CAPÍTULO... 12.

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Había leído una y otra vez cada palabra. No podía creer que Camilo me hubiese escrito eso.
¿Y si era una broma? ¿Y si quería vengarse de mí? Al pensar en esas preguntas la sonrisa que tenia en mi rostro se desvaneció. Pero me dije a mí misma que Camilo nunca haría eso, así que volví a emocionarme y a desear a que la clase de física terminara para poder darle una respuesta. Pero... ¿qué debía responder?

—Mía, ¿a dónde vas? —la voz de Alicia me detuvo.
—Voy al... baño.
—Vamos contigo.
—No —me impresioné al ver lo rápido que contesté y al ver como me miraban seguí hablando—. Prefiero ir rápido a tardar por estar hablando con ustedes.
—Mía...
—Ya vengo —dije y salí corriendo del aula.

Corrí lo más rápido que pude. Bajé las escaleras y me dirigí hacia la sala de profesores como si estuviera corriendo un maratón. Quería llegar lo más pronto posible.

Me detuve cuando estaba a unos pasos de llegar a la sala de profesores y con mucho entusiasmo y nervio, comencé a brincar para ver si en la sala había alguien. Pero fue un intento fallido ya que gracias a mi estatura no podía ver por la ventana.

—Es ahora o nunca —me dije mientras inhalaba aire—. Pasara lo que tenga que pasar.

Antes de dar los pasos que me faltaban para llegar a la puerta pude notar que mis manos sudaban. ¡Claro, estaba nerviosa!
Sin pensarlo más, di los pasos que faltaban y al fondo de la sala pude ver a Camilo, quien estaba tomando sus cosas.

—¿Es verdad? —hablé desde la puerta. Camilo giró rápidamente y al verme sonrió.
—Es verdad, ¿qué?
—Lo que has escrito en esta libreta —elevé un poco la libreta para que pudiera verla—. ¿Es verdad?
—Bueno... —dio un paso y se detuvo para asentir.

Al ver que asintió no pude evitarlo y di un gran grito mientras corría hacia él.
Cuando estuve muy cerca me abalancé hacia de él y lo abracé para después acunar sus mejillas en mis manos y besarlo como una loca.
Mientras mis labios trataban de comer los labios de Camilo pude sentir su sonrisa, lo que hizo que me alejara de él.
Di un paso hacia atrás y lo miré fijamente. Él sólo sonrió.

—¿Cuál es tu respuesta? —preguntó mirándome directamente a los ojos.
—¿No estás mintiendo? ¿No es una venganza hacia mí?
—No tengo porque mentir sobre eso y no soy una persona vengativa —se acercó a mí y acaricio mi mejilla al decir las últimas palabras—. No podría mentir con algo que es importante para mí.
—Bien —di otro paso hacia atrás—. Demuéstrame que es verdad que quieres que sea tu novia.
—¿Cómo?
—No sé —encogí mis hombros—. Tú eres el mayor aquí. Piensa e impresióname.

Me di la vuelta y antes de salir corriendo de la sala de profesores dejé la libreta en una de las mesas.

¿Era verdad que Camilo quería que fuera su novia o sólo quería vengarse? Digo, con todo lo que le he hecho no puedo creer que no piense en una venganza hacia mí. Pero él no parece de ese tipo de personas rencorosas.
¿Y si en verdad me quiere y desea que sea su novia? ¿Sería correcto decir que sí?
Me di unas pequeñas palmaditas en mi mejilla y entré a el aula.

—Prefiero ir rápido a tardar por estar hablando con ustedes —dijo Alicia imitándome—. ¿Por qué tardaste?
—Todos los baños estaban ocupados.
—Ajá.
—¿Cuando les he mentido?
—Nunca.
—¿Entonces? No siempre voy a estar de humor para ir en grupo al baño —sonreí y me senté en mi asiento.
—¿Qué tienes? —preguntó Lina.
—Nada, ¿por qué?
—Tus ojos tienen ese brillo que sólo tienen cuando estás feliz.
—¿De verdad? —fingí que no me interesaba—. Pues no me ha pasado algo que me tenga muy feliz. Tal vez hoy sólo quieren brillar.
—¿Segura, Mía?
—Síp —le sonreí.

Ese maldito brillo en mis ojos.
Desde que era pequeña mis ojos siempre han tenido algo en particular y es un brillo que aparece cuando estoy muy feliz, cuando me siento genial. Ese brillo siempre me echa de cabeza, como ahora. Pero aunque quisiera, no podía decirles nada a mis amigas. No estaba segura si Camilo iba en serio o sólo quiere vengarse.

—Buenos días, jóvenes. Tomen asiento.

Al escuchar la voz mi corazón comenzó a latir a mil por hora. ¡De verdad estaba enamorada de mi profesor!
Debo admitir que las dos horas de la clase estuve sólo concentrada en Camilo. No podía dejar de crear imágenes de nosotros dos.

—Los que ya tengan terminado el trabajo, venga para revisarlo.

En ese preciso momento me concentre y comencé a contestar las preguntas del trabajo.
En pocos minutos ya tenía terminado el trabajo, así que fui a que lo calificara.
Mientras él leía mis respuestas yo mantenía mi distancia. No quería que mis manos comenzaran a sudar.

Me entregó mi libreta y me fui a sentar. Cuando estuve en mi asiento revisé mi calificación pero fue lo que menos importó ya que esa pequeña nota llamó toda mi atención.

« Te espero a la hora de salida en la puerta trasera. »

Leí una y otra vez esa pequeña nota. Al final sólo miré pero el sólo sonrió.

—Muy bien jóvenes, pueden salir.
—¿Vamos a la cafetería?
—Sí. Adelántense, yo ahora voy.

Lina y Alicia asintieron. Comencé a hacerme tonta, según estaba guardando mis cosas en mi mochila.

Cuando la mayoría de mis compañeros habían salido me acerqué al escritorio donde Camilo estaba terminando de cerrar su maletín.

—¿La nota era para mí? —susurré. Él asintió—. ¿Para qué quieres verme ahí?
—Querías que te sorprendiera ¿no? Es lo que trataré de hacer.
—Pero...
—Te voy a estar esperando —disimuladamente acarició mi mano y después salió del aula. Dejándome con la suavidad de su caricia.

¿Para qué quería verme a la salida? ¿En verdad todo era en serio?
Resoplé y sujetando mi mano salí corriendo del aula para encontrarme con mis amigas.

—¿Y? —me preguntó Lina.
—¿Y qué?
—¿No piensas decirnos lo que sucede?
—No sucede nada —me encogí de hombros—. No entiendo qué es lo que quieres que diga.
—Mía, en tus ojos se ve que algo está sucediendo. Algo que te hace feliz.
—De verdad no sucede nada. Saben que todo se los cuento.
—Eso espero.

Sólo sonreí y decidí concentrarme en mi comida y en la historia que Alicia nos comenzaba a contar.

—¿De verdad hiciste eso? —le pregunté a Alicia.
—Sí. Ese chico quería el último chocolate y yo lo había visto primero.
—Pero no creo que sea necesario gritar como una loca y exigir que te de ese chocolate.
—No me iba a quedar sin chocolate.
—Eres una loca, Alicia —sonrió Lina.
—Ahora vengo —me puse de pie.
—¿A dónde vas?
—Voy al baño. Tengo que llamar a mi abuela.

Asintieron y mientras yo caminaba al baño, ellas seguían discutiendo.
Al llegar al baño cerré la puerta y le llamé a mi abuela.

Tenia que decirle que llegaría tarde, así que ella tendría que ir por Alex... ¿Cuál fue la escusa? Fácil. Decirle que iría a la biblioteca para hacer un trabajo y lo mejor fue que me creyó. Sabía que hacía mal en mentirle pero no tenia de otra.

Y bueno... estuve todo el resto de la mañana muy ansiosa y nerviosa. Quería que la hora de la salida llegara. Quería saber que era lo que haría Camilo.


—Nos vemos mañana.
—Nos vemos chicas.

Esperé a que Alicia y Lina desaparecieran de mi vista para yo volver a entrar al instituto.

Corrí por todo el pasillo, tenia que llegar rápido. No quería que Camilo pensara que no me interesaba.

—Pensé que no vendrías.

No contesté ya que estaba tratando de controlar mi respiración.

—¿Para qué me querías ver aquí?
—Para llevarte a nuestro destino.
—¿Nuestro destino? —pregunté confundida—. ¿De qué hablas?
—Ya lo sabrás —sonrió y me tendió su mano—. Ahora vamos.
—Pero...
—No va a pasar nada.

Tomé una bocada de aire y después de pensar por unos segundos, sujeté su mano para que me guiara a su auto.


Todo el camino fui en silencio. Ninguno de los dos dijo nada. Camilo iba concentrado en el camino y yo... bueno, yo sólo pensaba a dónde me llevaba él.

Detuvo el auto frente a un gran jardín. Al verlo rápidamente giré mi cabeza hacia Camilo, quien sólo sonrió.

—¿Es aquí?
—Sí y no.
—¿Cómo que sí y no?
—Aquí es el lugar más no es tu sorpresa.
—¿Mi sorpresa? —asintió—. ¿Que sorpresa?
—No puedo decir. Las sorpresas nunca se dicen o se les quita la magia.
—Bien.
—Confía en mí.
—Lo hago. Sino no hubiera venido.
—Bueno, ahora vamos —me quité el cinturón y cuando estuve a punto de abrir la puerta me detuvo—. Es de caballeros abrir la puerta del auto así que espera.

Asentí y Camilo bajó corriendo del auto.
Me ayudó a bajar.

—Cierra los ojos.
—¿Cerras los ojos? ¿Para qué?
—Para que no veas nada de la sorpresa —lo observé fijamente—. Confía en mí.
—Lo haré.

Cerré mis ojos y Camilo tomó mi mano para guiarme por todo el jardín.
Deseaba abrir los ojos y ver hacia donde me llevaba pero me aguanté las ganas.
Camilo debes en cuando me decía un: “No mires” o “no abras los ojos”. Yo sólo sonreía y negaba con la cabeza.

—Hemos llegado. Puedes abrir tus ojos.

Los abrí lentamente y en un principio pensé que mis ojos no se habían acostumbrado o simplemente me había quedado ciega.

—No veo nada, está oscuro.

No contestó y lo único que escuché fue el ruido que provocó al chasquear sus dedos. Ruido que provoco que toda la habitación se iluminara.
Toda la habitación estaba llena de velas con olor a manzana. Una mesa circular estaba al centro de la habitación. Una canción de Camila —sólo para ti— se escuchaba y al fondo un gran cartel que decía:

«¿Quieres ser mi novia?»

Esto era hermoso. Era perfecto.
Pude sentir algo correr por mi mejilla, una lágrima. La sequé y di la vuelta para ver a Camilo, quien me extendió la mano.
En cuanto la tomé, él la presionó y me jaló para pegarme a su pecho y comenzar a bailar al ritmo de la canción.

Su perfume olía de maravilla y verlo tan de cerca era perfecto.
¿A caso era correcto estar aquí? ¿Quería estar con él?
No sabía a ciencia cierta las respuestas, lo único que sabía que Camilo era lo que siempre había buscado en un chico.

—Sí —alcé mi cabeza para poder verlo—. Sí quiero ser tu novia.
—Gracias por dar un sí —acarició mi mejilla—. Gracias.

Se inclinó hacia mí y al ritmo de la canción seguimos bailando mientras nos besábamos con dulzura.

No sé si es amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora