Capítulo 22:Expiación

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Johan cruzó con decisión la puerta que separaba la parte noble de Someland de los suburbios, ahora más vigilada que nunca. Tanto el arco de entrada como la calle principal se encontraban repletas de guardias y soldados que él mismo había mandado colocar para intentar controlar el frenesí asesino de los Tamoth. Para ello había mandado soldados serios y disciplinados, capaces de actuar con eficacia ante cualquier intento de rebelión.
Ninguno le reconoció. De hecho, la mayoría no sabía que aspecto tenía, ni cuál era su hombre. Obedecían y ofrecían sus vidas a cambio de un pobre suelo, tal y como habían hecho con el antiguo rey y tal como hacían ahora, sin llegar a ver nunca el rostro de uno ni del otro. Así de poderoso es el dinero.

Ya en los suburbios, el rey de Someland pasó entre sus hombres sin llamar la atención y torció hacia su izquierda, internándose en una calle poco iluminada. Allí eran los vecinos quienes, armados con antorchas y con todo aquello que pudieran tener a mano –mazas, cuchillos y en raras ocasiones, espadas viejas y magulladas-, intentaban protegerse de los nuevos peligrosos y radicales adeptos de los Tamoth que plagaban la ciudad.

Y es que desde la aparición de Kaelin que no había rincón sin un nuevo adepto. Muchos habían oído las palabras del ángel y las habían tomado la Verdad, cómo si Kaelin fuera en realidad Djovan, el demonio prometido, y este les hubiera hablado directamente a ellos. ¿El resultado? Cientos de locos y asesinos con un camino que seguir, hombres sin corazón ni escrúpulos de ningún tipo que habían terminado por lanzarse a las calles en busca de vidas humanas para complacer a esos dioses de los que nunca habían oído hablar y que no habían podido ver. No tenían nada, no amaban nada, y nadie les odiaba tanto como ellos mismos; y aun así se aferraban con todas sus fuerzas a la promesa de seguir con sus miserables vidas como sanguijuelas a un cuerpo pútrido y sin vida.
Johan miró disimuladamente a sus espaldas mientras cruzaba ante los desconfiados vecinos de los suburbios. Vio como una conocida figura le seguía desde una distancia prudente. Volviendo la vista al frente, siguió calle abajo, hasta adentrarse en una callejuela sin luz.
No tenía miedo. Johan conocía aquellos recodos al dedillo; había pasado una vida entera en ellos, recorriéndolas de noches de taberna en taberna, ocultándose cada vez que se metía en problemas por algún pequeño hurto o pelea.

Pero esta vez era diferente. Tampoco tenía miedo a las peleas: sabía de lo que era capaz y del poder que albergaba. Cualquier matón que le asaltara acabaría asado antes ni siquiera de poder acercarse a un metro de él. Pese a encontrarse en un lugar tan peligroso, Johan nunca se había sentido más seguro. Con la cabeza en alto, continuó caminando con paso decidido por aquél oscuro callejón apenas iluminado por la luz de la luna.
Volvió a mirar hacia atrás: la figura no había aparecido. Johan aminoró el paso, hasta que segundos después aquella sombra volvió a aparecer, adentrándose también en la oscuridad. Johan volvió a acelerar el ritmo, saliendo del callejón para adentrarse en otra calle un poco más amplia, iluminada por otra brigada de vecinos que miraron sin saberlo a su nuevo rey con desconfianza.

-Buenas noches –saludó de buen humor Johan.

Uno de los vecinos saludó con un seco movimiento de cabeza, alzando una pala en gesto de desconfianza. Johan pasó por su lado sin hacerle mucho caso.

Tras recorrer un par de callejones más, siempre seguido por aquella lejana figura, llegó hasta su objetivo. Podría haber andado aquel recorrido con los ojos cerrados de haberlo querido. Allí se encontró con un hombre encapuchado, tapado de cuerpo entero por un manto raído de color marrón con la espalda apoyada contra una pared, y un par de matones haciendo guardia delante de la puerta de una taberna. Johan pasó por delante del encapuchado sin tan siquiera echarle un vistazo y se dirigió directamente hacía la puerta de la taberna. Uno de los matones lo aturó colocándole una mano en el pecho.

Crónicas del Aprendiz de Mago II: La sombra del videnteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora