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Era la cena de graduación de uno de mis primos y por supuesto, la familia no podía faltar. El uno de los tantos doctores de la familia. De hecho, casi todos eran doctores, por parte de la familia de mi mamá.

Sabía que Ignacio también estaba por ahí, pues se habían graduado juntos. Solo rogaba tener fuerzas por si en dado caso esa chica venía con él.

Una cosa era saber que tenía una mujer y otra muy diferente era verlo con mis propios ojos. Y justo acababa de hacerlo, mientras la mayoría bailaba en la pista él estaba platicando, sonriente, con un grupo de doctores recién graduados.

Y no me gustaba lo que miraba, para nada. Dolía mucho más, si es que era posible.

Sus brazos estaban enroscados y parecía como que estaban los dos acostumbrados a ello, como si ahí fuese donde pertenecía el brazo de ella.

Era yo la que tendría que estar ahí, no ella. Yo era a la que amaba, no ella. Yo era quien lo amaba, no ella. Teníamos un hijo juntos, no ella.

Ignacio sintió mi vista porque sus ojos se encontraron con los míos a pesar de la distancia que nos separaba.

No podía seguir ahí. Y mirarle a los ojos, me hizo decidir en salir ya.

Mirar eso ojos... Si lo miraba por más tiempo me lanzaría a él y no precisamente para golpearlo. Le hecha tanto de menos, a pesar que le miraba casi todos los días.

—lo lamento, tengo que salir de aquí. No puedo seguir estando en este lugar. — le susurre en el oído a Eloísa.

—bien, vamos entonces.

—no, tú quédate, disfruta la noche. Felicita a Federico de mi parte, no eh podido verle antes.

—no te dejare sola.

—no estaré sola, iré a por Mateo. El estará conmigo.

— ¿Estas segura?— asentí y sonreí para convencerla que estaba bien aunque lo único que quería hacer era llorar en su hombro hasta que no hubiera más lágrimas que derramar.

—Sí, estaré perfecta para cuando regreses a casa. — me miro no convencida pero me dejo ir. Salí del salón rápidamente tomando el vestido entre mis manos mientras bajaba los escalones de la entrada; el encargado de entregar las llaves de los coches llamo a un taxi que estaba a una cuadra, esperando por los invitados que necesitarán de su servicio.

— ¡Ágata!— escuche su voz gritando mi nombre. Mire sobre mi hombro y venia saliendo del salón. Sin darme tiempo a dudar me introduje en el taxi rápidamente y le pedí al taxista que acelerará.

Tratando de calmarme y respirar profundamente, me recargue sobre el vidrio.

Ignacio parado en medio de la calle, mirando hacia el taxi en el que me alejaba inundó mi cabeza, gracias al espejo retrovisor.

No podía continuar así. Debía superarle y seguir adelante con mi vida. No porque necesitara tener novio sino porque estaba afectando mi salud mental.

No había noche que no llorara, pensando en Ignacio mintiéndome y estando con esa chica.

¿Porque demonios no me explico? Yo le di muchas oportunidades que me explicara pero el simplemente se negó a hacerlo. ¿Porque?

*

Suspire.

Ya el agua de la bañera estaba fría y mis dedos estaban arrugados. Sin embargo, deseaba seguir ahí. No había nada más que me detuviera para no hacerlo.

Mateo ya dormía plácidamente en su cuna, a lado de mi cama. Y ya no despertaría hasta la 1 de la mañana, pidiendo más leche.

Sin embargo, estar ahí totalmente relajada, me hacía pensar aún más en Ignacio y Aurora juntos. Y tenía que sacarles de mi cabeza a toda costa pues, me estaba lastimando a mí misma.

Salí de la bañera, me seque y después me puse el pijama; me paré enfrente del espejo, mirando mi reflejo.

Estaba muy delgada, había bajado mucho de peso desde que había dado a luz. Y no precisamente porque hubiese dado a luz. Tenía algo de bolsas debajo los párpados y mi piel se miraba algo seca.

Suspire agotada, rendida, apoyándome sobre el lavabo.

—muy bien, reconozco que necesito de tu ayuda ¿está bien? Yo sola no puedo y no podré. — respire hondo y comencé a aplicarme crema en el rostro —estos meses han sido muy difíciles y... no creo poder seguir así. — Continúe con mi cabello, peinándolo —aún estoy molesta y no sé cuándo dejaré de estarlo. Pero aun así, necesito de ti. Si no fuese importante no te lo pediría, lo sabes.

Deje el cepillo a un lado y, mirándome una última vez al espejo, salí del baño.

Eloísa, aún con su hermoso vestido de gala me miro sonriente, demostrándome apoyo y comprensión. No lo dude ni dos veces, me coste sobre la cama y acomode mi cabeza sobre su regazo. Enseguida comencé a sentir sus caricias sobre mi cabeza. Era tan reconfortante tenerla aquí, conmigo. Era lo único que me quedaba, que estaba ahí para apoyarme siempre.

"Justo como tus padres te dijeron."

Un recuerdo vino a mí y enseguida supe que había sido Dios quien me había traído a la memoria eso. Así era como él me hablaba. Recordándome cosas que ni siquiera sabía que estaban en mi memoria.

El resto de mi familia siempre estaría ahí, al igual que mi hermana, pero mi relación con ella era más fuerte. Sobre pasaba todo. Incluso cuando los demás me lastimaban, ella siempre había estado ahí.

—siempre estaré aquí para ti. Lo sabes ¿no?

—lo sé. — fue todo lo que pude decir, todo lo que el nudo en la garganta me permitió.

DesnudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora