Capítulo 26:¡A las armas!

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Johan escuchó la primera de las campanas repicar segundos antes de que una decena de ellas se unieran a la primera. Sentado al borde de la cama, mirando el suelo con las manos entrelazadas entre ellas, el monarca dejó pasar el tiempo mientras la ciudad comenzaba a despertar Johan ya llevaba horas listo, vestido con ropas sencillas y cómodas para la lucha. Su mirada apenas se desvió del suelo para echar una fugaz mirada a la ventana: el sol apenas había salido todavía, aunque se alegraba de ver que se iba a tratar de una mañana clara y despejada. Tras aquél breve vistazo volvió la vista a la nada, incapaz de procesar ningún pensamiento.

Mientras seguía en aquella posición, alguien golpeó con fuerza la puerta de su dormitorio.

-¡Vamos Johan!¡Despierta! -dijo una voz que reconoció como la de Reks.

Tomando aire, Johan disfruto de los últimos segundos de calma que todavía habitaba en el interior de aquél dormitorio. Pese al insistente sonido de campanas y trompetas que provenía del exterior, Melanie todavía dormía en su lado de la cama. Johan la observó mientras se sujetaba la espada de mitrilo que los Varion le habían regalado en la cintura.

-No tardaré -murmuró casi para sí mismo antes de salir de la habitación.

Melanie ni siquiera lo escuchó, acostumbrada a un sueño profundo mejora con la practica en los años en la taberna de Sonia.

-¡Vamos, vamos! -le apresuró Reks en cuanto salió.

El Caparoja iba ataviado con su armadura blanca, armado con la alabarda de Frederick en su espalda. Reks le colocó en las manos una rebanada de pan mientras tiraba de su brazo.

-No vamos a tener mucho tiempo para comer, así que aprovecha -le advirtió mientras recorrían los pasillos a toda prisa.

-¿Los has visto?¿Ya están ante las murallas? -preguntó Johan, dando un gran bocado a la rebanada sin dejar de correr.

-Todavía no, pero Sharlow ya ha dado el aviso. Tenemos poco más de dos horas para prepararnos -le explicó Reks.

Ambos bajaron las escaleras del castillo, saltando los peldaños de dos en dos. El interior era un caos absoluto: soldados a medio vestir corrían de un lado a otro, en busca de órdenes que cumplir y de sus armas, mientras los nobles se asomaban con el rostro pálido, quietos como estatuas sin saber muy bien que hacer. Lord Olmer se acercó hasta ellos para quejarse de algo, pero Reks le apartó con un ademán.

-¡Ahora no hay tiempo para tus tonterías! -le espetó Reks para sorpresa del noble, quién se quedó allí plantado con la boca abierta por la indignación.

Johan estaba demasiado nervioso como para reírse del noble. Al salir del castillo notó la mordedura en la piel del incipiente frío invernal. Ante la puerta del castillo le esperaban Gale y Seth, con el caballo blanco de Reks y un semental oscuro ensillado para Johan.
Al verlos salir, Seth intentó lanzar disimuladamente un botellín a sus espaldas.

-Maldita sea, Seth. ¿Ni tan siquiera hoy vas a hacer una excepción? -le recriminó Johan al notar el hedor a alcohol del general.

-Cualquier día menos hoy -rebatió Seth-. ¿Quieres un poco? Te calmará los nervios -añadió inocentemente, sacando una petaca de una de las alforjas de su caballo.

Johan negó con la cabeza, pasando por el lado del general para montar en su caballo. Seth se encogió de hombros, dio un largo trago a su petaca y montó animado de un salto.

- Según Sharlow, los Khayam vienen por el lado este. ¡Vamos!

-Tal y como imaginábamos -suspiró aliviado Johan al ver que una parte de sus planes seguía intacta.

Crónicas del Aprendiz de Mago II: La sombra del videnteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora