-¿Cómo se encuentran? –preguntó una voz masculina
-El chico y el Capamalva despertarán pronto, pero Daeros...-respondió la voz de una chica.
-Ni siquiera él puede enfrentarse a Alvis. Es una suerte que hayamos podido traerlo de una sola pieza.-Sí, ha sido una suerte.
Silencio.
-¿Qué vas a hacer ahora? -preguntó la voz femenina.
-Voy a ayudar a los demás. Un bárbaro, una Capaverde y dos Caparojas están huyendo de los Khayam, pero no lo lograrán sin mi ayuda. También me ha parecido ver a Sharlow, pero él conoce estas montañas tanto como los propios Khayam. Se las apañará.
Otro silencio.
-No deberías ir... -comenzó la chica.
-No, no debería. Pero ya están aquí y no puedo dejarlos a su suerte.
- Ya hemos malgastado parte de nuestras reservas de medicinas en ellos. Nadie ni nada te obliga a ayudarlos –insistió la chica-.
-Mi sentimiento de culpa si no consiguen huir de estas montañas. ¿No es suficiente? –dijo el chico con un tono que no daba lugar a replica.
La chica chasqueó la lengua, claramente frustrada por la actitud de su compañero.
-Prométeme que no intervendrás si Alvis ya los ha capturado.
-Lo prometo –aseguró el chico.
El sonido de algo pesado arrastrándose resonó seguido por su propio eco, para volver a repetirse segundos más tarde, esta vez con un golpe seco al final.
Nolan abrió los ojos. Sentía el cuerpo extremadamente pesado, como si cada una de sus extremidades estuviera vacía de energía. Tardó en lograr enfocar la vista, y mucho más en lograr razonar nada. Estaba tumbado en una incómodo lecho de paja bajo un techo natural de roca. "Una cueva", comprendió al instante. Cuando logró girar la cabeza a su izquierda, vio otras dos bultos más a su lado, iluminados por candelabros de fuego de fénix azul al fondo de la cueva. En una de ellas se encontraba un hombre que le resultaba familiar. "Rael, el Capamalva que me acompañaba... ¿Pero a dónde?". En la otra camilla había otra persona con el rostro cubierto por las sombras. "¿Daeros?". Haciendo un gran esfuerzo, logró girar la cabeza hacía su derecha. Aquella parte estaba mucho más iluminada, ocupada por dos camas bajas, montones de barriles, una mesa y una silla hechas de madera, y más candelabros sosteniendo aquella llama azul. Sentada en la silla, machacando algo con un mortero en un cuenco de madera, había una chica con una larga y frondosa melena de color azul claro, pero era difícil asegurar si era una Eorian o tan solo era un efecto de aquella luz producida por los candelabros. Nolan se la quedó observando un buen rato, sintiendo la boca pastosa y la cabeza nublada.
-Vaya, ¿ya te has despertado? Tienes una cabeza muy dura, chico –dijo la chica al acabar de pulverizar lo que fuera que estuviera aplastando en aquel cuenco.
Nolan abrió la boca e intentó decir algo, pero fue incapaz de vocalizar ni una sola palabra.
-Lo siento por esto –se disculpó la chica, acercándose hasta él con el cuenco en la mano-. No soy muy buena sanadora, la verdad, así que he tenido que daros un poco de polvo de raíces de mendibia. Ayuda a aliviar cualquier contusión, pero sus efectos secundarios dejan mucho que desear. Dentro de un rato te encontraras mejor, solo hay que...
- Agua –logró pronunciar Nolan al fin.
La chica se sorprendió al ver que su paciente ya podía hablar, pero fue rápidamente a llenar una taza de un barril lleno con agua y acercó el vaso a Nolan, que bebió con avidez. Nolan se incorporó al instante, y aunque sentía un enorme dolor en la cabeza logró mantener la compostura.
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Crónicas del Aprendiz de Mago II: La sombra del vidente
FantasiCon la inminente guerra entre Monardos y Lanson en el sur y con la omnipresente amenaza de los Khayam en el norte, la estabilidad de Gea pende de un hilo. Balwind y sus amigos deberán enfrentarse a poderosos enemigos y situaciones que nunca habrían...