A Merced de Hayime

175 17 0
                                    

Mio estaba sumida en la lectura. Había encontrado una novela que le atrapó en su trama, por lo que, desde que salió de la universidad, no se perdía de ninguna de las palabras impresas en cada hoja. Esto hizo que su reacción no fuera la mejor cuando su teléfono comenzó a sonar insistentemente y el identificador de llamadas mostraba que la llamada provenía del número de Ritsu. De mala gana, contestó con la intención de no dejar que su mejor amiga intentase arruinar su experiencia de lectura; pero lo que escuchó la dejó helada.

—Como te habrás dado cuenta, no soy Ritsu. Pero sí la tengo bajo mi poder. Si quieres volver a verla sana y salva, será mejor que cumplas mis condiciones.

—¿Qué tipo de condiciones? —Mio apenas pudo pronunciar esta pregunta. Jamás pensó que su hiperactiva amiga pudiera ser víctima de ese crimen.

—Primero, no llames a la policía; ni tú ni ninguno de tus amigos debe hacerlo. Segundo, termina con tu novio y no vuelvas a acercarte a él. De estas dos condiciones depende la vida de tu amiga. Los estoy vigilando. —Y el secuestrador cortó la llamada. Mio rompió en llanto, impotente, temiendo por la vida de su mejor amiga. Aquella chica que, a pesar de sus burlas, siempre estuvo a su lado ahora necesitaba su ayuda y ella no sabía qué hacer.

Tras un rato en el que pareció calmarse, la bajista salió de su residencia con rumbo a la de su novio. Sea cual sea la decisión que fuese a tomar, él debía saber la situación. Ella quería luchar para conservar ambas relaciones, pero debía tomar una decisión, así que debía hablar con él. Al llegar a su residencia, tocó la puerta con la firme intención de ceder ante el secuestrador.

Al momento de abrir, Satoru notó que su novia había estado llorando, lo que hizo que, sin decir palabra alguna, la envolviera entre sus brazos. Esto hizo que ella volviera a llorar.

Cuando volvió a calmarse, Mio explicó lo que estaba sucediendo con Ritsu, así como su intención de ceder ante las condiciones del secuestrador, algo en lo que, extrañamente, Satoru estuvo de acuerdo. La bajista no podía creer que su novio se estaba rindiendo tan fácilmente.

—¡¿Estás queriendo decir que no lucharás por lo nuestro, Satoru?!

—Ya te lo dije, Mio, eso lo mejor. En este momento yo solo soy un estorbo. Además, Tainaka y tú se conocen desde niñas, mientras que a mí solo desde hace unos meses; es obvio hacia qué lado se inclina la balanza.

—¿Entonces todo fue en vano? ¿Todo lo que decías sentir por mí fue mentira?

—¡No! Pero noto que el destino se empeña en separarnos y contra eso no puedo luchar. Este tiempo a tu lado fue un hermoso sueño, pero ya es tiempo de despertar.

—Satoru... —Mio no logró decir que no permitiría que su primer noviazgo terminara de esa forma y que quería vencer al destino para estar junto a él. Satoru interrumpió aquellas palabras dándole un tierno beso, cargado de melancolía. Para él, una amistad como la de su novia y Ritsu era más importante que una relación amorosa. Él amaba a la bajista, pero ese amor no la haría completamente feliz.

—A veces el hilo rojo del destino no une a dos personas destinadas a contraer matrimonio. En la vida real no todo tendrá un final feliz. Atesoraré cada momento que pasamos juntos, pero mi tiempo a tu lado terminó. Adiós, mi amada Mio. —Tras decir esto, Satoru abandonó el lugar, dejando a la pelinegra desconcertada; no solo por sus palabras, también por el hecho de recordar que estaban en la residencia de él.

Ritsu habría lentamente sus ojos, aunque esto no hacía mucha diferencia al estar en un lugar completamente oscuro. Al intentar moverse, notó que sus manos y pies estaban atados a la silla en la que estaba sentada. En ese momento se sintió estúpida al dejarse atrapar. Al notar una momentánea entrada de luz, cerró los ojos fingiendo seguir inconsciente. Escuchó pasos acercándose a ella y sintió una respiración muy cerca de su rostro.

Amigas Por SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora