Capítulo 38: Fuerzas arcanas

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Con un rugido que hizo temblar la tierra, Laina terminó su transformación.

El cuerpo de la pequeña Khayam era ahora el de una dragona grande y robusta, con su titánico cuerpo cubierta por escamas de un tono cobrizo oscuro. Su tamaño era colosal, el mayor que Johan había visto jamás en ningún otro ser vivo, siendo incluso más grande que dos bégimos juntos. De hecho, la cabeza del caballo en el que la Khayam había llegado ni tan siquiera llegaba a las rodillas de las gruesas patas de la bestia, terminadas en unas zarpas oscuras del tamaño de un hombre alto. Su cuello era ancho y grueso, rematado por una gigantesca cabeza reptiliana cubierta de cuernos dorados que protegían el cráneo, tan grande como para poder tragar a una persona de un solo bocado.

Los ojos eran de un brillante tono amarillo, similar a los de un gato, cubiertos por unas escamas tan duras como las que cubrían el resto de su cuerpo. Sus mastodónticas alas, lo suficientemente grandes para aguantar su enorme su peso, tenían su nacimiento cerca de sus musculados hombros, batiéndose furiosamente. A causa de la dolorosa transformación, los gritos de dolor de Laina habían dado paso a atronadores rugidos que resonaban por todo el campo de batalla. Su cola se retorcía de un lado a otro en el aire, levantando la tierra y provocando profundos surcos en el suelo a cada coletazo. Finalmente, Laina alzó su cabeza de reptil y una llamarada anaranjada salió de entre sus fauces, alzándose casi unos diez metros de altura.

Tras esa exhibición de poder, la dragona se sentó sobre sus patas, abriendo mucho sus alas. La roja membrana de las alas de la dragona quedó expuesta bajo la luz del sol, a la vez que Laina batía sus alas. Haciendo un gran esfuerzo, la dragona se puso en posición vertical, revelando su auténtico tamaño: casi veinte metros de longitud repletos de músculos y de huesos del tamaño de una vaca cubiertos por las escamas más duras de Gea se alzaron en su máxima esplendor, batiendo las alas furiosamente con el objetivo de alzar el vuelo. A cada aletea una gran fuerte ráfaga de aire levantaba una nube de pequeñas piedrecitas y tierra, hasta que finalmente la dragona inclinó el torso y se elevó lentamente en el aire.

Volando a ras del suelo, Laina se dirigió al encuentro del ejército de Someland.

Aterrado, Johan buscó a Kamahl con la mirada entre el campo de batalla, pero el caos de la batalla le impedía ver nada: el choque entre ambos ejércitos sin el uso de la magia había dado lugar a una encarnizada batalla a cara de perro, con los caballeros de Someland liderando al fin la carga del ejército, manteniendo a raya a las bestias de Keifu y los no-muertos gracias a sus elaboradas armas y armaduras mágicas.

-¡Cargad, cargad!
Johan vio a lord Culbert dirigir un grupo de jinetes hacia la batalla. El veterano caballero parecía estar agotado, pero predicando con el ejemplo, él mismo fue el primero en cargar.
Mientras, Laina se acercaba.
-Maldita sea -masculló Johan al verla. Casi podía sentir el sonido de las grandes alas de la dragona crear aquellas enormes ráfagas de aires que le ayudaban a mantenerse en el aire.

Desesperado, volvió a la vista hacia la retaguardia. Allí a lo lejos. Belren y Seravina'Lassaz habían comenzado su duelo, pero el Capaazul todavía no había podido desactivar el sello mágico de la nigromante. Seth, Nadim y el grupo de caballeros que había enviado presentaban dura batalla contra los refuerzos de los Khayam, pero eran ampliamente superados en número, por lo que pronto deberían reunirse de nuevo con el grueso del ejército. Por desgracia, Belren parecía necesitar más tiempo.

Un rugido hizo temblar la tierra.
Laina cada vez estaba más cerca. Las membranas de sus alas brillaban rojas a contraluz del sol, remarcando los huesos y venas que las recorrían.

Pero ella no era el único peligro. No muy lejos de la batalla principal, una gran columna de relámpagos se alzó en el aire, bloqueada por una ráfaga de llamas: Reks, en la cabeza del ejército, se las estaba viendo con Alvis, mientras Kamahl se batía en duelo contra Kaelin, apoyado por Merac'Meran. El demonio estaba obsesionado con Kaelin, persiguiendo con furia desbocada al ángel, ignorando los ataques del pequeño Khayam y acabando con toda bestia y no-muerto que se interponía a su paso a base de espadazos y fuego.

Crónicas del Aprendiz de Mago II: La sombra del videnteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora