Capítulo 7

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¡Hola! Sé que las tengo un poco abandonadas, perdón jejeje no se enojen conmigo.

En fin, quise escribirles algo lindo para que disfruten y no me odien. Por favor no odien a los autores, porque también tenemos nuestro corazoncito... Que a veces parece de hielo pero eso es otra cosa.

Aquí les traigo otro capítulo. Y también las vengo a joder para que lean "Transfusión" porque se va a poner bueno.

Disfruten el capítulo y saben que los quiero.

P.D Hace poco estaba leyendo unos comentarios, y vi a un chico y una chica hablando. Los shippeo, espero que me inviten a su boda. Ahre me siento cupido.

Ahora sí, Ari se va. Paz.

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Asaiah parece maravillado mientras colocamos los adornos del árbol de navidad. Él analiza cada esfera que toma y poco después la coloca en una rama. No me había puesto a analizar que más allá que sea nuestra primera navidad juntos, es su primera navidad después de varios años. Probablemente el último recuerdo que tiene de una navidad, es de cuando aún era muy niño.

Él guarda silencio en todo momento, mientras mi madre y yo parloteamos de la escuela y el trabajo. El ambiente se ha relajado bastante para ese momento y me siento completamente cómoda al tener a las dos personas que más amo junto a mí.

- ¿Quieres ir por la estrella, cariño? — Dice mi madre.

- Claro, mamá. — Me dirijo a una de las cajas abiertas que están en el suelo y Asaiah me sigue con curiosidad. Del fondo saco otra cajita de cartón y después de abrirla, tengo una estrella de cristal con luces incrustadas. Esa pieza siempre me ha gustado y el momento que más me gusta de colocar el árbol, es colocar la estrella en la punta. — ¿Me ayudas? — Le paso la estrella a Asaiah, quien la sostiene con mucho cuidado y al igual que todos los adornos, la admira por unos segundos. Ambos caminamos de vuelta al árbol y él me ofrece la estrella al llegar. — No, ponla tú.

- ¿Segura?

- Está bien, Sat, puedes ponerla tú. — Mi madre lo mira con cariño, de una manera en la que yo jamás pensé que lo miraría.

- De acuerdo.

Sube los peldaños de la corta escalera y se inclina con cuidado sobre la punta, mientras toma la rama del árbol artificial para atorarlo a la estrella. El árbol se zangolotea mientras él lucha para encajar el último adorno. Y después de un par de intentos más, lo logra. Baja de la escalera, con una enorme sonrisa de triunfo en su rostro.

- Espera, déjame prendo las luces. — Le digo una vez que se me acerca. Quito la escalera plegable del medio y tomo la extensión verde, para luego conectarla a la corriente. Y enseguida el árbol toma vida con luces cálidas. La estrella es la que brilla con más fuerza.

- Se ve lindo. — Dice mi madre mientras toma asiento en el sofá y coloca una caja a un lado con sus pies. Y tenía razón; se veía lindo. Aunque es era una visión a la que estaba acostumbrada cada diciembre, era algo muy lindo. Asaiah se me acerca y me rodea con su brazo izquierdo, atrayéndome contra su cuerpo.

- Pero no se compara contigo. — Dice en voz baja, pero mi madre no tiene problemas para escucharlo. Él deja un beso sobre mi cabeza y me estrecha más. Yo enseguida me ruborizo y sonrío como una tonta, lo que mi madre encuentra divertido y se ríe.

- Bueno, odio arruinarles el momento. — Se pone de pie nuevamente y se sacude las manos en sus pantalones. — Pero hay que guardar las cajas.

- Sí, mamá. — Me agacho para comenzar a alzar todo lo que habíamos tirado.

- Sat, ¿puedo pedirte un favor? — Yo enarco una ceja al escuchar eso y me yergo para mirar a mi madre.

- Claro, señora, ¿qué pasa?

- La calefacción. — Comienza. — La calefacción no está funcionando bien. Y quería pedirte si podrías encender la chimenea. — ¿La chimenea? ¿La vieja chimenea? No se enciende desde que mi padre murió. — Por favor, hijo.

