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Mire hacia el techo, suspire hondo y trate de relajar mis hombros, lo cual fue imposible.

Dos rayitas

Maldición.

Según la caja eso significaba que era positivo. Maldición

¿Ahora que iba a hacer? Aun me falta tres años para terminar la universidad. Aunque mis papás ya habían pagado toda mi carrera, aún me gustaba trabajar para tener mi propio dinero. Para darme gustos cada vez que quisiera sin tener que pedirle a mis padres. Ahora mis padres no estaban y yo tenéis que trabajar solo para mantener las necesidades del bebé.

Maldición, maldición, maldición.

¿Qué le diría a Eloísa? ¿Cómo se lo diría? ¿A los de la iglesia? Que aunque no le habían visto en la iglesia, siempre se aseguraban de venir a visitarnos y estar al pendiente de nosotras. ¡¿Cómo se lo diría al resto de la familia?! ¡Mis abuelos!

¡Maldita sea!

— ¿Ágata? ¿Estás ahí?— se escuchó la voz de Eloísa al otro lado de la puerta del baño. Mierda.

Pensé quedarme callada para que pensara que no estaba pero no valía la pena. Tarde o temprano tenía que decírselo.

—Sí, ahora salgo— tire la prueba junto con la caja a la basura y camine hacia la puerta.

Me paré en seco ¿Cómo se lo diría? Me regrese y tome la prueba, mejor se la mostraría en vez de hablar.

— ¿Qué pasa?— pregunté

—es que tengo que salir, unos clientes del consultorio están teniendo problemas graves y tengo que ir a verlos.

—pero es día de descanso

— lo sé pero me necesitan. Ya sabes, lo enfermos no respetan mis días de descanso— me guiño un ojo. —espero no tardar pero, vendrá el correo a traer un paquete. Por favor recíbelo y llévalo a mi habitación.

—Vale...— le mire nerviosa, mientras ella se alejaba caminando hacia la puerta de mi habitación. En verdad que quería decirle — ¿Eloísa...?

— ¿Sí?— sujeto la manija en su mano pero se giró y me miro a los ojos.

Maldición, tenía que hacerlo, no podía no hacerlo.

Caminé lentamente hasta ella, moviendo la prueba entre mis manos detrás de mi espalda. Me paré enfrente de ella, sin poder mirarle a los ojos y le tendí la prueba.

Paso un largo rato y no recibí ninguna respuesta así que alce la vista, curiosa.

— ¿Cuánto tienes?

—como tres semanas.

—Fue en la noche que no viniste a dormir ¿cierto?— lo dijo en un tono de voz que nunca había escuchado en ella, molesto y decepcionado.

Ella siempre había sido tan cariñosa y amable con todo mundo pero sobre todo conmigo. Nunca se molestaba con alguien, aunque le hicieran cosas horribles. Nunca me había hablado a mí de esa forma, jamás.

Llore en silencio; solo pude asentir.

Azoto la puerta antes de salir. Ella nunca hacia eso, por muy molesta que estuviera... Realmente estaba furiosa.

Me tire sobre la cama, llorando a moco tendido. Si ella no me apoyaba ¿quién lo haría? Contarle al papá del bebé no podía, muy probable no me creería. El pensaría que soy puta y ¿cómo podría estar seguro que él bebe es de él? Una cosa es ser caballeroso pero eso no significa ser tonto. Si yo estuviera en su lugar no creería que él bebe fuera mío; así que él no era una opción.

"Pero él tiene derecho a saberlo aun si no cree que es suyo." Busque rápidamente en las llamadas de mi teléfono antes de arrepentirme. El historial estaba vacío. Maldita sea. Había borrado el historial como hacia cada semana. Podía ir a su casa, pero ¿y si no vivía ahí? ¿Si solo era de un amigo? Pues me darían información me dije a mi misma, convencida que tendría que hacer lo correcto, aunque fuera esta vez.

DesnudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora