21

311 16 0
                                    

— ¡Eloísa! ¡¿Podrías ayudarme?!— segundos después de escucharon sus pasos corriendo hacia mi habitación; la puerta se abrió y Eloísa se asomó

— ¿qué sucede?

—es que necesito ayuda con el cierre del vestido.

— ¿a qué horas vendrá por ti?

—a las 18 horas

— ¿y...? ¿Porque ese vestido tan...?— hizo una mueca mientras subía el cierre; me miro por el espejo —es decir, es muy bonito pero ¿no se te hace un tanto vulgar?— me mire en el espejo; era de seda color rojo y largo, pero tenía un escote prominente y era de tirantes muy delgados.

—si es algo atrevido pero eso lo hace sexy.

—sabes qué hay muchas formas de lucir sexy sin ser vulgar o atrevido. Además... ¡piensas irte toda la noche! Y no precisamente a cantar villancicos.

—Ya no estamos diciembre— trate de bromear y quitarle importancia, caminando hacia mi closet para ponerme los tacones.

—sabes bien a lo que me refiero. Mira, yo sé que el error ya lo cometiste, sino fuese aquí Mateo no estaría aquí ahora. Pero no puede volver a cometerlo.

—lo eh vuelto a cometer— murmuré solo para mí, pero ella me escuchó

— ¡¿que?! ¡Ágata! ¿Dónde quedó tu temor a Dios?

—Eloísa, no quiero hablar de eso ¿está bien?

—no, no está bien. Yo no había querido que lo habláramos porque pensé que simplemente habías cometido ese error porque el accidente de nuestros padres te había afectado de tal manera que no sabía lo que hacías. ¡Que estabas simplemente enfadada con Dios! Pero ahora que me dices esto... yo no puedo permitir que te alejes y pierdas completamente el temor por Dios.

— ¿temor a Dios?— me burlé — ¿a ese Dios que mató a nuestros padres?— Eloísa me miro con terror, sin creerse lo que oía de mi boca. —mira, mejor dejemos esto aquí. Sé que para ti él no hizo nada y él no tiene la culpa pero yo pienso diferente, y no me harás cambiar de parecer.

Caminé hacia la cuna para revisar que Mateo aun siguiera profundamente dormido pero el jadeo de Eloísa me detuvo. Tenía el rostro cubierto de lágrimas y lentamente se dejó caer sobre mi cama.

—lamento tanto no haberte aclarado todo, lamento tanto no haber hablado antes contigo y que pensaras todo esto.

— ¿de qué hablas? No hay nada que hablar, Dios da la vida y la quita, no le importa a quien deja aquí sufriendo. — negó repetidas veces, cubriendo sus oídos

—no puedo oiré hablar así, no de él. Tú has presenciado todas las maravillas y milagros que Dios ha hecho en nuestras vidas ¿cómo puedes hablar así de él?

—sencillo, porque primero llevo el matrimonio de mis padres a la ruina y no se conformó con eso sino que permitió que un tipo borracho se estrellase contra su coche y los matase en ese instante.

—tu sabes que las cosas no son así. Tú lo sabes. — sus mejillas y la punta de la nariz comenzaban a tornarse rosadas; Eloísa estaba sufriendo y no podía parar de llorar. Por mí, por mi causa.

—Eloísa— susurre sentándome a su lado y tomando sus manos entre las mías —por favor, no me gusta verte así y menos si yo soy la causante. Por favor, dejemos este tema a un lado.

— ¿Sabes que ellos nunca se divorciaron?— absorbió y continuó hablando como si no me hubiese escuchado.

— ¿que?

DesnudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora