Capítulo 30

1.2K 125 4
                                    

Alaric estaba a una distancia muy corta de mí. Había dejado de hablar unos momentos atrás, mientras que yo seguía asimilando lo que había dicho. Mi corazón se encontraba en mi garganta, pero al mismo tiempo sentía que podía respirar por primera vez en mucho tiempo. Aquel problema se iba a resolver de una vez por todas. No más Marianne, no más chicos desaparecidos, no más muertes, amenazas, no más peligro. Me abracé con mis brazos y asentí con la cabeza. Lo único que quería que sucediera desde que descubrí todo ese jodido mundo, estaba pasando, pero tenía un extraño sabor agridulce.

- Bien. Gracias. — Fijé mi mirada al suelo. No sabía qué decir.

- No agradezcas. Vengo queriendo arrancarle la cabeza a esa perra desde hace más de cincuenta años. — Lo miré y ladeé la cabeza. De pronto se veía más sereno y volvía a usar su tono altanero de siempre.

- ¿Van a regresar?

- No sé. — Se cruzó de brazos y dio un paso hacia atrás.

- Está bien. — Volví a asentir. — Cuídense, ¿sí? Cuídate.

- ¿Le estás diciendo a un vampiro que tenga cuidado? — Rodé los ojos y sonreí. A veces pareciera que jamás puede dejar el sarcasmo ni por un segundo.

- Puede que no seas mi persona favorita, pero no me has hecho nada. Al menos no tú. — Él se encogió de hombros y me sonrió de vuelta.

- ¿Ahora esperas que te dé un beso en la mejilla como ese chico? — Enseguida mi sonrisa se borró de mi rostro. Me crucé de brazos y desvié la mirada. Con el rabillo del ojo alcancé a ver una especie de nubarrón, Alaric se volvía a encontrar delante de mí. Una fina línea de aire nos separaba. Antes de que pudiera dar un paso hacia atrás, él colocó una mano en mi nuca y acercó su rostro al mío. Jamás había estado tan cerca de él, su respiración rozaba mi mejilla. Entreabrí los labios, buscando aire y miré sus ojos. Se acercó aún más y posó sus gélidos labios sobre mi frente. Me quedé helada, no pude moverme, solo podía ver su angulosa barbilla. Se separó y me miró sonriendo, con esa típica sonrisa burlona. — Cuídate, Merrick. — Dio dos pasos hacia atrás y me dio la espalda para luego caminar sobre la carretera.

Yo me quedé parada en ese lugar por unos minutos más. Sintiendo una presión sobre mi pecho y jadeando en busca de aire. Aún sentía sus labios sobre mi piel. Tenía un tacto tan frío que me había provocado escalofríos. Después de un rato entré a mi casa. Mi madre enseguida me recibió con alegría y tuve que darle la noticia que Tyler estaba de vuelta en el pueblo, aunque de pronto eso ya había dejado de importarme tanto.

- Y nos invitaron a pasar Noche Buena con ellos.

- Entonces iremos, quiero saludar al pequeño Ty de nuevo.

- No tiene nada de pequeño, mamá. Mide casi dos metros.

- Aún puedo recordar cuando cuidaba de Megan y tú.

Siguió hablando por un par de minutos más, hasta que la logré convencer de que me dejara ir a dormir pues estaba muy cansada. Lo cierto es que quería estar sola. Acaba de pasar algo extraño. Los Rhode se habían ido y quién sabe si volverían. Después de querer tanto que se fueran de Northanger, lo habían hecho y eso se sentía extraño.

Poco más tarde esa misma noche escuché un ruido de motor bastante potente. Me acerqué a mi ventana a echar un vistazo y pude ver tres autos que salían en fila en dirección opuesta al pueblo. No necesitaba adivinar; eran los Rhode que se estaban yendo. No tardaron nada en irse.

Tal vez eso quería decir que pronto podría volver a mi vida normal, poderme preocupar por cosas más sencillas; la escuela, calificaciones, la universidad, la cena de navidad o lo que sea que eran mis preocupaciones medio año atrás. Honestamente ya ni siquiera podía recordar como era antes. Todo lo que había pasado me había marcado y ya no volvería a ser la misma.

Transfusión | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora