Capítulo 4 - Guerra de agua

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El auto se estacionó frente a mi casa.

—¿Estas segura de que estarás bien?

—Sí —fingí una sonrisa.

—No me parece muy convincente.

—No tiene que serlo —me encogí de hombros. —Nos vemos.

Caminé hasta la puerta cerrando tras de mí esta vez no dando una última mirada. Sólo quería hablar con alguien que necesitaba escucharme urgentemente.

—Dianne —exclamé apretando la quijada.

—Estoy ocupada, llama más tarde.

—No voy a esperar —amenacé.

—Cualquier cosa que venga de ti puede esperar ahora tengo una reunión que definirá el futuro de la empresa —contraatacó haciendo que mi poca tolerancia se esfumará por completo.

—¡La puta empresa que se vaya a la mierda! ¡Quiero hablar contigo así que cancela la puta reunión que ella si puede esperar! —grité contra el teléfono.

—¡No tienes derecho a gritarme soy tu madre!

—Wow ¿ahora te haces llamar así?—se escuchó un respingo por parte de ella.

—Aunque no nos guste lo soy —sus palabras salieron impregnadas de rabia y odio.

—¡Oh, Dios! No llamé para que te quejaras una vez más el haberme tenido, ya sé perfectamente que fui un error en tu vida —luché por contener las lágrimas.

—Que bueno que lo tienes claro.

—Escucha —me aferré del mueble junto a la puerta apretando la madera —No sé que mierda pasa en el trabajo y los favores que te hacen tus socios pero no quiero que a cambio de ello me involucres.

—No sé de que me hablas —se excusó.

—Como si no te conociera Dianne.

—Si quieres respuestas habla claro.

—¡Por qué le tenías que dar mi número y decir en donde me encontraba a Aaron!

—Oh, Aaron —musitó con indiferencia, podía imaginarla sonriendo.

—No tienes ningún derecho a meterte en mis asuntos privados —el nudo en mi garganta incrementaba.

—No lo considere importante, ¿para eso me llamabas?

—Me importa un carajo si para ti no significaba nada.

—Bueno, que te siga valiendo porque también le di tu dirección.

—¡Eres una perra! —explote soltándome a llorar arrojando el puñado de astillas del mueble que había arrancado por accidente.

—Adiós, Camila. Hay cosas más importantes que atender y tú no eres una de ellas —hizo una pausa. —Y por favor no vuelvas a llamar si es para hacer tus berrinches.

Arroje a un lado mi teléfono sin poder contener el llanto que atacaba mi rostro en cascada. Por la ventana vi que se alejaba un auto que perfectamente conocía al igual que el conductor. Estaba segura de que había escuchado todo al igual que los vecinos. Cerré las persianas de un tirón antes de alejarme de ahí.

 Cerré las persianas de un tirón antes de alejarme de ahí

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