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Mis párpados se sentían pesados y mi cuerpo entumecido; en cuanto abrí los ojos me arrepentí enseguida. La luz del sol lastimaban mis ojos y un dolor martillo en mi cabeza, tan fuerte que tuve que sujetarme, gimiendo. Pero eso empeoró mi dolor; trate de mover mi cuerpo pero volví a gemir de dolor: un dolor muy incómodo entre mis piernas. Sin añadir que algo me tenía aprisionada contra la cama.

En eso reaccione, no estaba en mi habitación.

Fragmentos de la noche anterior vinieron a mi cabeza, pero eran tan borrosos y confusos que no pude formar algo concreto.

Un gemido seguido de un movimiento a mi lado me puso alerta; giré lentamente el rostro y me topé con el rostro sereno y dormilón de un chico.

Algo me apretujó el pecho y me acerco más al cuerpo cálido de mi lado. Levante la sábana y mire mi cuerpo: desnudo y un brazo de piel morena estaba justo debajo de mi pecho, mientras sujetaba uno con su mano.

El chico se acercó más a mí, me estrechó entre sus brazos y pasó una pierna sobre las mías; algo cálido, grueso y duro golpeó contra mi cadera. Me tensé enseguida.

¿Ahora como saldría que aquí?

Tuve que quedarme quieta por lo que me pareció, un largo rato, hasta que me asegure que el chico volvía a estar profundamente dormido. Cundo sentí su respiración cálida y tranquila, haciéndome saber que estaba profundamente dormido, sujete su mano y la alejé de mi cuerpo. Me quite la sábana del cuerpo, sujete la rodilla del chico y logre sacarme exitosamente. Suspire de alivio al notarlo aún dormido.

Con malestar eh incomodidad logre ponerme en pie. Busque con la vista mi ropa, solamente estaba mi jeans y bragas en el suelo, al borde de la cama. Revise entre mis piernas para encontrar cualquier rastro de lo que había sucedido la noche anterior pero estaba limpia, como si no hubiese ocurrido nada. Si no fuese por el persistente ardor pensaría que así había sido.

Busque si encontraba la camiseta del chico. Nada. Tratando de no hacer ruido, busque entre los cajones de un cómoda y hasta el tercer cajón, encontré camisetas. Bien. Mi teléfono móvil estaba sobre la mesita de noche y lo metí a mi bolsillo.

Caminé de puntitas hacia la salida, con mis zapatos en mano, y abrí y cerré la puerta sin hacer ruido. ¿En qué me había metido?

No tenía ni idea como la gente podía enamorarse del alcohol pero en lo que me restará de vida, no pensaba volver a beber jamás.

Suspire una vez que estuve fuera del edificio y mire a todos lados, tratando de reconocer.

El vecindario de Yissel. De hecho vivía en el mismo edificio. Algunas veces había estado muy por ahí pues había tenido que ir a la casa de Yissel para hacer juntas algún trabajo de la universidad. Así que como bien sabía, tenía que caminar algunas cuadras para conseguir algún taxi o autobús, caminé.

No tuve que esperar tanto tiempo para cundo estuve montada en un taxi. Mire por la ventanilla y me percaté que estaba nublado, y cada segundo aparecían nubes incluso más negras, anunciando que llovería muy pronto.

Recargue mi cabeza sobre el frío vidrio. ¿Que había hecho? Por más enfadada que estaba con Dios, por más decepcionada y dolida... no entendía como me había atrevido a cometer semejante cosa. ¿Cómo fui capaz?

Mis papás me habían enseñado e inculcado el temor a Dios desde que tenía memoria. ¡Por Dios, había prácticamente nacido en la iglesia! Sin embargo, eso no me había detenido.

Sentí escozor en nariz y pronto mi vista se comenzó a nublar.

No lloraría. Ya lo hecho, hecho estaba y no podía regresar el tiempo. Además, estaba feliz de haberme vengado y haber entristecido a Dios. Porque estaba segura, lo había hecho.

DesnudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora