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—pero cúbrete los ojos, no quiero que mires.

—está bien, te prometo que no miraré. — continué caminando nerviosa, cubriéndome con una mano mientras con la otra me sujetaba al hombro de Ignacio. Un pequeño ruido se escuchó y después una puerta abriéndose.

—Entraremos a un lugar pero después que lo hagamos aún no te descubras el rostro, yo te diré cuándo. — no pude evitar reír nerviosa y ansiosa ¿que se traía entre manos?

Sentí su respiración en mi frente y poco después sus labios contra mi mejilla.

—ahora si puedes ver.

Abrí primero un ojo y después el otro para acostumbrarme a la luz; anonadada mire a todo mi alrededor. Había pétalos de rosas por todas partes, velas formando un camino hacia la cama, la cual tenía mucho más pétalos solo que los pétalos sobre la cama formaban algo.

— ¿Qué es eso?— me acerque dudosa e intrigada hacia la cama. '¿Quieres casarte conmigo?' Abrí y cerré la boca como un pez fuera del agua, sorprendida. — ¿Pero qué es...?— me giré para mirar a Ignacio al rostro pero este no se encontraba donde yo lo había dejado sino que estaba a mi lado, sobre una de sus rodillas y tenía un pequeño y sencillo anillo entre los dedos.

— ¿te quieres casar conmigo?

— ¡si! ¡Claro que sí!— y sin importarme si me ponía el anillo o no, me lancé a sus brazos ocasionando que cayésemos sobre el suelo —te quiero, te quiero tanto— me senté sobre su vientre y bese todo su rostro, no hubo partes que no dejara sin besar. —eres tan perfecto ¿lo sabes?

Alzó el mentón y se carcajeó; mis piernas se debilitaron

—no sé si perfecto pero te aseguro que soy perfecto para ti, como tú lo eres para mí.

Sujete su cuello con mis dos manos e hice que me mirara directo a los ojos.

—Lo somos— rodee su cuello y volví a besar sus labios, detenidamente.

Sus manos me sujetaron de la cintura y sin quitarme de encima, se puso en pie y después se sentó en el borde de la cama, conmigo sobre su regazo.

—Déjame ponerte el anillo. — reí nerviosa, siquiera me había dado cuenta que aún no me lo ponía. Extendí mi mano más ansiosa de lo que pensaba que estaba y mire detenidamente mientras deslizaba el anillo por mi dedo.

Sujete sus mejillas y pegue mi frente contra la suya.

—te quiero

Bese sus labios lentamente, tomándome mi tiempo en saboréale y que me saborease. Pase mis dedos por su cabello, tratando de acercarlo aún más si era posible.

El agarre de sus manos sobre mi cadera me apretujó y momentos después pude sentir su rigidez contra mi sexo.

Suspire hondo y pegue mis labios contra su cuello, lamiendo y succionando. Inconsciente, moví mis caderas restregándome contra él, anhelando que no hubiese ninguna barrera entre nosotros.

'No lo hagas' dijo una voz en mi cabeza. 'No es correcto'.

Subí lentamente mis labios por todo su cuello, mentón y mejillas hasta besar su labio inferior, succionarlo y después hacer lo mismo con el superior. Sus manos se introdujeron por mi vestido, apretujando mis nalgas entre sus palmas; gemí contra su boca.

'No debes hacerlo, sabes que es un pecado' 'estás tratando de arreglarte con Dios, así no llegarás muy lejos'

Gemí, protestando.

Maldición. Deseaba estar con Ignacio, le deseaba más que nada.

A la mierda. Aún estaba confundida y algo molesta con Dios; ya después tendría tiempo de aclarar mi mente.

Así arriba de su regazo, desabroche el botón de su pantalón de vestir y baje lentamente el cierre. Después lleve mis dedos a los botones de su camiseta, desabrochando cada uno de ellos, deseando sentir su piel contra la mía.

—Te quiero— murmuro seductor en mi oído; di un pequeño mordisco en su cuello antes de empujarle por los hombros hasta que yo estuve encima del suyo.

—Yo te quiero más. — me senté sobre su vientre y le mire sonriente, altanera. Me sonrió travieso y sujeto mi cabello con sus manos y lo acomodo detrás de mis hombros.

— ¿a, sí? ¿Cómo cuanto más?

—mucho más. Mucho, mucho más. — incline mi cuerpo lo suficiente como para poder besarle. Tantee su vientre, por en medio de nuestros cuerpos y baje mi mano hasta que sentí eso que yo ya tanto amaba y que me volvía loca.

—Espera, necesito preguntarte algo. — bese sus labios lentamente, bajo por su mentón hasta llegar al cuello y lamer, como sabía que tanto le gustaba y encendía.

— ¿ajá?

—no me había atrevido a preguntártelo antes pero creo que es necesario hacerlo; no podría quitarme la duda sino lo hago. — continué bajando, dejando un reguero de besos hasta que estuve sobre sus pechos; succioné su pezón derecho hasta que lo sentí erecto entre mi lengua.

— ¿qué es?

— ¿cree que me aproveche de ti esa primera vez al tu estar ebria?— deje su pezón izquierdo, el cual también ya estaba efecto y le mire a los ojos.

— ¿que?

— ¿que si piensas que yo me aproveche de ti la primera vez que tuvimos sexo al tu encontrarte borracha?

—No, claro que no. — me senté sobre su regazo, sin saber muy bien que decir para que no continuara sintiéndose culpable. Él se enderezó, sentándose sobre la cama hasta estar cara a cara conmigo.

—se supone que yo era el coherente, el que si pensaba y tenía que haberte parado y no permitir que cometieras algo de lo cual te arrepentirías más tarde.

—hey, hey, no digas eso. — Acaricie su mejilla, tratando de consolarle —no fue tu culpa, puede que haya estado borracha pero yo sabía lo que hacía. Si no hubiese sido contigo, hubiese sido con otro porque yo ya había tomado la decisión de hacerlo. — bese sus labios y sonreí —y realmente me alegro que haya sido contigo y creo que tú también lo haces.

Me sujeto de las caderas y lo sentí sonreír contra mis labios.

—por supuesto que sí.

—Además, aunque no recuerdo todo perfectamente, recuerdo muy bien que yo te persuadí muy bien para que me hicieras el amor. — enrosque mis brazos a su alrededor, mordí el lóbulo de su oreja y volví a mover mis caderas sobre las suyas. —justo como planeo hacerlo ahora.

Sus labios cayeron a mi cuello al mismo tiempo que sus manos masajearon mi trasero. Gemí; el me conocía incluso mejor que yo y sabía cómo encenderme en segundos.

En un solo movimiento me arranco el vestido del cuerpo y quede completamente desnuda, pues no vestía ropa interior por la tela del vestido.

Gimió.

Un segundo después y con un movimiento ágil, lo tenía encima de mí, sujetando mis brazos sobre mi cabeza.

—Prométeme una cosa. — me libero del agarre y se sacó la camiseta; lo sentí abrirme más los muslos con sus rodillas mientras se quitaba los zapatos al mismo tiempo.

— ¿El qué?— sujete el borde de su pantalón, junto con el calzoncillo y los baje.

—prométeme que para cuando despierte estarás aún aquí. — volvió a sujetarme lo brazos sobre mi cabeza, siéndome imposible moverme.

— ¿porque dices eso?

—Prométemelo, sino no te volveré a hacer el amor. — fruncí el ceño, confundida; el pego su frente contra la mía.

—Te lo prometo; aquí estaré en la mañana y será lo primero que mires cuando abras los ojos. — me sonrió, besando mis labios y moviendo sus caderas contra las mías, haciéndome sentir su erección contra mi entrada. —aunque no lo quieras. 

DesnudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora