Capítulo 34

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- ¿Qué hizo qué? — La voz de Asaiah se alza, sus brazos vuelan en el aire mientras se pone de pie, dándome la espalda. Puedo ver la rabia sudando de su cuerpo, como cierra los puños buscando golpear algo. Esa es su reacción después de haberle contado lo que había hecho o intentado hacer Pablo cuando él estaba en el gimnasio del hotel. — ¡Ese maldito bastardo! — Gruñe, pasando sus manos por su cabeza, probablemente arrancándose varios cabellos en el proceso. — ¡Lo voy a matar! — Se gira de golpe. Sus músculos están flexionados, su quijada apretada y pareciera que sus ojos se oscurecieron por el enojo. Comienza a moverse hacia la puerta y es cuando me paro a detenerlo, coloco mis manos sobre sus brazos y me interpongo entre él y la puerta.

- ¿Qué vas a hacer? — Él alza las cejas, pensando en mi pregunta. — ¿Buscarlo? Ni siquiera sabes donde empezar. — Traga saliva y sus cejas se frunce, incapaz de entender lo que estoy tratando de hacer. — No puedes ir a buscarlo para darle una golpiza, Asaiah. — Parece que eso le enfurece aun más, su cuerpo se agita cada vez más.

- ¿Tú que estas haciendo? — Brama.

- Asaiah, eso puede poner en riesgo todo. — Le explico. — Créeme, yo misma quiero golpearlo en la cara, pero no podemos dejarnos llevar por eso porque podría arruinar todo. — Frunce los labios, entiende lo que le digo, sin embargo, no está nada contento con eso. — Además, Carmen me ayudó. — Añado. — Ella está cerca de nosotros. Por favor, quédate tranquilo... Tenemos que llevar a cabo esto.

Sus hombros se relajan y toma una bocanada de aire antes de acercarse y rodearme con sus brazos, estrechándome fuertemente contra su cuerpo. No me quejo, me gusta estar ahí, es un pequeño lugar en el que sé que nada pasará, aunque solo dure unos segundos. Sus labios hacen contacto con mi frente y siento su corazón latir debajo de la palma de mi mano.

- Juro que le tiraré los dientes mañana. — Eso me saca una sonrisa.

- Solo si lo sostienes mientras lo pateo en la entrepierna. — Puedo escuchar una pequeña risa proveniente de su garganta. Toma mi rostro en sus manos y deja un casto beso en mis labios. — Ahora come algo, tienes que...

- Lo sé. — Sus manos caen a sus costados. Hemos abandonado el mundo de las fantasías y ahora estamos de nuevo en la cruel realidad. Va hacia la mesa y se detiene a comer algo de lo que habíamos ordenado antes; un corte de carne con una ensalada de patatas. Para ser un hotel muy lujoso, no tienen mucha idea para sus platillos. Incluso la hamburguesa que había pedido antes sabía algo insípida.

Decido sentarme con él, al lado de la ventana. El sol se ha puesto desde hace unas horas y lo único que podemos ver son las luces de los edificios. Por un momento ambos nos quedamos en silencio mirando la vista. Dudo que ninguno de los dos haya estado antes en una ciudad tan grande. Pero después estaremos en San Francisco, que es similar... Eso es en lo que debo pensar, en lo que debemos de pensar; en el futuro. Una vida juntos, nuestra esperanza, el motor de nuestra lucha. Sé que el desea mucho más salir de todos los problemas que hemos enfrentado, él es quien desea con todo su corazón probar la vida que jamás tuvo la oportunidad de vivir.

Aun es temprano, no son ni siquiera las nueve de la noche. Me entra una urgencia, pienso en mi madre. Quiero llamarla, pero no puedo. Luego pienso en Trevor, en quien, sorprendentemente, se volvió la persona que más nos ha apoyado. Solo puedo pensar lo preocupado que debe de estar, si tan solo pudiera llamarlo, decirle que estoy bien y lo agradecida que estoy por la ayuda, lo mucho que lo quiero. Para él no puedo desearle nada más que lo mejor, que la chica con la que está saliendo se enamore de él como debe de ser, porque de todas las personas en el planeta, él se lo merece.

Estoy tan absorta en mis pensamientos, que doy un respingo al escuchar las cortinas cerrarse. Asaiah comienza a apagar las luces, excepto por la de la mesa de noche. La pequeña luz alumbra solo el espacio de la cama, dejando el resto de la habitación casi en la total penumbra. Asaiah se acerca a la cama y sin decir nada más entra en ella, pero siento sus ojos sobre mí. Mis manos juegan con una de las servilletas, pues no tengo más uñas que morder.

Ángel - (Tercera parte de Bestia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora