora cree que es verdad. Así qué...
—¿Tengo que fingir que te doy clases? —asentí—. Muy bien, ¿cuando comienzo?
—Eh... Desde hoy.
Sólo me miró y asintió. De mi parte tomé asiento y fingí estar tomando una clase que no existía.
Y así estuve por una semana. Le mentí a mi abuela diciendo que tendría que quedarme dos horas más en el instituto porque quería subir una nota y ella lo creyó.
Dos horas en el instituto, dos horas perdiendo mi valioso tiempo. Dos horas a solas con el hombre más guapo que jamás había visto.
Camilo estaba sentado a un extremo del escritorio, yo al otro. Ambos estábamos sentados en el suelo y si no fuera porque el escritorio nos separaba, se podría decir que estábamos recargados; uno sobre la espalda del otro.
—Cría cuervos y... —desvié la vista de mi libreta y apoyé mi cabeza en el escritorio—. ¿Cuál es la respuesta?
—No puedo decirte, es tu tarea —la voz de Camilo era burlona.
—No es tarea —contesté a la defensiva—. Soy pésima en los refranes, ayúdame.
—Te sacaran los ojos.
—¿Qué? ¿Me sacaran los ojos por ser pésima en los refranes?
—No —pude notar que se reía—. La respuesta es... cría cuervos y te sacaran los ojos.
—¡Yei... ! —sonreí.
Me moví de cómoda posición y extendí mi brazo hacia la dirección de Camilo. Mi mano iba cerrado en un puño y cuando él se dio cuenta de lo que quería hacer hizo lo mismo.
Nuestros puños se juntaron y al momento chocarlos abrimos el puño. Fue algo gracioso, al menos para mí.
—Gracias.
—No agradezcas, para eso soy el profesor.
Le sonreí y me volví a poner en la misma posición. Tomé mi libreta y seguí con la actividad.
—¿Qué es lo que siente una persona al ver a quien le gusta?
—Atracción.
—No. Aquí dice que son cuatro letras.
Nos quedamos en silencio por unos minutos, era obvio que estábamos en busca de la respuesta.
—¡Amor! —gritamos los dos al mismo tiempo.
—Claro —dije mientras escribía la respuesta—. Amor es lo que sienten al momento de ver a la persona que les gusta.
—Sí.
—Creo que dejare ésto por hoy —cerré mi libreta y me puse de pie. Tomé mi mochila y la colgué en mi hombro—. Gracias por ayudarme profe —le dije a Camilo, que se estaba poniendo de pie.
—Por nada.
—Bueno, me voy —sonreí—. Nos vemos el lunes, profesor.
—Hasta el lunes, Mía.
Me dio una de sus lindas sonrisas, yo hice lo mismo y después me di la vuelta y salí del aula.
Bajé las escaleras de dos en dos y así hasta llegar a la planta baja.
En la salida estaba el guardia que como cada día de la semana en la que había tenido “clases extras” me saludaba y con un movimiento de mano me decía adiós.
Me detuve antes de comenzar mi camino y me puse los auriculares. Nada mejor que escuchar tu música favorita mientras caminas hacia la parada del autobús.
Comencé a caminar pero me di cuenta que alguien me seguía... mejor dicho, un auto me seguía.
—Sube. Te llevo a tu casa.
—Gracias pero no.
—Vamos Mía, sube. Hoy estoy de generoso y me ofrezco a llevarte a tu casa.
—Bueno —sonreí y subí al auto—. Sólo porque es mi profe acepto.
Quería decirle que con él me iría hasta el fin del mundo pero me contuve y me puse el cinturón.
En el caminó nos dijimos unas pocas palabras... ¿Para qué ofrecerse llevar en su auto a alguien si no hablara? Y se supone que él odia el silencio.
—Aquí —con mi dedo índice señalé el parque.
—Me ofrecí a llevarte a tu casa y no creo que vivas en el parque.
—Tiene razón —sonreí—, no vivo en el parque pero vivo cerca de aquí. Además, no quiero que mi abuela me vea llegar en el auto de un desconocido.
—Está bien —detuvo el auto—. Pero yo soy tu profesor así que no soy desconocido.
—Para mi abuela lo es, recuerde que no lo conoce.
Los dos sonreímos. Desabroché el cinturón y abrí la puerta.
—Nos vemos el lunes, Camilo.
—Hasta el lunes, Mía.
Pensé que podría resistir pero no fue así. Me di media vuelta y lo besé cerca de la boca.
—Te quiero mucho —le sonreí—. De verdad te quiero.
—Yo también te quiero Mía —sujetó mi mano y me miró fijamente a los ojos—. Te quiero de verdad.
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No sé si es amor
Teen FictionCuando el amor es puro y verdadero lo que menos importa es la edad.