- Sí, está bien, no se preocupe.

- Hay un par de leños en el garaje. — Él asiente y abandona la sala en búsqueda de los dichosos leños. Yo miro a mi madre confundida y ella se encoge de hombros mientras se acerca a mí para abrazarme con sus delgados brazos. — Es un buen muchacho. — Vuelve a decir en mi oído.

- Pensé que no te gustaba. —Le respondo, pero ella parece ignorar lo que le había dicho.

- Ya era tiempo que alguien encendiera esa chimenea.

A Asaiah le tomó varios intentos y muchos minutos lograr hacer que la primera llama apareciera entre la madera. Yo había visto encender aquella chimenea a mi padre cientos de veces antes de que él falleciera. Mi madre se había negado a encenderla ella pues decía que le recordaba a mi padre y aquello le dolía. Eso simplemente había perdido importancia a través de los años. Y no me podría haber imaginado que mi misma madre le pidiera a Asaiah que la encendiera.

Tal vez sea porque se acercaron un poco más, en los días que él estuvo en el hospital y mi madre estaba conmigo para hacerme compañía. No hubo un solo día en el cual ella no subiera a saludarlo y desearle que se mejorara. Incluso, cada tanto subía con algo de comida. De vez en cuando conversaban. No mucho, pero lo hacían y era bueno saber que ellos dos se familiarizaban de a poco.

Creo que después de aquello, mi madre pudo comprender el porqué estaba tan enamorada de aquel hombre. Al igual que yo, pudo ver más allá de su fachada de chico malo y se dio cuenta que él, también me amaba. Que me amaba con tanta locura que era capaz de dar su vida por mí. ¿Cuándo podría conocer a alguien más así? Ellos dos trataban de llevarse bien, ya que yo no podría vivir con uno sin el otro y ambos lo comprendían.

A lo mejor fueron más de quince minutos, pero menos que veinte, pero al final, la chimenea estaba encendida, como lo hizo años atrás. De cierta forma ver el fuego, me recordaba a mi padre. Ahora él no estaba aquí, pero con el calor y las llamas, de alguna forma sentía que él seguía conmigo.

Asaiah vino a sentarse conmigo cuando vio concluir su obra con triunfo. Tomo su mano izquierda y la coloco con su palma hacia arriba, sobre mi rodilla. Tiene los dedos manchados de color negro. Río y niego con la cabeza. Él sacude sus manos en el aire y luego me toma con sus dos brazos, mientras hunde su cabeza entre mi cabello.

- Gracias, Sat. — Mi madre está sentada en el sofá reclinable frente a nosotros. Tiene su mirada fija al fuego, con una sonrisa en su rostro. Se pone de pie y es entonces cuando nos mira. — Ya es tarde, muchachos. Los niños y los viejos nos tenemos que ir a dormir temprano.

- Mamá, por favor. — Yo ruedo los ojos. Odio que mi madre se diga a sí misma de esa manera, pero a ella le parece algo bastante divertido.

- Buenas noches, muchachos. — Ella dice y asiente con la cabeza.

- Espera. — Me pongo de pie de un salto, deshaciéndome del agarre flojo que Asaiah mantenía sobre mi cuerpo. — Mamá, ¿tienes un edredón grueso?

- ¿Para qué? — Enarca una ceja y después mira a Asaiah. Sacude la cabeza y me da la espalda mientras se dirige a subir las escaleras. — No espero que duerman separados. — Menciona mientras sube los primeros escalones. — No soy tonta, sé que Christina no ha estado durmiendo en un sofá. — De pronto para, pero sigue sin mirarnos. — Pero una cosa; quiero la puerta abierta todo el tiempo. — Dice lo último con seguridad y reanuda su viaje al segundo piso.

- Llévate tus cosas. — Me doy media vuelta y tomo la mano de Asaiah.

- ¿A dónde?

- ¿Cómo que a donde, idiota? Vamos a mi cama.

Ángel - (Tercera parte de Bestia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora