Capítulo 2

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El día que Asaiah salió del hospital, mi madre me acompañó en todo momento ya que él no podía moverse demasiado. Agradezco que ella haya estado conmigo, fue casi todos los días a cocinar algo para él. Y yo me dediqué a cuidarlo en su totalidad; cambiarle los vendajes y también a pesar de todas sus luchas y replicas, lo ayudé a bañarse.

Jamás lo habría imaginado con tanta vulnerabilidad. Él para mí era como una pared inamovible. Pero todo se vino abajo y yo estuve con él para reconstruirse. Aunque la mitad del tiempo tuve que pelear con él para ayudarlo. A él no le gustaba que lo viera en ese estado, pero sabía que necesitaba de alguien. Y yo también necesitaba a mi madre conmigo.

No fue planeada mi "mudanza." Mi madre y yo nos dimos cuenta que él no podría pasar las noches solo y que tampoco querría estar en mi casa. Comencé a pasar las noches con él y poco a poco me fui llevando varias cosas para ponerme más cómoda. Incluso, cuando estuvo más fuerte, Asaiah me desocupó un cajón.

No me gustaba dejarlo solo cuando iba a la escuela y mucho menos al principio pues casi siempre necesitaba mi ayuda para ponerse de pie e ir al baño. Pero tenía que presentarme a clases, ya había faltado demasiado y me había perdido de varios exámenes y eso no sería nada bueno para cuando aplicara a la universidad. Era urgente que me pusiera al corriente antes de las vacaciones de invierno.

Hay un recuerdo que tengo muy vivido, del día que regresó a casa. Él estaba recostado en la cama y yo estaba ayudando a mi madre en la cocina, pues aún él debía de ingerir una dieta ligera. De repente escuché un sonido de su cuarto y cuando fui a verlo, lo encontré sentado al borde de la cama, luchando por ponerse de pie.

- No. — Él murmuró. — Yo puedo. — Se apoyó en la mesita de noche para pararse, pero cuando hizo el esfuerzo soltó un alarido y cayó de nuevo en la cama. Yo corrí a ayudarlo, pero él alzó una mano y me hizo frenar. — No, yo puedo. Mierda, no me tengas lástima.

- Está bien. — Susurré. Caminé hacia él y tomé su brazo para poder colocarlo detrás de mi cuello. Al principio Asaiah estaba renuente. Soltó un suspiro y volvió a intentarlo. Se apoyó en mí, soltó un quejido, pero pudo ponerse de pie. Caminamos juntos hasta el baño y tuve que levantar la tapa. Era más que claro que no me quería allá adentro, pero necesitaba ayuda, incluso tuve que ayudarlo con su pantalón para que pudiera orinar de pie. — Jamás podría tenerte lástima. Para mí eres el hombre más fuerte que he conocido. — Él me miró con el rabillo del ojo cuando se estaba lavando las manos y logré hacer que sonriera.

-Demonios, Christina. — Dice Asaiah, sacándome de mi ensimismamiento. — Tú madre se está volviendo una excelente cocinera, casi tanto como yo. — Tiene la boca llena y está a punto de terminar su segundo plato de pastel de carne.

- Si quieres puedes llevarla contigo a la audición de Top Chef.

- Yo ganaría el premio, obviamente. Pero me sentiría un poco mal cuando eliminaran a tu madre por mi culpa. — Comienzo a reír y niego con la cabeza. Él toma otro pedazo con el tenedor y se lo lleva a la boca. — Muero por cocinar de nuevo.

- Tienes que esperar un poco, el médico dijo que no es bueno que recibas el calor de la estufa.

- Pero ya me quitaron los puntos.

- Solo espera un poco. Mínimo hasta que puedas agacharte sin que te duela. — Él hace una mueca de disgusto, pero no dice nada más y continúa comiendo. Me alegraba verlo comer con tanta energía, al principio no comía nada ya que la mayoría lo vomitaba. — Asaiah... — Arquea una ceja y me mira curioso.

- ¿Qué pasa?

- Mi mamá quiere que pase las fiestas con ella... En su casa. — Se endereza y traga el bocado que tenía en la boca.

- ¿Tú quieres pasar las vacaciones con ella?

- Jamás he pasado una navidad sin mi madre. — Admito. — Pero quiero que estés conmigo, obviamente.

- Bien. — Toma el vaso de agua y le da un gran trago. — Creo que podré arreglármelas en el sofá por dos semanas. Será extraño volver a dormir separado de ti.

- Gracias. — Respondo con una enorme sonrisa y sigo comiendo mi comida, con la misma energía que él tenía.

- Chris... Tengo que decirte algo. — Rápidamente dejo de comer y alzo la cara para mirarlo y escuchar lo que él me tiene que decir. — Yo. Bueno, ehm. — Comienza a balbucear. — Yo no he celebrado navidad desde hace años. No recuerdo la última vez. Lo único que recuerdo es que mi hermano... Y mi padre aún estaban ahí. — Yo me quedo callada, incapaz de responder. No se me viene nada a la cabeza. Cada que creo conocer todo su pasado, hay algo más que se presenta. Como quisiera reconfortarlo, sé que aún hay un niño dentro de él que sufre. — Pero descuida. — Me dice. A veces siento que me lee la mente. — Eso ya fue hace mucho tiempo.

Asaiah insiste en lavar los platos y yo dejo que lo haga. Sé que está desesperado, no le gusta permanecer inmóvil y sin hacer nada por mucho tiempo. Así que trato de que haga cosas que no puedan lastimarlo. Él muere por regresar al gimnasio a ir a entrenar, sabe perfectamente que aún no puede hacerlo. Yo le he sugerido que salga a caminar, pero es tan terco que prefiere quedarse en casa.

Tengo la computadora colocada en la barra mientras realizo la investigación para el ensayo de historia. Estoy totalmente atenta a la pantalla mientras leo una información y tomo notas en una pequeña libreta, así que me toma por sorpresa cuando Asaiah coloca sus manos en mi cintura, haciéndome saltar. Enseguida me relajo y trato de concentrarme nuevamente. Pero es imposible. Asaiah comienza a besar mi nuca y desliza mis manos por mis costados, para atraerme a él. Yo cierro los ojos y ladeo mi cuello, dándole un mayor espacio.

- Asaiah... — Gimoteo. Mi respiración comienza a agitarse y mi temperatura corporal está por dispararse si no hago algo al respecto. — Aún no. — Él se queja y deja caer sus brazos.

- Estoy volviéndome loco. Tú no sabes lo importante que es para un hombre... — Me giro en el banco para verlo e interrumpirlo.

- ¿Recuerdas la última vez?

- Es porque yo estaba arriba. Tal vez si invertimos posiciones...

- Eres de lo peor. — Suelto una carcajada y niego con la cabeza. — Sabes lo que nos dijo el médico, no debes de hacer esfuerzos y...

­- ¡Bien! — Alza los brazos en signo de rendición. — Me quedaré con las bolas azules... Otra vez. — Vuelvo a reír fuertemente. Busco sus manos con las mías para así entrelazar nuestros dedos y me alzo un poco para robarle un beso y eso le hace sonreír. — Quiero decirte algo.

- Dime. — Vuelvo a sentarme en el banco y lo miro desde abajo. Él suspira y suelta mi mano izquierda para luego llevarla a mi mejilla y coloca un mechón de pelo detrás de mi oreja.

- Quiero ir a la universidad. Contigo.


Ángel - (Tercera parte de Bestia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora