— ¿Ágata?— se escuchó la voz de Ignacio cada vez acercarse más a mi habitación, y yo aún en el baño.
— ¡por aquí! ¡Ya salgo!— la puerta de mi habitación se escuchó abrirse; no tenía tiempo para ponerme crema así que solo me puse el desodorante y busque la ropa.
Maldición, la ropa estaba en mi habitación.
¿Cómo me atrevería a pasear enfrente de él sabiendo que estaba desnuda debajo de la bata y no estando ebria?
A la mierda, ebria o no ya me había visto desnuda. Al menos ahora me cubría una enorme bata.
Salí de la habitación y busqué enseguida al chico con los ojos. Me sentí un poco aliviada al mirar que me daba la espalda; estaba parado enfrente de mi librero.
—lamento que se me haya hecho tarde, me eh quedado dormida. — caminé hacia mi closet y busque lo que me pondría, lo más rápido de podía. Tuve que salir de nuevo a la habitación porque ya no tenía ropa interior limpia, lo único que me quedaba era una tanga que estaba en mi mesita de noche.
— ¿Así que eres religiosa?— me paré en seco y me giré hasta mirar hacia donde se encontraba.
— ¿que?
—tienes libros con títulos religiosos.
— ¡Oh!— me reí nerviosa. Había sido la primera vez que me llamaban religiosa; ni siquiera recordaba que tenía esos libros ahí.
—Mis padres eran cristianos casi desde que se casaron; mi hermana y yo prácticamente nacimos en la iglesia— el chico asintió. Quise correr de regreso al closet pero su voz me detuvo.
— ¿porque estás tan apurada si aún falta mucho para la cita?
— ¿Qué?— le mire confundida, buscando mi teléfono para mirar la hora
—solo eh venido más temprano a recogerte porque pensé que podíamos llegar a desayunar a alguna parte.
Suspire de alivio, entonces estaba a tiempo. Sonreí aliviada.
Sin querer, mis ojos se dirigieron hacia más arriba, ahí donde Ignacio aún no llegaba. Corrí rápido y cogí la foto que estaba ahí y la puse detrás de mi espalda. Le sonreí, el me miro con una ceja alzada, divertido. Después se inclinó, tanto que sentí su respiración por la canilla. Se levantó, mirando algo que sujetaba en sus dedos enfrente de sus rostros: mi tanga. Trate de demostrarle que no me importaba así que solo volví a mirar hacia sus ojos
—Así que no te importa ¿ah?— sonrió y se llevó la mano hasta su bolsillo del pantalón y guardó la tanga. —Muy bien, entonces la conservaré, al igual que tu sujetador y blusa. — le mire confundida, el ensanchó su sonrisa.
—Las dejaste ahí la noche que estuviste en mi departamento. — su rostros cada vez se fue acercando más al mío; mire hacia sus labios, sonrientes. Quería alejarme y guardar nuestra distancia pero sus labios eran como imanes para mí, quería volver a besarlos, volver a sentir la sensación de tenerlos sobre los míos. Era el único que no había olvidado, además de sus ojos y sonrisa, con lo que soñaba y sentía tan real cada noche.
Sin embargo, el chico se alejó de mi tan sonriente y travieso, como si hubiese conseguido lo que quería. Sus ojos me dejaron de ver a mí y miraron hacia otro lugar, seguí su vista.
Maldición.
Tenía la fotografía que yo antes tenía escondida en mi espalda.
Maldición.
La miro detenidamente, por un largo rato. No se estaba burlando, podía mirarlo, pero si disfrutaba lo que miraba.
—así que a tus papás también les gustaba tomarte fotos mientras te duchabas— dijo sin mirarme pero después lo hice —y además lo disfrutabas que estabas muy contenta.

ESTÁS LEYENDO
Desnuda
Historia CortaSus ojos me cautivaron desde el instante que me cruce con ellos. Y aunque no fueron las mejores circunstancias cuando le conocí, definitivamente estoy agradecida que su vida se cruzara con la mía.