La Confesión de Fujiko

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Fujiko reía a carcajada suelta, a pesar de la mirada de odio que Hayime le lanzaba. ¿La razón? Aquel sujeto que intentó cortejar a Mugi había ido a contarles lo sucedido con la rubia. La alegría que sintió al saber que esa treta del joven Kageyama había fracasado, sumado a lo cómico que le pareció ver a uno de los casanovas de la universidad derrotado por la princesa de Houkago Tea Time, desencadenó aquella risa que tenía guardada desde antes de que su relación con Satoru terminase.

—Yo no le veo la gracia, Hinata —reclamó Hayime

—Yo sí, Kageyama. Tu amiguito Don Juan intentó cortejar a una princesa y resultó golpeado por dicha princesa. Llámalo solidaridad de género, pero me alegra que eso sucediera.

—Si no vas a ayudar, mejor quédate callada.

—No haré ninguna de las dos. Vete preparando para más derrotas como esta. Tu plan está condenado al fracaso. —Tras decir esto, Fujiko abandonó el lugar donde se encontraban.

Mientras compartía el té con sus compañeras, Mugi relató lo que le sucedió minutos antes. Si bien todas rechazaron al sujeto que intentó seducir a la rubia, Ritsu, obviamente, reaccionó de la peor manera. Una peligrosa mezcla de celos, preocupación por lo que pudo haber sucedido e impotencia por no haber estado ahí para proteger a su princesa, se había acumulado en su interior. Le tranquilizaba saber que su amada se defendió y que su característica fuerza no la ha abandonado, pero no por eso dejaba de preocuparse.

Por su parte, Mio relató su conversación con Fujiko y como Hayime había aparecido en el momento en que la chica parecía querer confesar algo. Yui comentó que desconfiaba de aquel chico y que no descartaba que estuviese, no solo detrás de la foto de la supuesta traición de Satoru, también confabulado con el intento de seducir a Mugi.

—No sé si pueda controlar las ganas de golpear a Kageyama la próxima vez que lo vea —exclamó Ritsu.

—No seas imprudente; no podemos actuar solo por suposiciones —replicó Mio—. ¡¿Y cómo es eso de próxima vez?!

—Me encontré con él en la biblioteca esta tarde, intentando hacer que pensara que Koizumi se convertiría en nuestro Yoko Ono.

—¿Quién es ella? —preguntó Yui.

—La esposa de John Lennon. A ella muchos fanáticos de los Beatles culpan de la separación de ese grupo. Pero Satoru no ha intervenido en nada con la banda, él ni siquiera ha insinuado querer asistir a nuestros ensayos.

—Lo sé, Mio. Por eso mandé a Kageyama a leer, pero parece que el desgraciado no obedeció.

Mientras tanto, en el salón del club de cine, Satoru mantenía sus ojos cerrados, tanto por el cansancio provocado por observar varias horas de cerca la pantalla en busca de pruebas a su favor, como por la frustración por no hallarlas. Eiichiro estaba a su lado, mirándolo mientras pensaba en todo lo que sucedía. Ambos se conocían desde niños, ya que vivían en casas contiguas, y sostenían una fuerte amistad. Siempre se apoyaban el uno en el otro en momentos y decisiones difíciles; siempre reían juntos en momentos alegres y lloraban juntos en los tristes. El camarógrafo fue quien más luchó por que su amigo y Fujiko continuasen juntos, ya que él los había presentado.

—¿Quieres algo de la cafetería antes de irte, Koizumi?

—No, senpai, así estoy bien.

—Pues yo sí, así que, si me disculpas...

—¡Glotón! —rió Satoru, contagiando su risa a su amigo, quien salió del salón.

Llegando a la cafetería, el camarógrafo se topó con Fujiko, quien se dirigía a la entrada de la universidad para irse a su residencia. Para ella fue incómodo encontrarse con el mejor amigo de su ex novio, especialmente sabiendo que le había prohibido verlo ya que sus celos le habían hecho imaginar que Satoru y él fuesen más que amigos. Para su sorpresa, Eiichiro la saludó cordialmente y le invitó a comer algo.

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