Capítulo 34: El poder de la nobleza

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Ante la visión del aura oscura, Johan no titubeó:

-¡Hay que atacar!¡Este el momento que estábamos esperando! -dijo al instante a Reks.

Tomando las riendas de su montura, Reks asintió con la cabeza.

Sin más demora, Johan tomó el amplificador entre sus dedos y dio una nueva orden:

-¡Magos y caballeros de Someland, es nuestro momento de atacar! No debemos dejar que les rodeen. Una vez nos unamos a ellos deberemos cargar con todas nuestras fuerzas en busca de los Khayam. ¡Adelante!

Deseosos de unirse a la batalla, los magos cumplieron la orden con avidez. Las vistosas capas rojas, azules y moradas avanzaron tanto a pie como a caballo hacia la batalla, dispuesto a enfrentarse de nuevo a la horda de enemigos que tanto ellos como los mercenarios había aniquilado anteriormente. Los arqueros les siguieron de cerca, dispuestos a rematar con sus letales proyectiles a las masas de enemigos.

Por último, los nobles caballeros de Someland también obedecieron la orden, aunque a un ritmo distinto. Incapaces de permanecer desapercibidos, varias trompetas acompañaron el trote de los jinetes, cargando con orgullo los estandartes de sus casas. Pero al fin iban a entrar en batalla, y eso era todo lo que Johan quería ver.

Y, por supuesto, él también iba a unirse a la lucha.

-Vamos -dijo a sus compañeros, guardándose el amplificador de nuevo en el bolsillo, aunque dudaba que tuviera que volver a utilizarlo-. Debemos unir fuerzas con Daeros y abrir la mayor brecha posible. Los bégimos deberán ser nuestro primer objetivo.

-¡Erina, allá voy! -dijo eufórico Seth, alzando su espada.

Sin esperar a los demás, el general salió cabalgando a toda velocidad hacia la batalla, adelantando a los demás caballeros de Someland por el camino.

-Gale, tú ocúpate de mantener la defensa -dijo Johan al noble.
Gale asintió con la cabeza. Haciendo caso al plan establecido, la mayoría de alumnos Capaazul y Capamalva de primer y segundo año se habían quedado fuera de la lucha, reforzando lo mejor que podían la barrera que todavía seguía en pie.

-Eso está hecho. Si consiguen derribarla nos uniremos a vosotros de seguida -prometió.

-Entonces no tardaremos en vernos de nuevo -le aseguró Reks.

-Eso me temo -replicó acongojado el noble.-. ¡Suerte a ambos!

Sin tenerlas todas consigo, el noble tiró de las riendas y fue a unirse a los jóvenes estudiantes.

Por primera vez desde que la batalla había comenzado, Johan notó como los nervios le abandonaban. Sin los magos y arqueros disparando a mansalva, hubo un extraño pero agradable momento de paz. Johan notó la fría brisa que soplaba desde el norte, así como los débiles rayos de sol que calentaban su piel. Su caballo agachó la cabeza, arrancando un matojo de hierba con calma.

Reks le observó de reojo.

-¿Listo?

Johan asintió con la cabeza.

-Listo.

-Una vez ahí dentro no podré cuidar de ti -advirtió.

Johan alzó una ceja.

-No recuerdo haber pedido tu protección...maestro.

-Digamos que Rutger no estaría demasiado contento de saber que estás tan cerca de los Khayam. Así que será mejor que no te ocurra nada o tal vez las cosas se compliquen -confesó.

Crónicas del Aprendiz de Mago II: La sombra del videnteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora