El sonido irritante de una alarma es lo que desgarra el silencio. Mis ojos se abren de par en par en un segundo, deseando en lo más profundo volver a dormir. Asaiah se mueve a mi lado y es quien apaga la alarma. Ambos nos sentamos en la cama de manera casi mecánica y nuestras miradas se cruzan, nuestros hombros se mueven simultáneamente, al mismo tiempo que tomamos un respiro. Sus manos hallan las mías por encima de las sabanas y nuestros dedos rápidamente se entrelazan. Su brazo derecho me abraza y me atrae hacia él, mi rostro escondido en el nacimiento de su cuello. Y los dos nos quedamos así en silencio, capturando el aroma del otro, sin querer realmente separarnos en ningún momento cercano, sin embargo, los dos sabemos que es necesario, que no podemos pretender que somos los únicos en el mundo, no más. Sus manos toman mis mejillas y alza mi rostro para poder verme a los ojos, se inclina y deja un beso en mi frente.
- ¿Estás lista? — Pregunta a milímetros de mi rostro.
- No. — Admito, alzando la vista para poder ver sus hermosos ojos verdes. — ¿Estás listo?
- No. — Trago saliva. Su mano cae sobre mi rodilla y la aprieta solo un poco antes de ponerse de pie. — Pero hay que hacer esto. — Yo asiento y me pongo de pie después.
Es tan temprano que aun no ha amanecido. Ambos vamos a la cocina a tomar algo de desayuno antes de que lleguen por nosotros, aunque jamás se especificó la hora, ambos creímos que lo mejor era estar preparados desde temprano. Los dos tomamos café en silencio, simplemente haciéndonos compañía. No hay palabras que puedan llenarnos, que tengan lugar en un momento como este y si las hubiera, ¿qué se diría? ¿Servirían de algo?
Al ponernos de pie los dos comenzamos a vestirnos. Después de abrochar y acomodar mi sostén busco el pequeño GPS que había dejado la noche anterior ya preparado. Siento una mirada verde encima de mí todo el tiempo. Me coloco una playera blanca y después una sudadera color verde encima, aunque era verano ya sabía que tenía que tener algo que me protegiera, Chicago no era la ciudad de los vientos por nada.
- No tienes que llevar eso, ¿sabes? Puedo llevarlo yo en...
- No. — Lo detengo antes de que pudiera terminar su idea. — Yo puedo hacer esto, tengo que hacer esto. — Sacude la cabeza y abre la boca para contradecirme, pero igual que antes lo interrumpo. — Déjame hacer esto, ¿sí? Si hay algo que pueda hacer para protegerte lo haré, tú harías lo mismo por mí. — Da dos zancadas hacia mí, lleva una mano a mi mejilla y se acerca para besarme. Al sentir sus labios sobre mi puedo percibir su tristeza, su miedo, como si pudiera compartirme todo eso con solo el tacto.
Mis costillas arden con el recuerdo del reciente tatuaje y de pronto duele de la misma forma que dolió cuando fue hecho. Por mi mente pasan todos los recuerdos que he tenido al lado de él, empezando por la noche que nos conocimos.
Aquella terrible fiesta a la que fui arrastrada me permitió conocerlo, ahí fue donde cambió todo. Nunca lo había admitido antes, pero desde ese primer momento fue que se me metió debajo de la piel y conforme pasaba el tiempo se introdujo en lo más profundo de mi corazón, de mi alma. No solo lo amo con todo mi ser, se ha vuelto mi vida entera y me rehúso a dejar que eso se escape sin dar pelea. Tal vez fue por eso por lo que estuve tantos meses sin poder dejar la cama después de que me hubiera dejado, tal vez fue por eso por lo que seguí adelante después de vivir un secuestro, tal vez fue por eso que me encontré a mí misma al lado de él, que ambos nos encontramos.
No puedo dejar de pensar lo diferente que hubieran sido las cosas de no haberlo conocido y dentro de todo lo sucedido no puedo arrepentirme de nada. Sé que ambos tenemos que luchar, sé que es injusto, pero así son las cosas.
Después de desayunar le mando un rápido texto a mi madre, en caso de que no me sea posible hacerlo más tarde. En ese corto mensaje le dejo avisado que me llamaron para ir a la universidad a San Francisco, una vil mentira, pero no puedo hacerla preocuparse por mí o peor; que intente detenerme y en el intento solo salga lastimada. Esa era otra de las cosas que tanto odiaba; los secretos. Ya estaba harta de ellos y aunque ya no existía ningunos entre Asaiah y yo, mantenía alejados a las personas que más quería. Otra razón más por la cual luchar, por ellos, para recuperar mi vida.
ESTÁS LEYENDO
Ángel - (Tercera parte de Bestia)
Novela JuvenilYa ha pasado el peligro. ahora Asaiah y Christina pueden estar juntos. O al menos eso piensan. No pasa mucho tiempo cuando su felicidad se ve de nuevo interrumpida por otro personaje del pasado turbulento de Sat. Y Christina otra vez tiene que lucha...