Capítulo 17

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Megan bajó de la camioneta dando un brinquito y se acercó felizmente, mirando de reojo a Alaric que se alejaba lentamente. Cuando Megan llegó hasta a mí, me rodeó con sus cortos brazo y me dio un poderoso abrazo, antes de alejarse y comenzar a parlotear. De pronto quería decirle lo que ahora sabía, pero probablemente no me creería y pensaría que sería una broma o que ya había perdido la cabeza y honestamente, no podría juzgarla. Y también podría ser peligroso para ella enterarse, yo apenas lo descubrí y casi me matan. No quería que algo le pasara a ella. Tal vez lo mejor era no decirle nada y dejar que su alegría me contagiara.

Afuera estaba lloviznando, el cielo gris no se disipaba, pero seguramente la lluvia intensa no empezaría hasta entrada la noche. De los minutos que estuve afuera discutiendo con Alaric mi cabello se humedeció ligeramente y comenzó a esponjarse más de lo normal.

- ¿Por qué no fuiste a la escuela hoy, holgazana? — Preguntó mientras nos acercábamos a la casa para entrar.

- Me sentía mal, creo que comí algo en mal estado ayer. — Mentí. Ella río y me dio una sacudida.

- Espero que estés lista para la fiesta del viernes, porque yo sí. Estoy emocionada. Aunque no es el mejor disfraz que llevamos, quiero decir, hemos planeado mucho mejores.

Una vez que entramos, ella enseguida fue hacia la sala y se apoltronó en el sofá más largo y me dejó a mí en el de dos plazas. Tomó el control de la televisión y comenzó a cambiar de canal, hasta llegar a un canal musical y comenzó a tararear una canción que estaba sonando. Yo no la conocía, por supuesto, casi nunca me enteraba de los éxitos de la música más popular, yo me solía encerrarme solo en mi música.

Megan se veía de un humor espectacular y verla tan feliz, de alguna forma me reconfortaba. Al menos algo se mantenía intacto, una pieza de mi vida aún no era tocada por esa mierda sobrenatural. Una razón más para no contarle; no quería inundarla de cosas incomprensibles y arruinar su felicidad.

- Oye, no le digas a mi mamá que no fui a la escuela. No le avisé. — Atiné a pedirle. Al menos la parte coherente de mi cerebro permaneció intacta.

- Ya veo. — Ella me miró y me giñó un ojo. — No te preocupes, no hicimos nada interesante en historia ni en sociología.

- Perfecto.

- Tengo hambre. — Anunció y se levantó de un salto y se dirigió a la cocina. ¡La cocina! En seguida me puse de pie yo para tratar de detenerla, pero ella ya estaba entrando y pudo darse cuenta de todo. — ¿Pero qué carajo pasó aquí? — Todo el comedor estaba hecho un caos y había cosas rotas por el suelo.

- Eh... — Comencé a balbucear. — Se metió una rata y quise matarla. La rata me ganó, escapó. Pero antes...

- ¡Para! — Chilló. — No quiero saber de eso, qué asco. Pero apúrate, te ayudo a recoger. El lugar se ve horroroso así. — Tragué saliva. No podía creer que se hubiera creído mi mentira, ella siempre se daba cuenta cuando yo mentía con tal solo escucharme. — Solo no me digas por donde pasó el animal ese.

- Claro.

Me apresuré a recoger el cuchillo que se encontraba tirado en el piso, pero estaba completamente limpio. Dejé el cuchillo en el fregadero y me acerqué a la encimera. También estaba limpia, no había rastro alguno del horrible líquido que más temprano emanaba de la mano de Nicholas. ¿Nicholas habrá limpiado eso antes? No, claro que no lo hizo, eso me parece estúpido, iba a matarme. Lo último de lo que se iba a preocupar era por limpiar mi cocina.

Con la ayuda de Megan, terminamos de limpiar la cocina rápidamente. Obviamente no le dije por dónde había pasado la supuesta rata, pero ella iba con bastante cuidado de recoger las cosas, pensando en el roedor inexistente. Al terminar, yo le ofrecí comer algo de la pasta que había cocinado hacía un rato, pero se negó y mejor decidió aventurarse a mi congelador y encontró una pequeña pizza de microondas.

Mientras ella comía decidimos colocar una película. Ni siquiera le puse atención al título, ni a la trama. No había forma que pudiera relajarme, por dentro estaba hecha un lío. Quería gritarle al mundo lo que sabía y quería hacer algo. Sentía que ese momento que compartía con Megan, era una broma cruel, restregándome la vida que tenía y que ahora parecía tan horriblemente lejana.

Al día siguiente, estaba renuente de ir a clases. Una parte de mí quería esconderse debajo de las sábanas hasta que todo terminara y así volver a mi rutina. Pero otra parte de mí me decía que debía de ser fuerte y seguir adelante. Y así lo haría. Me armé de valor para llegar a mi primera clase, pero al llegar al laboratorio, no pude ver a Nicholas por ningún lado. Maldito cobarde.

La fiesta de Halloween sería en dos días más y todos estaban preparándose. La escuela estaba siendo decorada por el comité y la preparaban para la fiesta de la noche. Esa fiesta era uno de los mayores eventos del año en Northanger y era abierta para que cualquiera pudiera ir.

Era casi una tortura mostrarme emocionada por la fiesta cuando estaba cerca de Megan. Para mí Halloween había empezado desde hacía un tiempo y los monstruos ya llevan tiempo afuera y ni siquiera tienen miedo del sol... ¡El sol!

Llevaba toda mi vida creyendo que los vampiros solo existían en el folclor. Y ahí se explica que los vampiros se queman con el sol, ¿por qué los Rhode no lo hacían? Aunque tampoco teníamos días particularmente soleados en Northanger, jamás los había visto preocupados por salir debajo del sol. ¿Qué podía significar eso?

Lo único bueno era que ninguno de los Rhode se me había acercado el resto de la semana. Ni siquiera Abrielle, siendo que mi madre estaba preparando un enorme pastel de calabaza para la fiesta. De vez en cuando me encentraba a Alaric en los pasillos, pero no pasaba más que mandarme miradas lascivas. Y en lo que se refería a su hermano, no había aparecido en la escuela desde el día que me atacó.

Los días parecían tardarse una eternidad en terminarse, cada clase se alargaba interminablemente y las noches en las que podía estar sola con mis pensamientos, se volvieron muy cortas. Por primera vez en mi vida, quería que acabara Halloween pronto. Porque de igual forma que me había sucedido cuando Megan estuvo a punto de irse a Siuslaw, sentía un horrible presentimiento.

Y digamos que el altercado con Nicholas no había ayudado para nada con mis previas preocupaciones. Solo me hacía odiar más lo que había descubierto y me hacia detestarlo a él y al resto de su familia, clan o como les gustaba llamarse. Si él no tuvo reparos en invadir mi casa con la única intención de hacerme daño, entonces sería capaz de asesinar a toda esa gente que había estado desapareciendo en el parque nacional.

En mi mente aun estaba presente la idea de que ellos debían de irse. Era lo único en lo que podía pensar, los quería muy lejos de mí, de mi familia y de mi pueblo. Debía de encontrar la manera de alejarlos.

Para ser el último día de octubre, el clima parecía comportarse amigable y no hacía demasiado frío. Y eso ayudó a que Megan se empeñara a que fuéramos en calzoncillos de hombre a la fiesta. Estos últimos los habíamos comprado en un supermercado, mientras que ella había cumplido con su promesa y asaltó el viejo armario de su hermano Tyler. Vaya, incluso extraño cuando él era mi mayor dilema.

La escuela ya estaba totalmente adornada, con telarañas, calaveras, brujas, estampas y luces que más tarde lucirán mejor y aun había un equipo enorme instalando más decoraciones que en la noche completarían el ambiente. Nadie llevaba disfraz, todos esperábamos hasta la noche para eso, al menos en eso éramos discretos.

Al final de las clases, Megan se me acercó corriendo y me tomó de la cintura mientras caminábamos hacia la salida. Ella se veía muy emocionaba, parloteaba de los rumores que había en el bachillerato de que la fiesta de esta noche iba a ser la mejor que había hecho el comité escolar. Ambas habíamos acordado arreglarnos en mi casa este año, ya que el año pasado fue lo habíamos hecho en la suya y además tenía con la responsabilidad extra de llevar el pastel y buscar a Abrielle para dárselo. No estaba muy entusiasmada por verla.

Caminamos por el estacionamiento hasta la camioneta y subimos. Ella aun hablaba alegremente, además de que un par de días atrás le habían retirado el collarín y podría lucir en la fiesta sin ninguna pena.

- ¿Lista para la fiesta?

Como quisiera poder decirle que ni siquiera quería ir a la condenada fiesta.

Transfusión | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora