Capítulo 17:Hijos del Fuego

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Recortado en el horizonte en la madrugada del duelo entre Alakina y Koggar, apareció un jinete de hectodragón.
El clan Mistral se había levantado temprano, nervioso por lo que estaba por venir, deseando ver a una Alakina recuperada al completo de la fiebre y la fatiga. Los pocos que seguían durmiendo fueron despertados por los cuernos de los vigías que habían avistado al jinete. Kachess y Lunt se despertaron con aquél sonido y salieron de su tienda entre bostezos, pues el sol apenas acababa de salir. Apenas habían avanzado unos pasos fuera de la tienda cuando Linari apareció silenciosamente junto a Kachess, frotándose los ojos con cara de dormida.

-Buenos días, Linari –saludó distraídamente Kachess a la niña.
Linari se limitó a dar un gran bostezo como toda respuesta.

-¿Qué ocurre, Riban? –preguntó Lunt al Lanson.

-Aquél de allí es Nemrazul Rompetormentas, líder del clan Auster–explicó Riban, señalando al jinete con el ceño fruncido-. Era la segunda opción por detrás de Koggar para liderar nuestros clanes antes de que Alakina se hiciera con el poder, y fue la mayor oposición al clan Ikari durante mucho tiempo. Ahora tal vez este demasiado mayor para ser una amenaza real, pero sigue siendo más fuerte que cualquiera de los demás líderes.

-No parece que os alegréis mucho de verle por aquí, a juzgar por vuestros rostros –observó Lunt.

-Es difícil –confesó Riban-. Nemrazul respeta la figura de Koggar y le apoya en todo. Sin embargo, con Alakina... Deberíais haber visto su rostro cuando Koggar perdió ante ella. Para empeorar todavía más las cosas, Alakina mandó a su clan al Yermo, la peor parte de nuestras tierras, abriendo una herida en el orgullo de Nemrazul que no ha hecho más que crecer. Apuesto a que debe estar deseando una victoria de Koggar para optar a unas tierras mejores para su pueblo y así poder devolvérsela a Alakina. Nadie quiere quedarse en los Yermos.

Kachess no podía culparle. Pese al cariño que había cogido al clan Mistral en aquellos pocos días, no podía más que seguir deseando una victoria de Koggar para poder organizar los clanes de una vez por todas. Parecía que Monardos y Leridian todavía no habían cruzado la frontera, pero nadie sabía cuándo podían atacar. Y las cosas no iban a ser fáciles si les cogían con la guardia baja.
Cuando Nemrazul llegó al campamento, sin embargo, comprendió la hostilidad de los demás Lanson. El líder del clan Auster tenía una larga melena sucia y grasienta que caía en cascada a los lados de su pálido rostro, oculto bajo una rizada y negruzca barba de chivo. Sus ojos negros estaban inyectados en sangre, rodeados de arrugas a causa de la edad y unas hinchadas bolsas negras que le hacían parecer estar de mal humor todo el tiempo. A diferencia de los demás Lanson, que vestían ropas y telas ligeras, Nemrazul vestía un largo chaquetón negro hecho con escamas de hectodragón que le cubría brazos y piernas, cumpliendo así además la función de armadura a causa del duro material que cubría su cuerpo. De su espalda colgaba un amenazador mandoble con la hoja poco uniforme a causa del material que estaba hecho: colmillos y garras de wyvern. El propio hectodragón que montaba también era una bestia terrorífica, con escamas de color carmesí y una larga cola plagada de púas negras. Raharo, el hectodragón de Alakina, salió corriendo al olfatear la presencia del otro hecodragón, grujiéndole y abriendo mucho las alas en forma de amenaza. La montura de Nemrazul dejó ir un fuerte soplido por sus fosas nasales, pero se mantuvo en su sitio.

-No pierdas el tiempo con ese lagarto con alas, Titania. Tomate un buen descanso –dijo Nemrazul mientras se bajaba de la espalda de su hectodragón, dándole un par de palmadas en su lomo.

"Titania. Es una hembra", se sorprendió Kachess. No sabía mucho sobre hectodragones, no esperaba que una hembra como Titania pudiera ser más grande que Raharo, aunque tenía la cabeza y los ojos un poco más alargados que su contraparte masculina. No era muy común entre los demás animales que las hembras fueran más grandes que los machos.
Titania se dirigió con tranquilidad hacia el río a beber agua, seguido por Raharo, quién no dejaba de gruñirle. La hectodragón le ignoró por completo mientras agachaba la cabeza para beber del agua del río.

Crónicas del Aprendiz de Mago II: La sombra del videnteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora