Soluciones Y Problemas

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Las actividades del club habían finalizado aquel día. Tras despedirse de Jun, Sumire y Nao, Ui y Azusa se dirigieron a la casa Hirasawa. La joven Nakano no sabía que Yui se encontraba ahí, solo se le había hecho costumbre pasar tiempo en ese lugar acompañando a su amiga. Al llegar a su destino, y ni bien habían entrado, la mayor de las hermanas ya le daba un fuerte abrazo a la gatita, quien comenzó a quejarse por este hecho.

—¡¿Puedo saber qué estás haciendo aquí, Yui-senpai?! —exclamó tras librarse del abrazo de la dueña de Guitah.

—Nos dieron el día libre por una tarea de mantenimiento, así que aproveché que mañana es domingo para pasar el fin de semana contigo. Te he extrañado mucho, Azu-nyan.

—Yo también te he extrañado, senpai, pero agradecería mucho que la próxima vez me digas que vas a venir. —Yui se sorprendió al escuchar esto, ella recordaba que había avisado su llegada tanto por mensaje, como a través de Ui.

—¿No recibiste mis mensajes? ¿Ui no dijo nada? —Ante las preguntas de su hermana, la menor de las Hirasawa se puso nerviosa. Azusa negó con la cabeza mientras revisaba su teléfono, notando que el número de Yui estaba bloqueado.

—Ui, ¿puedes explicar esto? —preguntó la gatita con un ligero enojo.

—No, no puedo explicarlo. No me entenderían, ¡no pueden entender lo que siento! —exclamó Ui, corriendo hacia su cuarto con lágrimas en sus ojos ante la mirada atónita de su hermana y su amiga.

—Ui, ¿acaso a ti también...? —murmuró Yui.

Tras unos minutos, la guitarrista castaña subió al cuarto de su hermana menor. Sentía una extraña culpa y una duda la asaltaba. Azusa intentó seguirla, pero Aki, que había presenciado el incidente, la detuvo. Una única mirada bastó para que la joven Nakano entendiera que las hermanas Hirasawa necesitaban un tiempo a solas.

Luego de que Yui desapareciera de su vista, la gatita se ofreció para ayudar a preparar la cena; necesitaba distraer su mente para no pensar en ellas. Mientras cocinaban, ambas conversaban amenamente sobre el trabajo de la mujer y su esposo, así como de los estudios de la joven, pero una vez el proceso de cocción entró en su etapa final, la señora Hirasawa hizo una incómoda pregunta, esperando que fuese respondida con sinceridad.

—Azusa-chan, ¿qué sientes por mis hijas?

La pelinegra guardó silencio unos instantes, sorprendida de que la pregunta fuese en plural. Debía pensar bien cómo verbalizar una respuesta que ella misma venía buscando desde hace meses. Aki la miraba con una expresión seria, algo extraño en un integrante de la familia Hirasawa, pero no repitió la pregunta.

—A ambas las aprecio mucho y son muy buenas amigas mías. ¿Por qué la pregunta? —finalmente respondió Azusa.

—Verás, si bien es cierto que no paso mucho tiempo con ellas, conozco muy bien a mis hijas. No necesito que me digan algo para saber lo que sucede con ellas. Y hay algo que sé de ellas aunque ninguna me lo ha dicho; me tomó tiempo aceptarlo, ya que no es lo que una madre espere de sus hijas: a ambas les gustan las mujeres, y ambas están enamorándose de la misma chica.

Azusa estaba estupefacta y sentía una fuente opresión en su pecho. Esas palabras confirmaron de una dolorosa manera lo que sentía por cada una de ellas.

—¿De quién hablas, Aki-san? —preguntó tratando de contener las lágrimas que querían escapar.

—De ti, Azusa Nakano. Es por eso que te pregunté por tus sentimientos hacia ellas. —A pesar de estar calmada, Aki sentía que no podía hacer más por sus hijas. Ella no quería que ninguna sufriera un desamor, ni que eso las distanciase, pero estaba pidiendo demasiado. —Re-formularé mi pregunta inicial: ¿qué sientes por cada una de mis hijas?

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