Capítulo 6

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Poco después que despertó él se veía bastante confundido y adolorido. Cualquier movimiento que hacía, le lastimaba y yo me quedaba sentada al lado de él, sin poder hacer mucho.

Asaiah estaba con los ojos cerrados. Lo primero que se me vino a la mente era que estaba durmiendo, así que me estiré a tomar el control remoto y apagué la televisión del cuarto. Pero en ese momento se quejó y abrió un ojo para mírame con reprobación.

- ¿Por qué la apagas?

- Pensé que estabas dormido.

- No. Solo escuchando. Enciéndela, por favor.

- Oh, de acuerdo. Solo no te vayas a levantar a arrebatarme el control. — Su mirada cambió y me vio con desprecio. Reí y sacudí la cabeza.

Presioné el botón y la pantalla se encendió nuevamente. Estaba sintonizado en el noticiero local y en ese momento estaban dando el clima. Cada día se sentía mucho más frío que el anterior. Ya estaba llegando el invierno y no quería ser nada sutil. De pronto algo captó la atención de ambos.

En el estudio volvió a aparecer una mujer rubia y siguió dando las noticias, pero esta vez se trataba de algo que estábamos esperando desde hacía mucho tiempo.

"Finalmente, uno de los hombres más buscados de la ciudad, ha sido enjuiciado y estará preso al menos treinta años. Enfrenta múltiples cargos, como; asesinatos, secuestros, lavado de dinero, narcotráfico y delincuencia organizada. Las autoridades trabajan para procesar el resto de los cargos, pero por ahora podemos asegurar que estará en prisión por mucho tiempo."

Asaiah y yo nos miramos. Sabía perfectamente que ambos sentíamos lo mismo. Era como si pudiéramos respirar de nuevo. Todo había acabado y ahora teníamos una segunda oportunidad.

*******

- ¿Qué más debo de llevar?

Cierro mi pequeña maleta y volteo a verlo. Yo ya he terminado de empacar mis cosas, pero él quiso dejar todo al último. No le respondo, llevo mi bolsa hasta el sofá de la sala y después regreso.

- Lo que tú necesites. — Coloco mis manos sobre mis caderas y enarco una ceja. — Estaremos dos semanas en la casa de mi madre, dime tú. — Él se rasca la nuca y hace una mueca.

- ¿Puedo lavar mi ropa allá?

- Claro.

- Entonces estoy listo.

Cierra finalmente su maleta y comienza a caminar hacia la sala para así tomar también la mía y posteriormente llegar hasta la camioneta. Mientras él carga las cosas que nos llevaríamos, yo me aseguro que todo esté bien cerrado dentro de la casa. Termino y me subo a auto. Asaiah arranca el motor y nos dirigimos hacia mi casa.

El tráfico decembrino es lo más cercano al infierno que puedo considerar. Afortunadamente vamos en un auto con calefacción, ya que el mío se negó rotundamente a trabajar con este frío y decidió no prender. El camino que usualmente no me toma ni veinte minutos recorrer, se extiende a casi una hora. Pero al final logramos llegar a la casa.

Todo alrededor está lleno de nieve y el único color que se logra distinguir es el blanco. Cuando nos estacionamos enfrente de la casa, la puerta principal enseguida se abre y veo a mi madre con un enorme abrigo de lana color azul. Como odio ese abrigo. Mi perra también está con ella, pero ella es lista y se mantiene alejada del frío tanto como le es posible.

Asaiah y yo bajamos a saludarla. Mi madre enseguida me rodea con ambos brazos y me abraza con fuerza. Me cuesta un poco respirar, pero a ella parece no importarle y me estruja cada vez más.

-Ma... — Mascullo. — Me vas a asfixiar. — Ella se ríe y después me suelta.

- Estoy feliz de verte, cariño, eso es todo.

- Lo sé, mamá. — Lleva una mano a mi mejilla y me da un ligero pellizco.

- ¡Sat! — Parece que es entonces cuando nota su presencia. Se le acerca y le da un efusivo abrazo, que tanto a él como a mí, nos sorprende. — Pasen, pasen. Hice sopa.

- ¡Perfecto, sopa! — Exclamo mientras entro a la casa. Mi perra no pierde el tiempo y me brinca encima. — Hola, Nina, ¿cómo estás? — Menea su cola y abre su hocico de cierta forma que parece que me sonríe. Después Asaiah capta su atención y va a saludarlo a él.

- Pueden dejar las cosas en la sala, mientras, si quieren.

- Sií, gracias. — Mi madre pasa muy campante entre nosotros y se dirige a la cocina. — ¿Dónde voy a dormir yo? — Me susurra al oído. Yo me encojo de hombros y comienzo a quitarme mi abrigo.

- ¿Quieres sopa?

Sigo a mi madre a la cocina y me dirijo al fuego, donde hay una cacerola bastante grande de sopa color rojo. Muevo la cuchara que estaba dentro y enseguida despide un delicioso aroma.

A pesar de que mi madre está contenta por tenerme en casa, el ambiente se siente algo incómodo. Asaiah no se siente bien de estar aquí, sé que prefiere quedarse en su casa y resguardarse del frío, pero a mí me hacía falta mi madre. Y agradezco que me entienda y se esfuerce por estar conmigo.

Estamos los tres sentados a la mesa del comedor, comiendo la sopa que había hecho mi madre. De repente se escucha un tronido y todas las luces se apagan, dejándonos a oscuras.

- Mamá, ¿si cubriste el regulador? — Mi madre se lleva una mano a la frente y niega con la cabeza.

- ¡Me olvidé por completo de hacerlo!

- No te preocupes, ahora voy a arreglarlo.

- No, yo lo hago. — Dice Asaiah. — Me imagino que algo se debió de haber congelar algo.

- Sí, se rompen los alambres.

- No es difícil de arreglar, ¿tienen de repuesto?

- Sí, tengo un par guardados por acá. — Mi madre se pone de pie y va hasta la alacena. Después de rebuscar por un par de minutos regresa con una cajita de repuestos y se la entrega. Asaiah se pone de pie y se va al garaje. — Chris.

- ¿Sí, mamá?

- Es buen muchacho. — Yo enarco una ceja. — Ayuda a su suegra.

- Ay mamá, es lo mínimo que podría hacer, tú también lo ayudaste cuando estuvo en el hospital. — Ella junta sus manos y sacude la cabeza.

- Me recordó a tu padre. Él siempre arreglaba el condenado regulador cuando a mí se me olvidaba cubrirlo. — Yo me encojo de hombros. — Al menos espero que la calefacción no se haya acabado de dañar. — Ruedo los ojos y tomo mi cuchara para seguir comiendo. De pronto la luz llega nuevamente y la cocina se vuelve a iluminar.

- Ya está. — Anuncia Asaiah, llegando unos momentos después. — Cosas como esas pasan en las casas viejas.

- Sí, esta casa es tan vieja como yo.

- Mamá.

- Es cierto. — Ella sonríe y toma un trago de agua de su vaso. — En fin. ¿Me ayudarán a poner el árbol?

- ¿Qué árbol...? Ah.

Ángel - (Tercera parte de Bestia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora