— ¿Ágata?
— ¡por aquí! ¡En el estudio!— los pasos se escucharon cada vez más cerca; la puerta se escuchó que se abrió y después se cerró pero no mires estaba muy concentrada haciendo tareas de la universidad. Ya tenía alrededor de dos semanas que no iba a la escuálida porque en cualquier momento daría a luz.
Tuve que dejar de hacer lo que tenía y alzar el rostro para mirarla porque solo se quedó ahí, para enfrente mío, mirándome directo sin decir nada.
— ¿Qué sucede?— negó nerviosa; caminó hacia el sillón y se sentó recta, con las manos sobre su regazo.
— ¿Cómo está Ignacio?— fruncí el ceño, confundida
—Bien, igual que ayer, cuando lo viste— asintió.
— ¿su mamá?
—también, te mando saludos y dijo que el viernes venía a pasar el rato con nosotras y a cocinarnos un platillo especial. Dijo que traería a su mamá, doña Luna y a su hermana mayor, la señora Delia. Esa familia era muy grande y muy unida. Si yo pensaba que la mía lo era, era porque aún no conocía a la familia de Ignacio.
—Vale— susurró, con su vista perdida.
— ¿qué te sucede?
—Hay algo de lo que tenemos que hablar— le mire expectante, ansiosa y preocupada. Lo estaba haciendo mucho de emoción y si ella hacía eso, era porque no sabía cómo decirlo, y si no sabía cómo decirlo, era porque era algo realmente grave.
—solo dilo, lo que sea y como sea. Lo entenderé. — suspiró audiblemente y tomo una respiración profunda, muy profunda.
—Tenemos que vender los animales. — sonreí aliviada.
— ¡oh, bueno! ¡Menos mal que es eso! ¡Pensé que era algo más grave!
—es que el problema... el problema es que también tenemos que vender a... Max.
— ¡¿que?! ¡¿Porque?!
—porque es por el que más nos dan y...
— ¡pero...! ¡¿Pare que necesitas tanto dinero?!
—papá... hipotecó la estación de radio, y sabes que es nuestro primero ingreso. Yo en el hospital no me ha ido muy bien así que no tengo la cantidad para pagar toda la cantidad.
— ¡¿pero y porque papá hipotecaría la estación?!— suspiró, cansada y se frotó las sienes.
—No lo sé pero... eso no es todo— quise gemir y saltar y gritar de odio y frustración pero solo le mire expectante —mamá también se endeudó con algunas tarjetas de crédito. Las tarjetas están al tope y... necesitamos ese dinero. Por Max nos darán la suma más grande que necesitamos, para pagar la hipoteca de la estación. Mientras que el resto de los animales nos ayudará para pagar las tarjetas de crédito, pagarles a don Fabricio y a Carlos su último sueldo.
—ósea que ellos también tendrán que irse.
—si, por más que me duela y me parta el corazón, tendremos que prescindir de ellos. Ya no tendremos animales así que ya no necesitaremos de empezar legado, además que no podremos porque si algo llegase a quedar, tendemos que reponernos.
— ¿y... ya tiene cliente para... él?
—Sí, es don Omar. — suspire audiblemente de alivio.
El señor Omar era muy buena persona, trataba a sus animales con consideración y era respetuoso. El nunca golpearía a un caballo para domarlo, él pensaba igual que yo que había otras formas para ganarse a los animales indomables. Sabía que Max estaría a salvo con él. Y eso al menos me tranquilizaba un poco.
— ¿cuándo vendrá por él?
—Esta tarde— trague duro; era demasiado pronto, no podría.
Asentí, sintiendo mi garganta escocer y mis ojos nublarse.
—bueno... bien...— aclare mi garganta, de repente no podía hablar —entonces... iré a despedirme de él— me levante con dificultad y, cubriéndome con un chal, salí del estudio y caminé hasta el establo, donde se encontraba mi amigo.
Encuentro estuve al alcance del olfato y ruido de Max, comenzó a relinchar y a mover su cabeza.
—hola, hermoso. Hola, precioso— su hocico rápidamente fue hasta mi vientre y relincho más fuerte; acaricié su pelo con una mano mientras con la otra trate de limpiarme mis mejillas llenas de lágrimas.
Sabía perfectamente que si no fuera estrictamente necesario Eloísa no se hubiera atrevido ni siquiera a proponerlo. Ella sabía que Max era mi mejor amigo y que yo le amaba con todo mi corazón, al igual que el a mí. Yo había trabajado duro para ganármelo, ganarme su confianza y amor.
Cuando había llegado era un caballo muy bravo, no se dejaba montar por absolutamente nadie y ni siquiera acercarse.
Yo había tenido que ir acercándome poco a poco, dándole comida al principio, para que supiera que era inofensiva. Con el tiempo me permitió acercarme un poco más y después hasta acariciarlo podía. El me dejo que le bañara y le cepillara y hasta que me durmiera con él. Y a pesar de todo, tarde un año hasta que me dejó montarlo.
Ahora sería demasiado dócil separarme de él.
—lo lamento tanto. Perdóname— fue todo lo que pude decirle; el nudo en mi garganta se hizo más fuerte y no pude hablar.
Con dificultad, me senté sobre una paca y Max al entenderme, se sentó sobre sus patas y recargó su hocico sobre mi regazo.
—prometo que iré a visitarte todos los días, estaré al pendiente de ti. También te llevaré al bebé, ya que tenga varias semanas, para que le conozcas.
Deje de acariciar su cabeza y limpie mis mejillas bañadas de lágrimas.
¿Cómo podría dejarle verle partir? ¿Cómo?
— ¿Ágata? ¿Ágata?— el caballo se levantó y comenzó a relinchar, nervioso. El chico de ojos bonitos apareció y me sonrió aliviado —hey, aquí estás— trate de sonreírle pero salió en mueca en su lugar. El rápidamente trato de entrar al espacio pero Max se lo impidió levantándose en las dos patas traseras.
—tranquilo, Max, es solo Ignacio. Ya le conoces. — pero el caballo parecía no escucharme, estaba demasiado inquieto con la presencia de Ignacio.
Hice señas a Ignacio para que saliera de la vista de Max y después le calmé.
—tranquilo, hermoso, ya se ha ido. — bese su cabeza y salí del espacio, cerrando la puerta detrás de mí.
— ¿qué sucede?
—solo estaba preocupado y quise asegurarme que todo estaba bien. Llegue hace un rato y trate de darte tiempo a solas con Max pero al mirar que no regresabas eh decidido venir a ver que sucedía. — le mire a los ojos pero mis ojos se apañaron y tuve que parpadear; sentí sus brazos rodeándome —tu hermana me conto lo que pasaba. Lo lamento. Me eh dado cuenta que quieres mucho a tu caballo. Debe ser difícil. — me contuve con todas mis fuerzas de no llorar; me separé de él y enredé mi mano con la suya y le guie fuera del establo.
—Lo es— asintió; no quería hablar de eso y él lo entendió.
Ninguno dijo nada en lo que caminamos a casa y una vez que entramos mire a Eloísa sentada en la barra, ocultando su rostro entre sus manos. En cuanto nos escuchó entrar alzó su rostro y se levantó de su asiento.
Sus ojos buscaron los míos, su mirada estaba triste y era suplicante al mismo tiempo. Le sonreí con amor para que supiera que entendía y la apoyaba.
—el estará bien.
—lo sé.
—ya están aquí, ya han venido por él.
Todos nos quedamos en silencio. Pude ver los ojos de Eloísa buscando los de Ignacio pero el miraba hacia mí, esperando mi reacción. Me di media vuelta para estar de frente con él y apoye mi frente en su pecho.
—llévame contigo.
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Desnuda
Short StorySus ojos me cautivaron desde el instante que me cruce con ellos. Y aunque no fueron las mejores circunstancias cuando le conocí, definitivamente estoy agradecida que su vida se cruzara con la mía.