Capítulo 29 - Cambios

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El olor a desinfectante, un poco de cloro combinando con apósitos de alcohol y quizá un poco de formaldehído que se escapó de una puerta con depósitos dentro me dio una nueva experiencia olfativa.

Clarise me había avisado por la noche antes de dormir que había decidido ir por la mañana al hospital para hacer el chequeo que yo sugerí. Concilie rápido el sueño pero una vez más desperté a las 5 am del jueves, buscando claridad para no sentirme ahogada entre la inmensa oscuridad de mi habitación.

Como no pude volver a dormir me limité a vestir ropa deportiva para salir a correr en los alrededores. Perdí la cuenta de las vueltas probando mi resistencia y creando retos tontos como "cuantos segundos me tardaré en llegar al siguiente árbol" o "haz 5 vueltas corriendo sin parar"...

Cuando supe que mis piernas no darían para más, me regrese a la casa yendo directamente a la ducha de agua fría que se sintió como la gloria. Luego de ello, pase a recoger a la rubia hasta el hotel y llegar al bendito hospital justo a las 7 am.

Ya se había tardado en salir del consultorio y estar sentada en la sala de espera no era muy agradable que digamos. El aburrimiento comenzó a cubrirme como una suave manta, la impaciencia cada vez se apoderaba más de mí dejando que mi pie golpeara rítmicamente el suelo y el deseo de un cigarrillo comenzará a nublar mi mente.

Como nada de eso me servía tuve que apañarmelas creando juegos extraños hasta que ella saliera de ahí. Estuve contando mentalmente cuantas personas iban vestidas de color rojo, perdí mi tiempo en un juego en mi teléfono de serpientes y escaleras pero no duré mucho por la mirada juiciosa del anciano a mi lado y la batería que se me iba yendo poco a poco. Por último me rendí jugando a descubrir el olor del hospital...

Espero no oler la sangre, ugh.

Cerré mis ojos por la pesadez del ambiente quedando casi dormida. Tuve que levantarme para ir por un café americano. Justo en el momento que regrese ella venía saliendo con esa luz que emanaba a donde quiera que fuera. Era radiante por naturaleza.

—Te compre un capuchino —le tendí el vaso cubierto por una servilleta marrón.

—Gracias —sonrió tomando entre sus manos el recipiente antes de caminar hasta la salida. —Me dijeron que me darán los resultados el lunes.

—Se sentirá como una eternidad pero con el trabajo se te olvida —le di un sorbo sintiendo la brisa de las puertas automáticas de cristal.

—Tienes razón. Hoy empieza la segunda mitad de la sesión fotográfica para Versace y no puedo imaginar cuan cansada terminaré el domingo.

—Uh... —Intente respirar por la boca cuando me queme la lengua. —Yo tengo que ir a la tienda de discos y seguir trabajando a distancia con mi mamá.

—¿Qué se siente ser hija de Dianne Williams? —cambio de tema ahora muy emocionada.

—Nada en específico —ni te imaginas... Desvíe la mirada. —¿Qué se siente ser una modelo de talla internacional? 

—No hay mucho que decir —sonrió de lado.

El resto del camino hacía el auto fue en silencio y cuando arrancamos tuve que disculparme con ella por no poder aceptar su invitación a un restaurante. Lo entendió y charlamos el resto del trayecto a su hotel para luego arrancar en dirección a la tienda de discos.

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L O N D R E S [ N.H ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora