¡Feliz Año Nuevo! De regalo les traigo un nuevo capítulo y espero que el día de reyes de regalo les daré otro de Caza Roja, así que ya saben que hacer.
No sé qué demonios le pasa a Wattpad que no me deja entrar, creo que se cayó, no sé si a alguien más le pasó, pero no podía acceder por ningún lado... Esto lo estoy escribiendo en la app y espero que lo que escribí en la computadora alcance a pasarse bien para acá... Porque no me gusta para nada actualizar desde aquí. No sé cuánto tiempo se tarde en subir este capítulo, pero espero que no sea mucho.
Como sea, les deseo lo mejor este 2018 y estoy segura que nos traerá muchas cosas buenas... Aunque también el final de este viaje, pero seguiré escribiendo si es que quieren honorarme con leerme. Eso es todo, los y las quiero.
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l aire dentro de la camioneta se vuelve tan fino que apeas puedo respirar y Asaiah lo nota. Me toma de la mano, buscando decirme que está conmigo. La detective apenas había dicho un par de frases y el estomago ya se me había revuelto por el miedo. Lo que quería es que ambos sirviéramos como "soplones" aunque no lo mencionó así.
- Sabemos que habrá una pelea dentro de poco en Chicago. — Dijo ella con una voz mecánica que parecía ser normal y natural para ella. — De verdad esperamos que puedan ayudarnos con esto, es muy importante y muy grande. No solo estará los Bianchi, pero otras familias que también han estado bajo nuestro radar. Con esta misión no solo ayudarán a que los Bianchi terminen tras las rejas, pero también otros criminales.
Mis palmas comenzaron a sudar aun más cuando dijo aquello. Había cuidadosamente elegido cada una de sus palabras, tal vez con el objetivo que dijéramos que si sin ni siquiera dudarlo. No solo estarían los Bianchi, estarían dios sabe cuantas más mafias ahí. Y si algo salía mal hasta ahí llegaba todo.
- Espere un momento. — Asaiah le interrumpe. Suelta mi mano y se acomoda para de algún modo quedar frente a frente con la detective. — ¿Qué es lo que quiere que hagamos? Específicamente.
- Bueno. — Contesta. — Queremos que la pelea se lleve a cabo, necesitamos que se realicen las transacciones y ahí será cuando entremos.
- Entonces quiere que pelee, usted también quiere que yo pelee. — Asaiah dice y la mujer asiente. No quería hacer eso y yo no quería que peleara, por eso mismo busqué ayuda para empezar. Desde el primer momento supe que tendríamos que dar a cambio de esa ayuda, pero jamás me imaginé que aun así Asaiah tendría que subirse a ese cuadrilátero. — ¿Cómo quiere que lo haga? — De pronto dice, sorprendiéndome por completo.
- Primero tienes que avisarle a Pablo que lo harás, volarán a Chicago y entonces tú... — Voltea a verme a mí y comienza a dirigirse hacia mí. — Te daremos otro teléfono con el cual podrás contactarme, nos avisarás el hotel en el que se encuentran y nosotros nos encontraremos con ustedes antes de que empiece la pelea, pero tú, Christina serás muy importante para esto. Te colocaremos micrófonos escondidos y...
- No. — La interrumpe Asaiah. — No, no pondré en ese riesgo...
- Asaiah. — Le llamo la atención. — Lo voy a hacer.
- No. — Vuelve a decir. — Eso es muy arriesgado y tú...
- Lo haré, Asaiah, te guste o no. — Le respondo y vuelvo a tomar su mano. — Si vas a pelear yo voy a hacer esto. — Traga saliva y me mira de arriba para abajo, apretando su mandíbula. Sé que es lo que esta pensando; no quiere arriesgarme, que algo malo me pase, su primer instinto siempre será protegerme, pero esto es necesario y yo no soy indefensa, también lo protegeré y si hay algo que pueda hacer para ayudar en esta maldita situación lo haré sin importar que. Él también lo piensa, lo sabe y puedo notarlo cuando sus facciones comienzan a cambiar. Mira hacia adelante, hacia la detective y luego asiente.
- Bien. — Dice ella. — Nosotros estaremos en contacto para continuar con los detalles.
- Un momento. — Asaiah llama su atención de nuevo. — ¿Cómo sabemos que todo esta queda... ya sabe, en secreto? No podemos arriesgarnos a que alguno de los Bianchi sepa de lo que está pasando.
- Estamos conscientes de eso. — Esa respuesta no logra tranquilizar a ninguno de los dos. — No se preocupe señor Civatti, no es la primera vez que lidiamos con el crimen organizado. Ellos cuentan que hagan lo que les dijeron solo por miedo. — Lo mismo que Trevor había dicho antes y tiene muchísima razón. Al ver que ninguno de los dos decía nada más, dio la conversación por terminada. — Estaremos en contacto, pero por seguridad regresen a la sala de espera y estén ahí quince minutos antes de poder salir.
Ni Asaiah ni yo dijimos nada más, salimos del auto y nos alejamos un par de pasos cuando en ese momento la camioneta arranca y se va hacia la salida del estacionamiento. Nosotros permanecemos en silencio cuando regresamos al ascensor y una vez dentro él me toma la mano.
- No quiero que hagas eso. — Murmura.
- Yo tampoco quiero que pelees, Asaiah, pero aún así lo harás. — Me dedica una mirada y lo noto derrotado, pero aún así puedo ver como sigue luchando contra su propia necedad. Me aprieta la mano antes de abandonar el elevador.
Hacía mucho tiempo no estábamos en esa misma sala de espera, donde del otro lado estaba su padre. En lugar de sentarnos en los sillones como yo había imaginado, se dirigió a la pequeña recepción, donde había dos enfermeras platicando entre ella alegremente. Lo siguiente que dijo me tomó por completa sorpresa.
- Quiero ver a Massimo Civatti. — Una de las enfermeras hizo una mueca por su poca cordialidad, pero no tuvo de otra más que revisar algo en su computador antes de indicarnos que podíamos pasar.
No era la primera vez que recorríamos el mismo camino de habitaciones hasta llegar a Massimo, pero esta vez se sentía totalmente diferente. No tardamos mucho en llegar a su habitación, a pesar de que estaba hasta al final de un muy largo pasillo. Asaiah abre la puerta y una imagen que jamás olvidaré se encuentra frente a mis ojos.
Massimo esta postrado en la cama, con miles de tubos y cables conectados a su cuerpo y a medida que nos acercamos puedo ver que su piel está de un tono verde, con terribles ojeras bajo sus ojos. La primera vez que lo había visto la ropa le quedaba demasiado grande y se le marcaban los huesos, pero ahora estaba mucho más delgado. Sus clavículas parecían solo estar pintadas de color piel y parecía no tener ojos, todos sus músculos faciales habían desaparecido. Así es como luce un hombre que está a punto de morir.
El hombre se sorprendió de ver a Asaiah parado al lado de su cama, pero cuando intentó moverse enseguida su cuerpo comenzó a encogerse debido a la tos que le invadió. Su mano se enredó con el cable que le llevaba oxigeno e hizo una mueca de molestia al moverse para volver a acomodarse.
- Hijo... — Su voz sonaba apagada y en extremo ronca, apenas se le podía escuchar y una vez que habló se escucho una especie de soplido proveniente de su pecho.
- Deja eso. — Asaiah ladra. — Quiero que me digas, quiero que me digas porqué hiciste todo esto. — Massimo frunció el entrecejo mientras trataba de entender. — ¿Por qué has hecho todo lo que has hecho? — Yo lo miro igual de sorprendida y le tomo la muñeca con la esperanza de hacerlo reaccionar y de irnos. Él se sacude y me mira un momento. — Necesito hacer esto, Christina. — Me dice rápidamente y se vuelve al enfermo. — ¡Responde! — La quijada de Massimo se abre y comienza a temblar, mientras los dedos de sus manos se cierran alrededor de las sabanas de su cama. — Antes querías saber qué había pasado con mi madre, ¿no? Con Gabriel y conmigo, bien te lo diré.
En ese momento siento como si estuviera presenciando algo que no tenía que presenciar y por mi mente pasa la idea que lo mejor es que salga del cuarto, pero tampoco quiero dejar a Asaiah solo en ese lugar.
- ¿Sabes? No tengo ni un solo recuerdo de tener una familia normal. Lo primero que se me viene a la mente es el ruido de la paliza que le estabas dando a mi madre y tu peste a alcohol, luego mi hermano escondiéndose conmigo dentro de un armario mientras me susurra que todo va a estar bien. — Imaginarme eso hace que mi corazón se encoja dentro de mi pecho. Y no sé que hacer, siento como si debiera hacer algo, pero no se me ocurre nada. — Recuerdo tus gritos, tus golpes. ¿Por qué hiciste eso? Recuerdo cuando te desaparecías por días y recuerdo a mi madre siempre preocupada. — Se queda en silencio un momento y Massimo lo mira, sus ojos comienzan a cristalizarse. — Y luego te largaste, un día no regresaste más. Abandonaste a tu familia. ¿Qué fue lo que te llevó a hacerlo? ¿Ah? — Massimo tiembla en su cama. En mi mente me pregunto si está bien que le diga eso ahora. Puedo ver que le duele, o al menos espero que tenga sentimientos reales al escuchar lo que su hijo le relata. Pero quizás sea lo justo, no lo correcto, pero lo justo. — Gabriel intentó ayudar a mi madre con dinero, quería hacer algo por nosotros, pero ¿qué más podía hacer en donde vivíamos? Terminó metiéndose en una pandilla, le prometieron que le darían protección, que tendría el dinero suficiente para ayudarnos. ¿Sabes lo que pasó después? Lo mataron. — El hombre no pudo soportar más mirarlo a la cara y desvía la mirada, sus ojos voltean hacia la pared y traga saliva. — Mi madre cayó en depresión, se refugió en las drogas y en el maldito alcohol. La tuve conmigo poco tiempo y solo tengo un par de recuerdos de ella donde se portó como una madre normal. Hasta que murió también y yo fui a parar con mi abuela. ¿La recuerdas? Esa mujer te odiaba y me odiaba a mí por ser tu maldito hijo. Y luego también murió. ¿Quieres saber el resto? ¿Quieres saber todo lo que provocaste? — Lo voltea a ver y abre la boca para decir algo, pero ninguna palabra surge. — Comencé una vida en las calles, peleas clandestinas, apuestas... Y conocí a la única persona que se preocupó por mí. Un hombre que me ayudó, me dio lo necesario para recuperar la casa en la que vivo y mucho más. Pero los malditos que hicieron matar a mi hermano me perseguían para que les pagara dinero que según ellos él les debía, viví corriendo, viví enfrentándome a sus hombres. ¡Y luego mataron al único hombre que vi como padre! — La voz de Asaiah comenzaba a temblar. — ¡Secuestraron a la persona que más amo! ¡Amenazaron en quitarme lo poco bueno que logré tener! ¡Y carajo, casi me matan a mí también! — De repente alza su camiseta, mostrándole las cicatrices. — ¡Tengo cicatrices de balas! ¡De puñaladas, maldita sea! — Su camiseta cae a su lugar y sus brazos cuelgan rendidos a sus costados, pero se recompone enseguida y se yergue. — Discúlpame si verte así en una cama no me provoca nada, de hecho, si me lo preguntas creo que tienes lo que mereces.
Doy dos zancadas y me acerco lo suficiente para tomar su muñeca y jalarlo nuevamente, esta vez él decide seguirme y me toma de la mano, pero antes de que podamos acercarnos a la puerta, él se detiene y mira por ultima vez a su padre.
- No te bastó con arruinar todo esto, ¿cierto? Tuviste que decirle a la maldita mafia como encontrarme y arrastrarme a resolver tu desastre. — Su voz es dura y cortante. — Quiero que sepas que estoy haciendo esto no por ti, tú no me importas nada. Lo hago porque quiero tener la vida que con tus decisiones yo jamás pude tener. — Pausa un segundo para tomar aire y sacude la cabeza. — Y cuando mueras no te daré el lugar al lado de mi madre y mi hermano.
Salimos de la habitación casi corriendo. Su mano se cierra con fuerzas sobre la mía y me lleva hasta al elevador. Sus facciones están apretadas y su mirada fija hacia adelante. Cuando estamos dentro del pequeño cubículo de metal algo lo hace cambiar y de pronto se abalanza a mí, me abraza con fuerza, como si necesitara sostenerse de algo y esconde su rostro en mi cuello. Su respiración está alterada y podría jurar que escucho su corazón latir erráticamente. Pero ese momento solo dura un par de segundos; en lo que llegamos al primer piso.
- Está bien. — Murmura. — Lo haremos.
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Ángel - (Tercera parte de Bestia)
Genç KurguYa ha pasado el peligro. ahora Asaiah y Christina pueden estar juntos. O al menos eso piensan. No pasa mucho tiempo cuando su felicidad se ve de nuevo interrumpida por otro personaje del pasado turbulento de Sat. Y Christina otra vez tiene que lucha...