Beso de Despedida

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Despuntaba el alba de un nuevo día. Lentamente los dorados haces del sol penetraban la atmósfera, iluminando a su paso los diferentes paisajes japoneses. Algunos de ellos incursionaban en el cuarto de una joven de cabello castaño que recién había podido conciliar el sueño tras pasar gran parte de la noche llorando.

La puerta de esa habitación comenzó a abrirse lentamente, impulsada por otra joven castaña, cuyo rostro mostraba preocupación por la chica durmiente. Sigilosamente, se acercó a la cama y observó a quien la ocupaba.

—Lo siento. No quería que sufrieras de esta forma, pero todo parece indicar que ella ya tomó una decisión —murmuró mientras acariciaba el rostro de la joven a la que observaba, quien despertó ante el suave roce.

—No tienes que disculparte, onee-chan. Fui yo la que se hizo ilusiones. Pero no me he dado por vencida. —Había determinación en los ojos de la menor, algo que para la mayor no pasó inadvertido.

—Ui, a veces las cosas no son como quieres que sean, sino como deben ser. Azu-nyan es firme en sus decisiones y es muy difícil hacerla cambiar de opinión.

—No importa. Estoy dispuesta a asumir ese reto. Ahora que estás en la universidad, que estás lejos de Azusa-chan, podré cambiar lo que ella siente por mí.

Mientras tanto, Azusa lavaba su rostro, eliminando cualquier rastro de las lágrimas que derramó la noche anterior. Aunque nunca lo admitió en público, siempre admiró la cercanía de las hermanas Hirasawa y lo mucho que se amaban la una a la otra con ese amor de hermanos tan escaso en estos días. Pero el hecho de que ambas desarrollaran sentimientos hacia ella hacía que esa relación tambaleara y, aunque ella no era culpable de esa situación, la hacía sentir mal.

Tras regresar a su cuarto, la pelinegra recordó lo que habló con Aki la noche anterior y cómo, llorando en sus brazos, había aceptado lo que sentía por la mayor de las hermanas. Necesitaba hablar con alguien, desahogar sus temores y frustraciones. Pero no sabía a quien acudir; no quería molestar a Mio ni a Ritsu, ya que ellas tenían suficiente con sus propios problemas como para preocuparse por unos ajenos.

En ese momento, Ayana, la madre de Azusa, le llamó a desayunar. Cuando la guitarrista llegó al comedor, tanto la señora Nakano como su esposo, Mamoru, notaron la tristeza de su hija. Al preguntarle lo que le sucedía, la dueña de Muttan calló, tratando de evadir el tema a toda costa, pero la insistencia de sus padres fue tanta que tuvo que contarlo todo, inclusive que ella estaba enamorada de su senpai. Finalizado el relato de la gatita, sus padres guardaron silencio, asimilando la información recibida.

—Creo que el amor que dices sentir por Yui enfrenta una prueba de fuego a partir de ahora —dijo Mamoru, rompiendo el silencio.

—Lo sé, papá. Y saber eso no es de mucha ayuda. No estoy segura si podré soportar la presión con lo que está sucediendo.

—Lo harás si aceptas ayuda, querida —intervino Ayana—. No estás sola, tus amigas y nosotros podemos aconsejarte y ayudarte a tomar la mejor decisión.

—Gracias, mamá. ¿Saben qué es lo que me molesta? Que no me disgustó el beso de Ui.

—¿Por qué no te alejas un tiempo de ella? —preguntó Mamoru.

—Eso quisiera, pero prometí mantener vivo el club...

—Azusa, debes aprender a separar lo personal de lo demás. Tú puedes continuar con las actividades de tu club y mantener tu distancia con ella.

—Me sorprende que digas algo así, mamá. Tú, como música, sabes bien lo difícil que es trabajar con conflictos entre los integrantes de una banda. —En ese momento, el celular de Azusa comenzó a sonar. Al ver de quién se trataba, regresó a su cuarto para hablar con más libertad. —¿Sucede algo, senpai?

Amigas Por SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora