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Caminé apurada por los pasillos de la universidad. El profesor con el que tenía que ir a hacer un examen, sino llega unos dos minutos después que la campana de la última clase sonara, él se iría. Y tenía un par de exámenes en esa clase por tomar.

Aunque ya hacía un tiempo que había regresado, no había tenido tiempo para tomar los exámenes pues había estado haciendo los proyectos o tareas. Tratando de ponerme al corriente con las clases.

Todos los profesores sabían desde antes que me iría y me ausentaría por un tiempo, pero no habían podido darme los trabajos por adelantado. Así que ahora estaba toda atrasada y tenía que hacerlo todo al mismo tiempo. Antes que se me pasara el plazo.

La voz inconfundible de Ignacio me detuvo antes de girar para entrar por la puerta del salón. Estaba con su mejor amigo, Mauricio.

—Le prometí que le protegería de esta mierda y mira... ella es la que está pagando las consecuencias. —

"Te cuidare. A ti nunca te sucederá nada, no permitiré que se acerque a ti. Te prometo que te protegeré de todo. Incluso de mi si es necesario."

Mis ojos se inundaron de lágrimas contenidas y cubrí mi boca para no llorar.

El me lo había susurrado después de haber tenido sexo. Pensé que solo habían sido imaginaciones mías o qué tal vez estaba solamente hablando por hablar. Ahora entendía.

Un pequeño sollozo se me escapó al escuchar su voz lastimosa, aunque ya sabía que mirarme mal lo lastimaba. Y me lastimaba saberlo así. Quería poder estar a su lado, abrazarlo y decirle que todo estaba bien, que yo aún lo amaba y que aunque no se había explicado por lo que había hecho yo sabía que había una explicación. El no haría lo que hizo solo porque sí.

— ¿Ágata, que haces aquí?— me sobresalte al ser descubierta por Mauricio; rápidamente limpie mi rostro

—ho-hola ¿qué tal?

— ¿Ágata?— mi corazón se detuvo por un momento al encontrarme descubierta y justo por él, por ese chico guapo con el cabello largo y más peinado y una barba prominente de algunas semanas.

— ¿qué haces acá?

—El profesor me pidió que viniera después de escuela a tomar unos exámenes, no sabía que estuvieran aquí. — mire de uno al otro tratando de fingir pero sabía que mi nerviosismo era evidente.

—el profesor nos pidió venir para conversar sobre cuándo podríamos darle una charla a los estudiantes. Ya tú sabes. — Asentí

—Dijo que vendría una alumna y que le dijéramos que en un momento regresaba. Iría a imprimir tu examen.

—gracias, Mauricio. Entonces... lo espero afuera así ustedes pueden... terminar su plática. — me apresure a caminar para alejarme de ahí pero su mano me tomo del brazo.

Cerré los ojos, tomando todo mi autocontrol para no lanzarme a sus brazos. Extrañaba su toque, por muy mínimo que fuera, le había extrañado.

—espera, me gustaría conversar contigo. Explicarte. Sé que te lo mereces.

Le mire con una ceja alzada, con ironía y cinismo. Por supuesto que me merecía una explicación, más que eso.

— ¿porque hasta ahora? ¿Porque no lo hiciste cuando te lo supliqué que lo hicieras? ¿Ahora qué más da?

—da, y mucho. Yo aún te sigo amando y te extraño cada día más. No puedo vivir sin ti, bonita.

— ¡no! ¡No me llames así!— un pequeño tosido me trajo de vuelta a la realidad.

DesnudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora