—Señorita Vega —carraspeó—, tiene prohibido alejarse del grupo.
Al escuchar la voz de Camilo sonreí y me alejé un poco de Alejandro.
Lo miré y le indiqué que él era Camilo.
—Ven, vamos con las chicas —tomé su mano y entrelacé sus dedos con los míos—. Se alegraran de verte.
Ignorando a Camilo, comenzamos a caminar.
Conforme nos alejábamos de Camilo, algo dentro de mí se sentía extremadamente raro.
Tal vez era la adrenalina que tenía por fingir amor —y besar— a un desconocido.
Nunca creí que eso se sintiera bien.
Camilo merecía eso y más.
—Abrázalas con alegría —dije a Alejandro, antes de llegar a Lina y Alicia.
—¿Qué?
Le hice una cara de “lo haces o lo haces” y él sólo asintió.
Cuando estuvimos frente a mis amigas, Alejandro les sonrió y comenzó a actuar como si las conociera de toda la vida.
Las abrazó, les besó la mejilla. ¡Incluso les ofreció una goma de mascar! ¡Nadie da goma de mascar a un extraño!
Juro que si yo no hubiese planeado esto, creería que son amigos desde siempre.
—¿Y tú eres? —susurró Lina.
—Alejandro.
—Él fingirá ser Frank —me encogí de hombros.
—Mía...
Ahí me di cuenta que Lina comenzaría a darme un gran sermón, y me diría que esto iría mal.
—Lina, acompáñame —rápidamente me puse de pie y esperé que ella hiciese lo mismo—. Ahora volvemos. Te quedas con Alicia.
Caminé esquivando a toda la gente que se cruzaba en mi camino y me detuve hasta que estuvimos en un lugar donde nadie nos escucharía.
—¿Por qué me has traído aquí?
—¿Por qué crees? Lina, ibas a comenzar a darme un gran sermón delante de Frank.
—Él no es Frank.
—Lo es para Camilo y los demás.
—Mía, esto no está bien. Sabes que...
—Sé lo que hago —traté de controlarme. No quería discutir con ella.
—¿Qué le vas a dar a cambio?
—¡¿Qué?!
—¿Cómo le vas a pagar?
Me quedé boquiabierta.
No podía creer que Lina estuviese insinuando algo de ese tipo.
Negué con la cabeza y di la vuelta para irme a la habitación.
—Mía, discúlpame. No quise decirlo.
—Lo dijiste —me volví para verla directamente—. ¡No puedo creer que pienses eso de mí!
—No fue intencional, pero esto que haces no me agrada y lo sabes.
—¿Y crees que a mí me agrada todo esto?
—Conociéndote.
—Solamente quiero darle una lección a Camilo. Quiero que sienta lo mismo que yo.
—Mía —se acercó a mí y tomó mis manos—, sé que todo esto te sigue doliendo; pero entiende, debes salir adelante. Olvídalo.
—No puedo. Yo... Yo lo amo.
—Linda...
Me encogí de hombros y la abracé para poder susurrarle:
—Por favor, no me juzgues por esto.
—No lo hago, sólo quiero que hagas lo mejor.
—Lo sé y te lo agradezco—dejé de abrazarla y me alejé de ella—, solamente quiero que me apoyes de la misma manera en que lo hace Alicia. ¿Lo harás?
—Claro que lo haré, no lo dudes.
—Gracias.
—No agradezcas. Sabes que siempre te apoyaré en tus locuras, aunque éstas sean ideas estúpidas.
—¿Estás diciendo que mis ideas son estúpidas?
—Son las ideas más estúpidamente geniales —sonrió.
—¿Lo crees? —enarqué una ceja, o al menos lo intenté.
—Sí. Siempre terminan funcionando.
—Me gusta saber que mis ideas estúpidamente geniales siempre funcionan.
Lina sonrió y después dejó caer su brazo en mis hombros.
—¿Me dejas decirte una última cosa?
—Sí.
—Trata de no lastimar a nadie con todo esto. Trata de no convertirte en alguien que no eres.
—Lina...
—También trata de no besar tanto a un extraño.
—No juro nada, pero haré el intento.
Ahora fue mi turno de dejar caer mi brazo en los hombros de Lina.
Sonreí y con la cabeza le hice seña de que era tiempo de regresar.
—Pensé que ya no regresarían —dijo Alicia mientras se movía un poco para que yo pudiese sentarme a lado de Alejandro.
—Teníamos muchas cosas que hablar.
—¿Sobre mí? —preguntó Alejandro.
—No, bueno, sí —me encogí de hombros y le di una pequeña sonrisa—. No es nada malo, solamente Lina no cree que sea correcto todo esto.
—¿Por qué?
—Porque...
—Porque no te conocemos —me interrumpió Lina—. No sabemos nada de ti. No sabemos lo que quieres.
—Si piensas que le haré algo malo a Mía, pierde cuidado. No pienso hacer nada más que ayudarla.
—¿Por qué aceptaste ayudarla cuando no la conoces?
—Me contó toda su historia con Café y...
—¡¿Le dijiste todo?! ¡Hasta el sobrenombre! —espetó Lina. Estuvo a punto de ponerse de pie pero la detuve.
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No sé si es amor
Teen FictionCuando el amor es puro y verdadero lo que menos importa es la edad.