El impacto me corto la respiración de golpe.
Cada parte de mi cuerpo enviaba alaridos de dolor. Mis brazos temblaban, apenas sosteniéndome y evitando que me derrumbara por completo sobre la hierba, y mis rodillas parecían estar a carne viva, pero lo peor sin duda era mi pie.
Permanecí quieta por varios segundos considerando mis posibilidades. Estaba medio tirada sobre la hierba ocupando todas mis fuerzas para no caerme por completo, y el miedo de mover mi pie derecho me carcomía lentamente. Sabía lo que me esperaba al moverme, y no quería enfrentarme a un dolor más intenso. Era cobarde, pero no podía evitar sentir ese miedo.
De lejos podía oír el ruido del público en las graderías como el zumbido de un panel de abejas furiosas.
No podía perder más tiempo. Los miedos podían irse al infierno, no tenía tiempo para preocuparme de ellos ahora.
Con cuidado comencé a mover mi pierna izquierda apenas unos centímetros para darme impulso y levantarme. Conocía el movimiento, y lo había hecho tantas veces con la misma facilidad con la que respiraba, pero ahora ese pequeño esfuerzo provoco que mi cuerpo entero se estremeciera de dolor. Solté un gruñido de frustración, y apreté los dientes. Sabia por experiencia que entre más tiempo pasara en el suelo, más difícil seria levantarme.
Me obligue a resistir el dolor, y volví a intentar mover mi pierna.
Más tarde podría sentarme a quejarme por mis lesiones, y lamentar mi mala suerte. Pero ahora mismo continuaba en el partido, y las cámaras seguían enviando las imágenes del juego a todos los rincones del mundo.
Tambaleante, y luego de casi tres intentos, logre clavar mi pie izquierdo en el suelo para enderezarme con extremo cuidado de no ocupar mi pie derecho.
No olvidaba que las cámaras seguían activadas, y no podía demostrar al público que la lesión era de gravedad considerable.
Intente caminar, y entonces el mundo estallo en diferentes colores. Me estremecí de dolor, y por un segundo creí que podía volver a caerme en ese preciso instante. Me tambalee, y reprimí un sollozo.
Debía de demostrar que estaba bien, al menos para el público. Cerré los ojos un segundo, y me sumergí en el mi interior de mi mente. Me aparte a un lugar donde ni el dolor ni el ruido del estadio podían alcanzarme. Me aferre a ese lugar con toda mi fuerza de voluntad, y cuando volví a abrir los ojos, pude ver claramente lo que tenía que hacer a continuación.
Quedaran los minutos que quedan, no podía regresar al partido. Un capitán sabía cuando era el momento de rendirse, y sabía que había llegado el mío. La mayoría del estadio aún seguía concentrada en el arquero de la selección holandesa, quien luchaba apasionadamente por evitar que el balón golpeara la red.
Faltaban tres minutos para que el partido llegara a su fin, y si el arquero lograba resistir ese tiempo, el resultado del partido se decidiría por penales, y me había lesionado por nada. Respire profundamente, convenciéndome de que no era probable que lograra resistir todo ese tiempo.
Muy pocos ojos estaban en mí, pero estaba segura de que el entrenador estaba prestando atención a todos los movimientos de cada uno de los jugadores en la cancha. Casi distraídamente levante mi mano derecha, e hice un pequeño gesto en dirección al entrenador Percival. Era apenas un movimiento de muñeca que imitaba el corte de una cuchilla en horizontal, pero sabía que entendería el mensaje. No podía seguir en el partido.
Sin esperar su respuesta, comencé a dar pasos lentos y cuidadosos en dirección a la pequeña puerta que daba al interior del estadio para salir de la cancha, apenas rozando el pie derecho con el suelo. El dolor comenzó a latir, arrastrando sus garras por cada parte de mi cuerpo para obligarme a detenerme, pero no lo hice. Obstinadamente, me mantuve lejos de ahí, refugiada en un pequeño lugar de mi mente donde nada podía alcanzarme. Ni siquiera dominaba ni la mitad de bien que mis padres ese ejercicio mental, pero el truco me bastaba para salir de problemas como estos.
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El torneo (Inazuma Eleven-Axel Blaze)
FanfictionLa vida de Tessa Whitelaw está en crisis, luego de perder a sus padres en un accidente de tráfico, y de despertar de un coma de cinco meses, Tessa decide volver a jugar futbol y continuar siendo la capitana de los caballeros de la reina, pero el Tor...