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Tomé el vaso y temblorosa lo lleve hasta mis labios. Ya el líquido no ardía al bajar por mi garganta, como al principio. Muy probablemente era porque estaba tan borracha que no me percataba ya del ardor.

Sentí algo vibrar en mi pierna, pensé qué tal vez era simplemente mi pierna temblando pero al asegurarme que la tenía firme y no dejaba de temblar, tanteé temblorosa mi pierna y sentí un objeto, el causante de la vibración. Recordé mi teléfono y difícilmente lo saque del bolsillo.

"Eloísa llamando"

Bufe. Por supuesto que no respondería. Lo que menos quería hacer ahora era conversar con alguien así que volví a meter el teléfono en el bolsillo.

—Dame otra— gemí con voz ronca. El cantinero, mirándome detenidamente un momento me extendió el vaso con más alcohol.

Trate de sujetar el vaso con una mano pero estaba tan frágil que tuve que sujetarlo con las dos, las llevé hasta mi boca y tomé el líquido. Dos tiras de líquido escurrieron por los lados de mis labios hasta introducirse entre mis pechos. Mi piel se erizo y sonreí como boba.

Mire sobre mi hombro y capturé enseguida los ojos que estaba buscando. Desde que había entrado por la puerta del bar, sentí esos pares de ojos sobre mí. Y así era, me asegure cuando distraídamente mire hacia ese lugar y le mire observándome.

Recordaba que aunque lejos, me había podido percatar que tenía ojos lindos. Y por supuesto, como cualquier chico que estaba bien vestido y se sentaba solo en una esquina, tenía una laptop y algunos papeles alrededor.

Sonreí satisfecha, el seguía ahí y seguía con sus ojos sobre mí. Solo que ahora tenía el ceño fruncido. O eso era lo que me parecía, siquiera podía ver bien.

Me levante, casi tropezándome al hacerlo, pero muy decidida. Todo me daba vueltas y no podía enfocar mi vista en nada, las escasas luces me molestaban y mi cuerpo no respondía muy bien.

Pero no me importaba, eso no me iba a detener. Quería que Dios sufriera, aunque sea un poco de todo lo que yo estaba sufriendo. Y la única forma que conocía para hacerlo sufrir era desobedeciéndolo.

Y eso pretendía hacer. Quebrantar una de sus más grandes reglas, mandamientos. Y como la mierda que me sentía satisfecha de que eso hubiese atravesado por mi cabeza. Por supuesto que en otra circunstancia jamás me hubiese atrevido, siquiera pasado por la cabeza, semejante cosa. Pero ahora lo había hecho y no pensaba echarme para atrás.

Con pasos indecisos y teniendo que sujetarme de alguna que otra mesa o silla para no caerme, caminé hacia la esquina, donde se encontraba el chico. Ya la laptop y los papeles no estaban sobre la mesa, sino que ahora solamente tenía su bebida y me observaba detenidamente. Mi vientre se encogió ante su fuerte, fija y escudriña vista sobre mí.

El chico se puso en pie, midiendo mis movimientos, cuanto vio que yo iba directo hacia su mesa.

Respire profundo una vez que estuve enfrente de él. El camino hacia ahí había parecido largo e infinito, y por consiguiente, cansado.

El chico me miro interrogativo, pero no dijo nada sino que solo me sonrió un poco. Esperaba que dijera algo pero yo estaba segura que mi voz no saldría muy bien y no quería avergonzarme enfrente sus narices. No más de lo que ya lo había hecho, al menos.

El chico abrió la boca para decir algo pero antes que algo saliera de su boca, mis labios ya estaba estrellándose contra los suyos.

Pude sentir el cuerpo tenso que chico, sus labios rígidos y su respiración contenida. Pero no me importo, eso no me detendría de continuar besándole. Aunque, no merecía tanto la pena ese horrible beso. Le estaba besando con tanto descuido y estaba siendo un beso baboso que estaba seguirá, el chico me alejaría y se iría indignado y asqueado. Pero no, el chico me sorprendió después d unos segundos, siguiéndome el beso. Y al ver que yo no mejoraba, me sujeto del mentón y, tomando el control, me guío a un beso lento y sensual. Sonreí satisfecha. ¡Señores, eso sí es un beso!

DesnudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora