Epílogo

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Las manos me sudan, dios. La ultima vez que me sudaron tanto fue cuando hice el examen para graduarme. ¿Por qué me siento tan nerviosa? Esto ya lo esperaba, no puede salir mal.

Tranquila, Christina... Respira.

Gracias a dios escogí este vestido, el otro estaba tan apretado que seguro ahora me estaría muriendo asfixiada.

¿Y de quién fue la brillante idea de dejarme sola?

¿Cuándo se deja sola a...?

- Christina. — Mi madre aparece en el cuarto y yo me pongo de pie enseguida, mis manos están temblando. — ¿Estás bien?

- Si... — Mi voz tiembla, carajo, no ahora. Ella llega y me toma de los hombros. — No.

- Tranquila. — Dice con voz serena. — Respira hondo. Inhala. — Hago lo mismo que ella, dejando que el aire llene por completo mis pulmones. — Ahora exhala. — Las dos dejamos salir el aire y cerramos los ojos. — Otra vez... — Estaba por la segunda respiración cuando la puerta abriéndose me hizo respingar.

La última vez que había visto a Trevor con traje fue hace seis años, en mi graduación del bachillerato. Vaya que había cambiado en seis años, los dos habíamos cambiado mucho. En su cara podía notarse que estaba más cerca de los treinta que de los veinte, pero aun así permanecía su júbilo.

- ¡Trevor, maldita sea! — Tuve que alzar mi vestido hasta llegar a él y poder abrazarlo. La navidad pasada lo había visto y ya extrañaba sus abrazos poderosos.

- Te ves hermosa.

- ¡Gracias a dios estás aquí! — Ignoro por completo su cumplido. — Pensé que no llegarías.

- ¿Y perderme la boda de mi mejor amiga? ¿Bromeas? Además, se supone que yo te voy a llevar al altar.

- ¡Por eso mismo! — Cierro los ojos y vuelvo a respirar como lo había hecho con mi madre. — Pensé que iba a tener que utilizar a Austin como reemplazo.

- Ya, mujer. Ya estoy aquí. — Dice con seguridad y vuelve a abrazarme. — ¿Lista para casarte?

- Llegó el día... — Mi mirada baja al anillo y sonrío.

Jamás había tenido dudas con respecto a este día, jamás. Pero siempre me pareció tan lejano... Y de pronto los años pasaron tan rápido como un tren. No sabía si esto cambiaría algo, había vivido con Asaiah tanto tiempo que hacerlo casados jamás había cruzado por mi mente. Pero al mismo tiempo significaba tanto, después de compartir tanto.

Joder, ya llevamos el uno al otro en la piel, literalmente. Esto es mucho menos doloroso y aún así soy un manojo de nervios.

Pocas veces había pensado en casarme cuando era niña, pero siempre me había imaginado a mi padre acompañándome al altar y cuando él murió nunca más volví a pensarlo. Sin embargo, ahí estaba, portando un hermoso vestido blanco de encaje, pensando en él.

De cierta forma lo sentía presente, mi padre siempre estaría presente en mi vida y por siempre lo extrañaría. Pero estaba haciendo todo lo que él siempre quiso para mí... Terminé la universidad, encontré un trabajo en un periódico y después de un año tuve mi asenso y luego estaba el día de hoy.

¿Acaso él estará tan nervioso como yo?

- Fui antes con él a su habitación, está con Samuel. — Dice Trevor, como si hubiera escuchado telepáticamente su pregunta.

La universidad nos había cambiado mucho. Le dio vida a Asaiah de manera que jamás me hubiera imaginado. Tenía motivación y siempre luchó, como lo había hecho toda su vida, creo que al menos eso no cambiará. Al principio le costó adaptarse, los dos teníamos miedo, pero nos llegó la noticia de que tanto los Bianchi como los Leone se encontraban en prisión y no había manera que salieran y nada pudo ser mejor.

Ángel - (Tercera parte de Bestia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora