Capítulo 20:Preparativos de guerra

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El sol comenzaba a esconderse tras las montañas cuando Nolan y los demás llegaron a la frontera entre los Khayam y Someland, donde se encontraron con un grupo de cuatro jinetes armados con antorchas. En cabeza de la avanzadilla se encontraba Marcelau, el líder de la fortaleza de Belhaven, quien cabalgó junto a sus hombres al verlos.

-¡Al fin os veo! Temía que no fuerais capaces de volver. ¡Y habéis logrado salvar a la chica!–dijo sorprendido al ver a Marion agarrada del brazo de Nolan.

-Yo también me alegro de verte, ¿pero cómo conocías de nuestra llegada? –preguntó extrañado Daeros ante el recibimiento.

Una sombra cubrió el rostro de Marcelau.

-Nos llegó un mensaje desde la capital. Parece ser que los Khayam se han puesto en marcha. El momento que más temíamos... -Dijo con la mirada perdida-. Íbamos a enviar exploradores a buscaros, pero veo que al final todo os ha ido bien.
-Así es. Aunque contamos con una ayuda inesperada: Belren está escondido en las montañas, en una cueva que el mismo ha ocultado a los Khayam –explicó disgustado Daeros por no haber podido convencer al mago-. Conociendo sus dotes como Capaazul, estoy seguro de que nunca encontraran la cueva en la que se encuentra.

Marcelau abrió mucho los ojos ante aquella información.

-Así que ahí estaba. Pero no lo entiendo, ¿se esconde de ellos o de nosotros?

-De ambos. No quiere participar en la lucha. Millie está con él, y solo hace más que alimentar su locura –respondió el maestro superior Caparoja de mal humor.

-Es una lástima. Pero si esa su decisión, habrá que respetarla –dijo pragmático Marcelau, quién precisamente había sido escogido capitán de Belhaven por su capacidad para mantenerse firme ante las adversidades-. Aunque me hubiera gustado tenerlo entre nuestras filas –añadió de todos modos.

-Tal vez podría haberle convencido con más tiempo, pero sentía que debíamos de volver lo antes posible –suspiró Daeros.

-Y has hecho bien. Debéis de estar cansados –dijo al ver el lamentable aspecto del grupo, pues habían perdido sus monturas en el ataque inicial de los Khayam y habían tenido que volver a pie y sin apenas provisiones-. Vamos, preparemos algo de comer mientras me contáis los detalles de la misión y todo lo que hayáis visto sobre el ejército Khayam.
Cada uno de los miembros del rescate montó junto a uno de los guardias, quienes les llevaron hasta Belhaven.

Nolan frunció el ceño al no ver luces ni ver rastro de actividad detrás de las murallas. Tan solo dos guardias guardaban la entrada sin muchos ánimos. Al adentrarse en la ciudad-fortaleza, Nolan quedó sintió que algo malo ocurría: Belhaven, el primer bastión ante los Khayam, estaba completamente vacía cuando más se la necesitaba.
Dentro de las muralla no había ni una sola antorcha ni salía luz de ninguno de los múltiples edificios que tan vivos habían estado el día en que se habían reunido allí por primera vez. No había ni rastro de vida excepto por los hombres de Marcelau y ellos mismos.

-¿Qué ha pasado?¿Y los demás? –preguntó Dorovan, contrariado ante aquella heladora oscuridad.
Nolan llevó disimuladamente su mano hacia su hacha, mirando fijamente al líder de la ciudad abandonada.

-La Hermandad quiere presentar batalla en la capital, por lo que nuestras fuerzas ya se han movilizado para unirse al grueso del ejército –explicó Marcelau, desmontando de su caballo con tranquilidad. Marcelau entregó las riendas a uno de sus hombres, quién fue tomando las riendas mientras todos desmontaban de sus monturas-. Vamos, por aquí.

Marcelau se adentró en el edificio central, una ancha torre con dos campanas en su cima. Con un chasquido, el mago encendió varias antorchas que cubrían las paredes, así como varias velas colocadas por una sala de reuniones que hacía las veces de comedor.

Crónicas del Aprendiz de Mago II: La sombra del videnteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora