Asalto XIX: Erased Universe.

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Sin darse cuenta, Silford cayó en un profundo sueño. "Escapa." "No eres digno." "Este no es tu lugar." "Ellos te odian, ódialos a ellos." Una siniestra voz resonaba en la mente del pequeño niño. — ¡Aaah! — Silford se levantó de sopetón, sudando y jadeando con fuerza ladeando su cabeza de lado a lado, buscando el origen de su voz.

Quizás solo era su imaginación, hoy había sido un día pesado como siempre... vamos, como todos los demás días.

Silford salió de la habitación, caminando por los largos y anchos pasillos con sus pies descalzos finalmente llego al salón del heredero, aquel salón donde se hacía homenaje a todos los herederos del trono de Haidemhalt.

Docenas de gigantescos cuadros, todos llevaban a uno solo, al de su padre, el padre de Silford era una persona amigable y pacífica, quizás no era su culpa del todo tener que dejar a Silford de lado.

De todas maneras Johaness es quién en un futuro se encargaría del castillo, pero... ¿Por qué? ¿Por qué decidir de manera tan cruel destinos tan separados? Claro, Silford en un futuro tendrá que esforzarse por sus propios logros, pero en cambio Johaness tiene todo asegurado.

Quizás hubiese sido mejor ni siquiera nacer. — ¡Maldición! — El pequeño niño de 9 años golpeó fuertemente el suelo mientras de su cara desbordaban lágrimas, desde pequeño lo habían criado para no ser más que un ciudadano más y si no al menos la mano derecha del rey. ¿Qué lo hacía tan diferente? Eran iguales, físicamente, psicológicamente, incluso en gestos, la forma de comer, la forma de reír, Johaness era Silford y Silford era Johaness.

— ¡Maldición! — Silford empezó a retorcerse y revolcarse. — ¡¡Maldición, maldición!! — ¿Por qué? Mamá, papá... ¿Qué hice mal? ¿Por qué soy diferente? Cada vez Johaness estaba más y más lejos, y el pobre Silford se hundía más y más... — ¡¡¡Maldición!!! — El chico explotó en rabia, liberando una extraña luz rosada desde sus ojos y boca y acto seguido un rayo de la misma tonalidad que destrozo todo el salón y desintegro las paredes dejando ver el patio del mismo Castillo.

¿Qué había pasado? ¿Esto era magia? — ¿Silford? — Una dulce voz resonó en los oídos del niño, una dulce voz que tranquilizo todo ese odio interior. — ¿Mamá...? — Cuando la vista le volvió, Silford deseo jamás haber vuelto a ver pues la imagen que presenciaba en ese momento le marco toda su vida. — Sil... — Su madre, quién consciente del estado mental de su hijo se quedó despierta vigilándole se encontraba allí, la mujer escupió un chorro de sangre y entonces poco a poco su mirada se fue perdiendo hasta que sus parpados cayeron.

Como una puerta que arrojaron al cerrarla, el cuerpo de la mujer cayó con un golpe seco que resonó en todo el castillo, la reina Bellesaire yacía inmóvil en el suelo con un gigantesco hueco en su abdomen del cual se esparcía un exagerado charco de sangre.

— Ma...— La mirada horrorizada del niño hizo acto de presencia, pues él era consciente, era consciente de su crimen, Silford ahora sabía con certeza cuál era su pecado. — ¡¡¡MAMÁ!!! — En un desgarrador grito Silford se dejo caer sobre sus rodillas rompiendo en llanto, un llanto que despertaría a cualquier alma en kilómetros.

¿El pecado de Silford? No fue nacer dos minutos después, el pecado de Silford fue simplemente nacer.

Cuando el rey Johaness y sus guardias llegaron al lugar ya era demasiado tarde, Silford había desaparecido, escapó sollozando al bosque, perdiéndose entre la espesura.

A ojos del rey y el reino entero, un enemigo no identificado había entrado y asesinado a Bellesaire y secuestrado a su hijo menor, era la verdad para todos, menos para un caballero en especifico.

La Cruzada: El chico de las Estrellas.Where stories live. Discover now