Capítulo 1

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Por fin he empezado a escribir, perdonen por tardarme en empezarla pero antes tenía que reorganizar bien las ideas para esta historia... Jamás pensé llegar a este punto, se los juro.

En fin quería decirles que voy a intercalar los capítulos con mi otra historia; "Transfusión." Y estoy poniendo demasiado mucho empeño en esa novela, así que practicamente me pongo de rodillas para rogarles que la lean.

Eso es todo. Disfruten el capítulo.

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Ojalá hubiera una forma de adelantar el reloj. No he dejado de verlo desde que entré a la última clase. ¿Por qué las condenadas manecillas no se pueden mover más rápido? Tengo muchas cosas que hacer, tengo que irme ya. Mi profesora de historia sigue hablando alegremente sobre la guerra civil, mientras que yo no he dejado de observar el reloj. Como si viéndolo lo suficiente pudiera hacer que el tiempo avanzara más rápido. De repente la campana suena y me pongo de pie de un brinco.

- No se olviden del ensayo, chicos. Se entrega el lunes. — Dice la maestra y se sienta en su escritorio para luego comenzar a guardar sus cosas.

Cuando paso al lado de ella me despido cortésmente y salgo prácticamente corriendo de mi salón de clases. Bajo las escaleras tropezando con varios chicos de vez en cuando. Todos sostienen pláticas alegres y por primera vez en mucho tiempo, siento como si eso estuviera bien. Como si yo pudiera hacerlo también. Al llegar a la entrada principal me topo con Clarisa, que habla felizmente con Austin. Yo me acerco a saludar.

- ¿Qué tal? — Tomo por sorpresa a Clarisa y hago que dé un brinquito. Coloco mi brazo alrededor de su cuello y la abrazo. — Hola, Austin. — Lo saludo y él solo se reserva a sonreírme.

- Te odio, ¿lo sabes? — Responde mi amiga, pero enseguida corresponde mi abrazo. — Vamos a ir a Michael's con Trevor, ¿quieres venir con nosotros?

- No, le prometí a mi madre llegar temprano a casa.

- Bueno. — Ella me estruja más fuerte y finalmente me suelta. — Pero tenemos que salir antes de que comiencen las vacaciones. Recuerda que me voy a Hawái.

- Ya lo sé, tonta. — Doy un paso hacia atrás y le sonrío a ambos como despedida. — Nos vemos el lunes.

Sigo mi camino hasta salir del colegio y camino por el estacionamiento. Al llegar a mi auto arrojo mi mochila dentro y después me acomodo en mi asiento. Tengo que quitarme mi enorme abrigo, ya que de otra forma conducir se vuelve mortalmente incómodo. El clima de diciembre se vuelve cada vez más helado con cada día que pasa y calculo que no tardará mucho en que venga la primera nevada.

Conduzco tranquilamente por la ciudad. De vez en cuando mi parabrisas se empaña, así que tengo que usar un pequeño paño azul para pasarlo por el cristal y así facilitar mi vista. Finalmente llego a mi casa y dejo mi auto rojo estacionado enfrente del garaje. Puedo escuchar los ladridos de mi perra una vez que pongo un pie en el suelo. Y justo cuando abro la puerta, la criatura canina se me abalanza y comienza a patearme las piernas mientras trata de mantener el equilibrio en sus patas traseras. Me inclino un poco para abrazarla y acariciarle la cabeza.

- ¿Dónde está mami, Nina? — Le digo con voz un poco aguda y ella enseguida sale corriendo hacia la cocina, indicándome el camino. — ¡Ya llegué, mamá! — Al llegar a la cocina la veo sacado algo del horno. Lleva un mandil rosado y aún lleva puesto su traje sastre. Ella al verme enseguida deja lo que sostenía, sobre la estufa y corre a abrazarme.

- ¡Chris, mi amor! — Los abrazos de mi madre siempre han sido reconfortantes y algo apretados también. — ¿Cómo estás?

- Dentro de poco; muriendo de asfixia. — Ella deja escapar una risita y me suelta, pero aún mantiene sus manos sobre mis hombros. — Te he extrañado mucho. — Ladeo la cabeza y sonrío a medias.

Ángel - (Tercera parte de Bestia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora