CAPÍTULO... 24.

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Diciembre llegó y era evidente que tenía que nevar.

Yo amaba el invierno, era mi estación favorita. Y aunque muchos lo detestan, yo lo amo. Me gusta el frío. Puedo beber café todo el día y usar mi ropa favorita.
Simplemente el invierno es lo mejor del mundo.

—Hacía mucho que no venía aquí.
—¿En serio?
—En serio. No venía desde que tenía diez años.
—¿Por qué?
—La verdad, no sé. Mis padres dejaron de venir.
—Mmm...
—Sí, mmm... —sonreí.
—¿Sabes algo?
—¿Qué?
—Tu nariz me gusta. Se ve hermosa.

Entrecerré los ojos y traté de parecer lo más seria posible.

—¿Por qué me ves así?
—¿Por qué crees?
—No dije nada malo —se encogió de hombros—. No dije que pensaba que tu nariz era como la de Rodolfo el reno. Roja como granada.
—¡QUÉ!
—¿Dije lo último en voz alta?
—¡Vas a morir!

Rápidamente me agaché y entre mis manos tomé una gran bola de nieve. Comencé a aventarle las bolas de nieve mientras él corría para alejarse de mí.

No me importó que las personas nos miraran del tipo “estos dos están locos”. Yo seguí corriendo tras Camilo mientras le gritaba: “¡Te voy a matar con esta gran bola de nieve!”.


Tal vez corrimos cuatro cuadras antes de que yo pudiese golpear la cabeza de Camilo con una bola de nieve. Al momento en que él dio la vuelta tocando su nuca, yo me encogí de hombros y sonreí.
Corrí hacia él para darle un gran abrazo.

—Te amo —dije al momento de abrazarlo.
—Te amo más, nariz de Rodolfo.
—¡Oye! —me alejé un poco de él y le di un pequeño golpe en su abdomen.
—Es broma —sonrió y me abrazó.

Comenzamos a caminar abrazados por una plaza de nombre “Rilfled”, ahí había todo tipo de tiendas. Era un buen lugar para comprar regalos navideños.

—Me había olvidado de darte las gracias.
—¿De qué? —preguntó, desviando su vista de una vitrina hacia mí.
—Por acompañarme a hacer las compras de los regalos navideños.
—No tienes que agradecer —sonrió—. Eso hacen los novios por sus novias.
—No todos.
—Pero yo sí.
—Tú lo haces porque eres único.
—No soy único, simplemente trato de ser lo mejor para ti.
—¿Ves por qué te amo? Te amo por todo lo que dices.
—¿Me amas hasta por lo que digo en clase?
—Me gusta la materia que impartes —me encogí de hombros—, así que sí.
—Siendo así... te dedicaré todas mis clases.
—Ah no, bueno, ¡que romántico!
—Romántico para mi chica —sujetó mi mano.
—Aunque me dediques tus clases, te amo. Me hace sentir alagada que tus clases sean dedicadas a mí.
—Y te puedo dedicar más cosas.
—¿Así? ¿Cómo qué?
—Canciones.
—Eso me encanta —sonreí.
—¿Y sabes qué es lo mejor?
—¿Qué?
—Que las canciones que te dedique serán escritas por mí.
—¿Escritas por ti? —pregunté confundida.
—Sí.
—O sea, ¿a parte de profesor eres compositor? —asintió—. ¿Por qué no me lo habías dicho?
—No creí que fuese importante.
—Todo lo que tenga que ver contigo es importante.
—Bueno, no creí que lo fuese. 
—Pues ahora lo sabes —solté su mano y di media vuelta para ver a la vitrina.
—Desde ahora te contaré todo de mí.
—Okay —sonreí y después volví a verlo—. ¿También cantas?
—Creo que eso ya lo sabes.

Al momento que me dijo eso, recordé la noche de la fiesta de karaoke. La noche donde él cantó una canción, y recordé que tenía una hermosa voz.

—Es verdad —asentí—. ¿Y sabes algo?
—¿Qué?
—Cantas hermoso. Amo tu voz al cantar.
—Me encanta que digas eso.

Sonreí e hice que mi nariz se arrugara. A Camilo le encantaba que hiciera eso.

—¿Algún día me vas a cantar alguna de tus canciones?
—Claro —asintió.
—¿Cuando?
—Cuando tenga mi guitarra conmigo.
—Okay —di un suspiro y giré para ver la vitrina—. Oye, aquí hay una guitarra —apunté a la vitrina de una de las tiendas y comencé a caminar hacia allá para poder ver la guitarra más de cerca—. Podríamos pedirla prestada y así me cantas una canción.
—No creo que quieran prestarla.
—Lo sé —me encogí de hombros —. Pero es hermosa, ¿verdad?
—Sí.
—¿Te gusta?
—¿Qué?
—La guitarra. ¿Te gusta la guitarra?
—Oh. Sí —asintió—, es una guitarra acústica y de buena marca.
—Deberías comprarla —sugerí.
—Debería, pero ahora sólo traigo conmigo dinero para los regalos de navidad.
—¡Los regalos! —grité—. Debería estar comprando los regalos.
—Es verdad —tomó mi mano—. Vamos a comprarlos o se hará tarde.

Yo tenía que comprar regalos para Alex, mi abuela, Lina, Alicia y Camilo; así que tenía que escoger por quién comenzaría. Decidí empezar por buscar el regalo de Alex; sería más fácil.

No sé si es amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora