Capítulo 20: El jugador de fuego.

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El sótano.

A pesar de que la sola palabra traía a la mente un montón de cajas apiladas, muebles en mal estado sin usar, y una pésima ventilación, el de esta casa no era así.

Cuando enviaron a construir la casa, tanto mamá como papá tenían muy en claro algo: querían un espacio para seguir entrenando sin salir de la casa. Y el resultado de esa idea fue construida cuidadosamente por mamá. Ella trazo los planos personalmente, y con ayuda de su padre pudieron crear lo que había soñado mamá.

Una puerta de metal plateado, escondida detrás de una pared falsa, daba acceso al sótano. Para abrirla, una persona debía apoyar su dedo pulgar en una pequeña pantalla digital incrustada en la mitad de la puerta. Luego se debía ingresar una contraseña, y finalmente la puerta se abría.

Detrás de la puerta había un pequeño descanso que guiaba hasta una escalera de escalones plateados que se curvaba con delicadeza hasta llegar al final del sótano.

Antes de bajar por las escaleras, les explique la distribución de lo que había en el sótano.

El sótano en si ocupaba el mismo espacio que toda la casa arriba y un poco más, lo que bastaba para decir que era grande, amplio y espacioso. Del techo al suelo había al menos quince metros de alto. Todas las paredes pintadas de un inmaculado color blanco. El suelo, del mismo color que las paredes, estaba tratado especialmente para adecuarse a las zapatillas de los jugadores.

En la pared oeste, protegida por paredes de vidrio casi indestructible, había una cancha de césped de color esmeralda, brillante y cuidadosamente recortado. El césped era más parecido a una mullida alfombra, y correr sobre él era casi como estar sobre las nubes.

Era casi imposible que un césped así pudiera crecer bajo tierra, donde el aire libre y el sol estaban muy arriba, pero hace mucho tiempo mamá había impregnado con tanta fuerza su aura que el césped no crecía ni se marchitaba, y se mantenía maravillosamente vivo, congelado en su momento más hermoso.

Las líneas que dividían la cancha eran blancas, trazadas con perfectamente.

A un costado de la cancha, había una gradería pequeña, para un público que no superara treinta personas.

Apegada a la pared este estaba una cancha gemela a de la pared oeste. Las mismas paredes de vidrio que la aislaban del resto del sótano, el mismo césped casi fuera de este mundo. La única diferencia entre ambas era invisible.

La cancha de la pared Este era para entrenar sin el aura: tenia mecanismos adheridos a las paredes de cristal que neutralizaban el aura, y cualquier persona que traspasara la puerta de vidrio quedaría alejada del aura mientras permaneciera dentro de los límites.

En la pared sur, en la que estaba la escalera, se posicionaban las máquinas para afinar tu fuerza, agilidad y equilibrio.

Máquinas para correr que cambiaban de velocidad o complejidad al azar, o que tal vez incluían algún obstáculo inesperado. Detrás de esas máquinas habían colchonetas de espuma en caso de que si te resbalabas de las maquinas o caías arrastrado, pudiera caer cómodamente en las colchonetas en vez de estrellarte contra el suelo como una mosca.

Otras máquinas solo se centraban en la fuerza, tanto de brazos como de piernas.

Y finalmente estaban las que te ayudaban a practicar los saltos. En esas había bandas de cuero trenzado que salían desde el techo, y que terminaban en cinturones en los que un jugador se abrochaba alrededor de la cintura y muslos, completamente asegurado mientras las bandas de cuero se retraían hacia el techo y el jugador era empujado hacia el aire.

El torneo (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora